Ecología integral para una nueva humanidad

Nuestra obligación para con el futuro es incontestable: “No debemos olvidar nunca que las jóvenes generaciones tienen derecho a recibir de nosotros un mundo bello y habitable”

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La doctrina de la Iglesia para repensar los hábitos humanos en base a la sabiduría y el amor
La doctrina de la Iglesia para repensar los hábitos humanos en base a la sabiduría y el amor

Hoy, 1 de septiembre, se celebra la Jornada Mundial por el cuidado de la creación. El presente artículo del Cardenal Michael Czerny SJ condensa y amplifica las cuestiones más oportunas (y apremiantes) del camino que comenzó el Papa Francisco con la publicación de la histórica encíclica Laudato si’ en el 2015.

Los debates sobre el cultivo de estilos de vida que encarnen una nueva humanidad tienen un tono profético sorprendente en este momento crucial de la historia, dice el Cardenal Czerny, y pueden estar muy bien fundados por las palabras del Papa Francisco.

En miras del reciente anuncio del Papa Francisco de publicar una “segunda parte” para Laudato si’ el próximo mes de octubre, las palabras que siguen no hacen más que reafirmar una necesidad latente: “¿Cómo podemos contribuir al río poderoso de la justicia y de la paz en este Tiempo de la Creación? ¿Qué podemos hacer nosotros […] para sanar nuestra casa común de modo que vuelva estar llena de vida?”. Lo que sigue, son las ideas de Czerny.

El Antropoceno es una nueva época geológica; da nombre a un punto de inflexión clave en la historia de nuestro planeta. Nunca antes el homo sapiens había vivido una época semejante. Los seres humanos han alterado y están alterando significativamente todos los sistemas de la Tierra –la atmósfera, los océanos, los continentes y los ecosistemas–; toda la comunidad de la vida en la Tierra.

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Estamos viviendo tendencias simultáneas inquietantes: la desaparición acelerada del hielo (hielo del Ártico, glaciares de las montañas y partes de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida), océanos más calientes y ácidos, el aumento del nivel del mar, condiciones meteorológicas extremas (sequías, inundaciones, temperaturas sin precedentes) e incendios forestales catastróficos. Todo ello afecta cada vez más a la vida marina, de agua dulce y terrestre.

Desde finales del invierno, Canadá, mi país de origen, ha vivido su peor temporada de incendios forestales y, a finales de junio y principios de julio, la niebla tóxica resultante cubrió grandes ciudades de Norteamérica e incluso llegó a Portugal. A mediados de 2023, tres continentes se vieron sumidos en un calor extremo. Sin mencionar que tan solo hace unas pocas semanas, las llamas que han devastado Maui y la Isla Grande en Hawaii –la vegetación seca combinada con las condiciones de sequía crearon el entorno perfecto para los incendios forestales, luego rápidamente expandidos por los fuertes vientos del huracán Dora– ya constituyen el peor desastre natural del Estado desde 1960.

El mundo de la década de 2020 ya ha abandonado la zona climática segura del Holoceno, las condiciones climáticas globales en las que se han desarrollado la agricultura y las civilizaciones en los últimos 11.700 años, desde la última Edad de Hielo. Ahora se superan los récords de calor cada año, incluso mes a mes.

Imagen de hielos continentales que se derriten como consecuencia de la actividad humana
Imagen de hielos continentales que se derriten como consecuencia de la actividad humana

La actividad humana causante de las emisiones de gases de efecto invernadero es lo que provoca el calor excesivo. Más de noventa naciones han firmado ya los Acuerdos de París y fijado objetivos voluntarios para alcanzar emisiones netas cero a mediados de siglo. Pero no se está haciendo lo suficiente para poner en práctica estos compromisos, y los resultados no están a la altura del objetivo. Todo indica, entonces, que las cosas empeorarán. Nos acercamos peligrosamente al techo de 1,5-2 °C fijado por los Acuerdos, y los peligrosos puntos de inflexión que se avecinan en las próximas décadas están cada vez más cerca.

En Laudato si’, el Papa Francisco replantea la doctrina de la Iglesia sobre la creación –sobre el entorno natural que es nuestra cuna única de vida orgánica– al resaltar el hecho olvidado de que los seres humanos son parte integrante del sistema terrestre y ahora están moldeando colectivamente su futuro. Invita al mundo con urgencia a entablar un diálogo sincero: “¿Cómo construiremos el futuro del planeta?”. Y nos proporciona los elementos necesarios para reflexionar teológicamente sobre la ecología integral.

La ecología integral interconecta la amplia gama de lenguajes y categorías que nos llevan “a la esencia de lo humano” (Laudato si’ [en adelante LS] §11). Así entonces, tenemos que descubrir de un modo nuevo quién es el Anthropos, como parte integrante de las ecologías dinámicas del sistema Tierra y como portador de un papel y una responsabilidad desmesurados en el Antropoceno. En Laudato si’, el Santo Padre nos ayuda a pensar en todo esto humana, espiritual y teológicamente.

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El Evangelio nos llama a cambiar nuestra forma de vivir, actuar y rezar ante la combinación compleja y sin precedentes de múltiples crisis:

• la crisis ecológica;

• la plaga de las posiciones extremas, las llamadas “guerras culturales”;

• los cientos de millones de personas en la miseria, cada vez más obligadas a huir de sus hogares; y

• la nueva era digital con muchas promesas y muchos escollos.

Se necesitan nuevos significados y nuevos valores y, sobre todo, ejemplos vivos de personas, comunidades e instituciones que encarnen una “nueva humanidad”.

La humanidad tiene que reorientar su rumbo (LS §202); es más, más profundamente, tenemos que convertirnos. El cambio necesario implica mucho más que simples soluciones políticas o tecnológicas. El clima, junto con la atmósfera, la tierra y las aguas de nuestro planeta, constituyen un bien común, que pertenece a todos y está destinado a todos. Debemos ser más conscientes de nuestro origen común, de nuestra pertenencia mutua, de nuestro futuro compartido. De esta toma de conciencia deben surgir nuevas convicciones, nuevos vínculos y apegos, nuevas formas de vida (LS §202).

El tercer capítulo de Laudato si’ rastrea las “raíces humanas” de la crisis ecológica hasta una forma particular de percibir y relacionarse con el mundo natural que se ha extendido desde la Revolución Industrial y se ha convertido en la mentalidad o visión del mundo reinante en la modernidad. Su paradigma tecnocrático, su modelo de desarrollo desbocado, tiende a dominar la vida económica, política y cultural, y enfrenta a los seres humanos con el mundo natural y entre sí. Promueve un mito de la modernidad basado “en la razón instrumental (individualismo, progreso indefinido, competencia, consumismo, mercado sin reglas)” (LS §210).

La actividad científica en diversos campos demuestra que:

la red es el modelo más eficaz para describir la realidad. Esto nos impulsa a prestar cada vez más atención a las interconexiones entre los distintos elementos que componen el mundo, de las que depende el delicado equilibrio que hace posible nuestra supervivencia y la de todas las especies vivas. Este modelo se inspira en Laudato si’, que a la vez sitúa al ser humano en la red interconectada de la realidad y afirma el insustituible papel humano en el cuidado de la casa común.

Además, si de verdad nos preocupamos por desarrollar una ecología capaz de sanar todo lo que hemos destruido, entonces ninguna rama de las ciencias y ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado (LS §63), incluidas las religiones y las riquezas culturales y espirituales de los muy diversos pueblos (LS §34). En este espíritu, agradecemos a las comunidades aborígenes del mundo sus valientes esfuerzos por proteger la Tierra (LS §146).

Postal típica de la Ciudad de Nueva York. Los países desarrollados económicamente tienen un alto grado de emisión de gases de efecto invernadero, lo que repercute en todo el planeta
Postal típica de la Ciudad de Nueva York. Los países desarrollados económicamente tienen un alto grado de emisión de gases de efecto invernadero, lo que repercute en todo el planeta

“Los jóvenes tienen una nueva sensibilidad ecológica y un espíritu generoso, y algunos de ellos luchan admirablemente por la defensa del ambiente” (LS §209). No es de extrañar que “reclamen un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos” (LS §13).

En resumen, la “urgencia y la hermosura del desafío que se nos presenta” nos impulsan a emprender un nuevo “itinerario ético y espiritual”, en el que “los mejores frutos de la investigación científica actualmente disponible” desempeñan un papel absolutamente esencial (LS §15) y en el que recalibramos la relación entre el ser humano y el medio ambiente.

Acciones concretas

Para conseguir unas emisiones netas cero que permitan enfriar nuestro recalentado planeta, son necesarias transformaciones en todos los sistemas globales: cómo se alimentan nuestras economías, cómo se transportan las personas y las mercancías, cómo se alimenta una población cada vez más numerosa y envejecida. Para la transición ecológica hacia la sostenibilidad hacen falta cambios y acciones importantes y significativos. Por ejemplo:

• Alcanzar las emisiones netas cero a mediados de siglo implica una transición seria y rápida de una economía basada en los combustibles fósiles a una economía de energías limpias, en todo el planeta.

• Debemos detener la deforestación, especialmente en las cuencas hidrográficas de importancia mundial como el Amazonas y el Congo; se ha de plantar árboles para favorecer el reverdecimiento de la Tierra y el secuestro de carbono; y proteger las costas oceánicas de la erosión mediante la plantación de manglares.

• Para proteger la biodiversidad y los hábitats y frenar la degradación de los ecosistemas, muchos países reclaman la protección del 30% de los medios terrestres y marinos de aquí a 2030. El objetivo 30x30 se considera un mínimo.

• Las ciudades, que albergan ya a más del 57 % de la población mundial, ocupan el 3 % del territorio, pero son responsables de la mayor parte del consumo energético y de las emisiones de gases de efecto invernadero. Las ciudades más amigables para vivir requieren más transporte público, más desplazamientos a pie y el uso de bicicletas de manera más natural.

• El transporte urge de un cambio rápido hacia un número mucho menor de automóviles privados y hacia combustibles más ecológicos para todos los medios de transporte.

• La agricultura necesita regenerarse para producir alimentos nutritivos de forma que se restablezca la salud del suelo, se capture el carbono y se protejan el clima, los recursos hídricos y la biodiversidad.

• En el campo de la economía y finanzas, la búsqueda frenética de beneficios que ignora el bien común en la naturaleza y en la sociedad debe dar paso a una economía y unas finanzas responsables. “Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo porque se han extendido los desiertos interiores” (LS §217, citando a Benedicto XVI).

• “La educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza” (LS §215). Tanto los profesores como los alumnos comprometidos en la educación ambiental deben ser capaces de ayudarse a sí mismos y a todos “a crecer en la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado basado en la compasión” (LS §210) dentro de la gran red de la vida.

Una persona, de pie, apunta una estrella brillante en la Vía Láctea. Los seres humanos deben repensar su relación con la naturaleza en este tiempo
Una persona, de pie, apunta una estrella brillante en la Vía Láctea. Los seres humanos deben repensar su relación con la naturaleza en este tiempo

Ecología integral para todos

“La existencia humana se basa en tres relaciones fundamentales estrechamente conectadas: la relación con Dios, con el prójimo y con la tierra” (LS §66). “Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas” (LS §92). La ecología integral busca “recuperar los distintos niveles del equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios” (LS §210). Cada uno de nosotros, sean cuales sean nuestros intereses y capacidades, nuestro lugar y nuestras oportunidades, tiene un papel que desempeñar.

Religioso o no, todo el mundo está de acuerdo en que la tierra es una herencia común, cuyos frutos están destinados a beneficiar a todos, tanto hoy como mañana. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al creador, ya que Dios creó el mundo para todos. Por consiguiente, “no es conforme con el designio de Dios usar este don de modo tal que sus beneficios favorezcan sólo a unos pocos. Esto cuestiona seriamente los hábitos injustos de una parte de la humanidad” (LS §93). “Por consiguiente, todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados” (LS §93).

Al igual que otras tradiciones, nuestra “gran riqueza de la espiritualidad cristiana, generada por veinte siglos de experiencias personales y comunitarias, ofrece un bello aporte al intento de renovar la humanidad” (LS §216). Más que ideas, “lo que el Evangelio nos enseña tiene consecuencias en nuestra forma de pensar, sentir y vivir”, y puede generar “motivaciones que surgen de la espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado del mundo” (LS §216).

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La ecología integral exige trabajo; de hecho, defiende el valor del trabajo (LS §124). Pero esto no significa volverse frenéticamente hiperactivo. También necesitamos contemplar al creador que vive entre nosotros y nos rodea; examinar honestamente nuestros compromisos y estilo de vida; y recuperar la serena armonía con la creación (LS §225). “Estamos hablando de una actitud del corazón, que vive todo con serena atención, que sabe estar plenamente presente [...] y que se entrega a cada momento como don divino que debe ser plenamente vivido. Jesús nos enseñaba esta actitud cuando nos invitaba a mirar los lirios del campo y las aves del cielo (LS §226). Deberíamos imitar a Santa Teresa de Lisieux, cuyos “gestos cotidianos […] rompen con la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo” (LS §230).

Conclusión

Los invito a tomar mis palabras como un paso más en su camino hacia el cuidado de nuestra casa común. Lean el capítulo cuarto de Laudato si’, titulado “Ecología integral”, en el que el Papa Francisco aborda la ecología medioambiental, económica y social; la ecología cultural; la ecología de la vida cotidiana; el principio del bien común; y la justicia a través de las generaciones.

Y podemos esperar más orientaciones del Santo Padre: el 21 de agosto de 2023, dijo que estaba escribiendo una segunda parte de Laudato si’, para actualizarla según los “problemas actuales”. Podríamos preguntarnos: ¿Qué cuestiones han surgido como significativamente más peligrosas y urgentes hoy de lo que sugiere su tratamiento en la encíclica de 2015? ¿Cuál es nuestro papel en cada uno de ellos? ¿Qué podemos y debemos hacer al respecto?

Independientemente de la actualización de la encíclica, nuestra obligación para con el futuro es incontestable: “No debemos olvidar nunca que las jóvenes generaciones tienen derecho a recibir de nosotros un mundo bello y habitable, y que esto nos inviste de serios deberes hacia la creación que hemos recibido de las manos generosas de Dios”.

Echando la vista atrás ocho años, desde que leímos por primera vez Laudato si’, también podemos preguntarnos: ¿Qué impacto ha tenido la encíclica? ¿Qué cambios o avances debemos agradecer? ¿A qué ámbitos no ha llegado? ¿Cómo podemos ayudar a que ambas partes de Laudato si’ lleguen más lejos y más profundamente?

El Papa Francisco apoya a Francisco de Asís como nuestra mejor guía al considerar todas estas cuestiones:

San Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no son cristianos. Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior. (LS §10)

*Este artículo es una adaptación en castellano para Infobae, de un discurso pronunciado en la IV Conferencia internacional sobre el cuidado de la creación, acerca del tema “Compromiso de los jóvenes con la ecología integral: Estilos de vida para una nueva humanidad”. La conferencia fue coorganizada por la Fundación Juan Pablo II para la Juventud (en el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida) y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, y se celebró en el campus de Lisboa de la Universidad Católica de Portugal el 31 de julio de 2023.

El texto, basado en un discurso (en inglés) pronunciado el 9 de marzo de 2023 en la Universidad Gonzaga de Spokane (EE. UU.), fue actualizado y redactado de nuevo por Robert Czerny y Tom McAuley en Ottawa.

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