El triunfo del materialismo decadente

Las elecciones nos obligan a optar y eso es mucho más complicado que odiar y denunciar, en alguna medida implica expresar algún signo de afecto

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 Javier Milei en el
Javier Milei en el acto de cierre de La Libertad Avanza

Nacimos en otra sociedad, me refiero a los mayores, en la cual no se hablaba de dinero ni mucho menos se admiraba a quienes lo amontonaban. Fue antes del triunfo del materialismo decadente que impuso la riqueza económica como barrio privado de la felicidad. Viajábamos en tren –siempre me tocaba de “segunda clase”- que era limpio y con asientos duros; así llegábamos a Bariloche o a La Quiaca, lo esperábamos a media noche en el conurbano sin riesgo alguno y además partía a horario. No nací con Yrigoyen, pero sí un poco antes de Perón, crecí y me eduqué en un país digno de ser vivido, lo aclaro porque un tal Milei dice que lo arruinó Yrigoyen y otro tal Macri acusa a Perón.

Casualidades, nunca denuncian a las dictaduras, ni a Menem que me robó el ferrocarril y el resto del Estado. Durante los períodos donde ellos imponen sus ideas, que en el último golpe fueron exageradas, cambió lo esencial, la distribución de la riqueza. Privatizar es entregar a unos pocos lo que es de todos, una versión ideologizada de lo que comúnmente se llama robo. Sueñan con ser ricos como los del país del norte -el más rico del mundo hasta ahora- ahí donde ellos dicen que a los pobres les va mejor. Ocultan que aquellos ricos generan riquezas y ellos sólo saben apropiarse de la heredada.

Fui perdiendo conocidos en el camino, casualmente casi todos se hicieron ricos, algunos con los Kirchner, otros con los Macri y unos cuantos con los de ambos lados, son los que para apropiarse de lo que queda inventaron a Milei. Para ellos la pertenencia política es casualidad, un camino rápido al ascenso social, la riqueza los vuelve distintos a nosotros y demasiado parecidos entre ellos. Suelen mirar desde arriba, vencedores, dos deformaciones que forjaron creyentes, eso es lo absurdo de tener fe en lo deformado. Son una masa de ateos agresivos angustiados en la lectura del horóscopo y cuando nos roban lo ejecutan bajo la “mano invisible del mercado”. En mi juventud solían definir a la gente por la ideología, ahora se los apellida por el signo zodiacal.

Los candidatos desnudan la pobreza de las creencias. Saber a quién se odia no nos hace fácil abrazar a quien se ama. Es muy claro que al desprecio lo merecen muchos pero el respeto es otra cosa, y salvo a los fanáticos, a los demás nos cuesta encontrarlo. Una señora mayor y elegante me interrogó en la calle: “Mire si nos toca elegir entre Massa y Milei, ¿qué hacemos?”. Respetuoso y solidario le respondí: “Tendremos que recurrir al psiquiatra”, me despidió diciendo “lo grave es que el mío se me murió”.

Los sectarios que se definen por decir “treinta mil” y “todes”, después del papelón oficialista sacaron más votos de lo esperado, convirtieron una mayoría en minoría, y no por eso se dedicaron a ampliar la dimensión de sus consignas. Saben de sobra que quedaron en manos de un candidato que imagina otros apotegmas en su escudo de armas. Sufren el “síndrome de Estocolmo “, de puro enceguecidos terminan votando a su posible verdugo. Los más estúpidos son los nuevos miembros del partido de los dolarizadores, una banda de supina ignorancia que deposita su destino en el signo monetario, difícil que sobrevivan en tiempos de la inteligencia artificial, su vigencia pertenece a la intuición animal. Habría que investigar sus horóscopos para encontrar las mayorías con la Luna en Júpiter. Lo cierto es que uno recuerda y reivindica la gloriosa consigna “patria o colonia”. Los pequeños jueces del frío le regalan la vista del lago a un inglés, estudiar Derecho no exime de ser cipayo. Los nuevos filósofos son los que se ocupan de investigar y meditar sobre el “populismo”, una mayoría de empleados de los ricos que por su lealtad son rentados a nivel de las antiguas clases medias. Despliegan falta de ideas en exceso de soberbia, los gerentes suelen ser peor que sus dueños. Lo raro son los pobres de derecha, tiene su lógica, las izquierdas están mucho más degradadas que sus opuestos, pero defender riqueza ajena habitando en miseria propia debe tener sus conflictos psicológicos.

Las elecciones nos obligan a optar y eso es mucho más complicado que odiar y denunciar, en alguna medida implica expresar algún signo de afecto pero si uno tiene cierta libertad mental sufre porque no hay quien lo merezca, me refiero al voto, respetar queda hoy fuera de las fronteras electivas. Política y poesía son dos artes en el exilio de Medios y mayorías, poetas los hay con digna inspiración pero triste es la ausencia de políticos enamorados de su arte mientras abundan quienes reflejan su extravío. Y ciudadanos devotos de la reflexión, son la reserva moral, hoy más ausente que la misma estabilidad, monetaria o psicológica, se ausentaron juntas.

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