El caballo adelante, por favor

Comerciemos muchísimo individualmente con los miembros de BRICS, pero no comprometamos nuestro papel geopolítico

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El presidente de Brasil, Luiz
El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, el de China, Xi Jinping, el de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, el primer ministro indio Narendra Modi y el canciller ruso Sergei Lavrov en una cumbre de los BRICS (Presidencia de Brasil)

Los BRICS han terminado instalándose entre nosotros en el modo de la polémica. Y como suele suceder en América Latina, primero se toma la decisión de entrar o no entrar y recién después se comienza a discutir. En su momento, no debatimos antes de ingresar a No Alineados, tampoco cuando nos retiramos y menos después, cuando el kirchnerismo nos volvió a introducir, aunque asépticamente, no como miembros sino como observadores. Somos así.

BRICS parece encaminarse en el mismo procedimiento. Fuerza decir que la mayoría de las así llamadas políticas de Estado aparecen, al principio, como meras políticas del gobierno de turno, que las ejecuta sin consultar. Después, si tienen éxito, la oposición las acepta y, con ello, pasan a la categoría de políticas de Eestado. Y si no lo tienen, languidecen camino al olvido, como pasa hoy con No Alineados.

De manera que la semana pasada, cuando el presidente argentino, faltando noventa días para marcharse, decidió meternos en el BRIC sin consultar, esto de poner el carro delante de los caballos no debiera parecernos una cosa nueva. Así nos va.

El debate vendrá entonces ahora, a posteriori. Al solo efecto expositivo, diría que, con independencia de que se opine si entrar sea bueno o malo, los argentinos estamos en pleno proceso de suprimir cesarismos para construir un sistema de convivencia que disminuya las imposiciones y aumente los consensos. En este caso, no estaría sucediendo.

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La opinión pública está lógicamente ávida de que el país aumente su comercio e inversiones y eso empuja a inscribirnos en cuanta agrupación aparezca con la esperanza de multiplicar esas posibilidades. Ese es el principal argumento que se esgrime para ingresar a BRICS. No sería malo si se tratara de un proyecto de asociación que promoviera ese propósito, como pudieran ser la Unión Europea, la ASEAN, la ex Nafta o el Mercosur. Pero por ahora eso no existe.

Argentina mantiene buenas relaciones comerciales con prácticamente todos los miembros de BRICS desde mucho antes de ingresar, y si no es mayor se debe casi totalmente a falencias argentinas, no a la necesidad de buscar nuevos mercados en esas aguas.

Tal vez convendría recordar que no existen vientos favorables para quien no sabe a dónde quiere llegar y hace rato Argentina es un país que no sabe adónde va. Cada cuatro u ocho años cambiamos completamente de rumbo y nuestra navegación termina como un barco al garete. En tal situación, hasta que no tengamos en claro el puerto al que apuntamos, todo acercamiento pude llegar a ser bueno pero todo alineamiento puede ser algo apresurado.

Exposición del presidente de Brasil
Exposición del presidente de Brasil Lula da Silva en la cumbre de los BRICS realizada en Sudáfrica el 22 de agosto. REUTERS/James Oatway

Importan tomar en cuenta que, en la actualidad los BRICS representan el 42% de la población mundial y la cuarta parte de toda la riqueza del planeta. Al principio eran cuatro países medianos emergentes tratando de apoyarse para crecer. Pero hoy veintidós años después, ya no es una sociedad de socorros mutuos. Se trata de un espacio de accionar geopolítico con predominio chino en lo que tiene todo el aspecto de la pre-configuración de un espacio para competir con el Banco Mundial y el Fondo Monetario, en posible camino a algo semejante a lo que fueron los No Alineados, organización de pobre recuerdo en la que Argentina cumplió un papel muy deslucido solamente acompañado por la Cuba de los Castro, que pesaba mucho más que nuestro país porque ningún otro latinoamericano quería participar.

Con independencia de la mala o buena intención de actores como China, Rusia o Irán, difícilmente ingenuos, el eventual crecimiento de BRICS lo colocaría en competencia con el G7 y el G20, puntales de una gobernabilidad internacional con la que nuestro país se encuentra largamente referenciada. Y países como el nuestro no obtienen ventajas metiéndose donde no hay intereses nacionales directamente en juego.

Este mismo gobierno que se apresura con los BRICS tiene sin responder hace un año y medio la invitación mucho más importante de ingreso a la OCDE, donde participan los países responsables de más del 70% de la inversión mundial. Claro que en la OCDE nos exigen ciertas conductas económicamente sensatas que a los BRICS no parecen preocuparles. El flamante Banco de los BRICS no está reservado a sus miembros y cualquier país que no reviste en el organismo puede tratar con esa institución. Y como ya le pedimos plata, debutamos con un justificado rechazo por parte de su presidenta, Dilma Rousseff.

Comerciemos muchísimo individualmente con los miembros de BRICS, pero no comprometamos nuestro papel geopolítico. Estamos a punto de repetir en la Hidrovía el disparate de la base china en la Patagonia, que está muy bien que se instale, pero con control argentino, cosa que no sucede. El puerto de Haifa está administrado por una empresa china, pero el gobierno israelí conserva todos los resortes.

La base China se instaló después de que Beijing extendiera al gobierno de Fernández un muy condicionado swap en yuanes equivalentes a 11 mil millones de dólares y todavía no sabemos a qué nos comprometieron con contratos de obras públicas que contienen cláusulas secretas exigidas por Beijing. Y nada se sabe aún sobre qué obligaciones habremos contraído en esta última pirueta de yuanes que emite China y terminan aterrizando en Brasil para financiar importaciones argentinas que cancelan deudas con empresas brasileñas. En fin, que todo es así con el kirchnerismo.

Alberto Fernández, que no para de superarse en materia de patinazos internacionales, primero propuso a nuestro país como la entrada de Rusia a la región escasos días antes de que invadiera a Ucrania y ahora acaba de dejar bien en claro que de los BRICS no esperamos solo comercio e inversiones sino que estamos haciendo un completo alineamiento estratégico. (sic del presidente).

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La invasión rusa a Ucrania es una grieta gravísima en las relaciones internacionales, buscando destruir un sistema de convivencia en paz basado en reglas desde el fin de la segunda guerra mundial. Putin quiere cambiar ese mundo basado en reglas y reemplazarlo por reglas basadas en la fuerza de cada uno.

No hace falta información confidencial, basta con leer los diarios para darse cuenta de que, en estos momentos, la principal maniobra consiste en generar un polo de financiamiento y establecimiento del comercio internacional basado en yuanes para desplazar al dólar. No provocaría alarma si nos encontráramos en un mundo que tiende a la cooperación y no a la disputa. Meditemos antes de cambiarle el collar dejando igual al perro, enrolándonos en lo que, habiéndose presentado en 2001 como un simple espacio de cooperación, a partir de 2006 ya se auto proponen como “liderazgo global alternativo.”

No diré si eso es bueno o es malo, pero ¿estamos seguros de que tomar partido en estos momentos le conviene a los intereses argentinos, país que le debe cuarenta y cuatro mil millones de dólares al Fondo Monetario, estos es, a los EEUU, otra gran potencia lejos de la ingenuidad? Quizá sea buena idea desendeudarnos cuanto antes con el Fondo, pero ¿de veras creemos que a los intereses nacionales argentinos los va a favorecer que, justo ahora, en estos momentos, le peguemos una patada en los dientes?

Los BRICS podrían no ser un puerto de destino final sino una escala de alternativa para una navegación de más largo plazo, pero salvo con Brasil, Argentina no tiene identidades culturales, geopolíticas y de pertenencia con países como Irán, para mencionar solo el peor de los casos.

Imagen de la base China
Imagen de la base China instala en la provincia de Neuquén

La Rusia de Putin tampoco nos parece vinculada a ningún interés geopolítico argentino, como tampoco la Cuba de los Castro o la Venezuela del Chavismo. Y ni hablar del Irán judicialmente señalado en nuestra Justicia por el atentado a la AMIA. Creo que nadie sostiene seriamente que tenemos interés nacional alguno en meternos en juegos geopolíticos y concepciones ideológicas como las del pacto con Irán. A la hora de evaluar el ingreso a los BRICS tal vez debiéramos ponderar si es con esa gente que nos conviene atar el accionar argentino en el mundo.

Con el resto de sus miembros, como Argelia, Sudáfrica, Egipto, Etiopía o Bangladesh no tenemos problemas pero tampoco un proyecto de asociación que exceda el simple interés de comerciar y desarrollarnos de manera independiente de las disputas de las superpotencias. Ingresar a BRICS no necesariamente aumentaría nuestro comercio y cabe preguntarse si nuestras apelaciones a la libertad, el Estado de derecho, la democracia y los derechos humanos se verían honrados sentándonos con Irán o Putin.

Hacer eso muy probablemente alentaría lo que ahora se presenta como alianza Sur-Sur por parte de quienes, adentro y afuera, traten de reeditar interesadamente el viejo discurso del imperialismo apátrida y sus lacayos internos que por tantos años campeó en América Latina y entre nosotros. El anuncio de Fernández debe haber acariciado algunos alicaídos corazones montoneros.

En el otro extremo, quien no parece preocuparse mucho es Washington, que desde la Alianza para el Progreso, pasando por el fracaso del ALCA, no propone nada serio para nuestra región, con la que aparece comportándose como si de veras nos considerara un patio trasero y nada más. Ante esa ausencia de proyectos superadores se entiende que alternativas como BRICS entusiasmen a mucha gente.

Argentina no debe comprometerse en maniobras geopolíticas de ninguna de las grandes potencias a menos que amenacen afectar directamente a nuestros intereses nacionales, y antes de decidir el ingreso a BRICS o a cualquier otra organización, lo primero que debiéramos preguntarnos es si este es, justamente, el momento más oportuno. Por una vez, el caballo delante del carro, por favor.

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