Educación en crisis: los egresados del secundario

Sólo un porcentaje muy bajo de los alumnos concluyen esta etapa con los niveles adecuados. Qué debe cambiar

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Patio de una escuela secundaria
Patio de una escuela secundaria en la Ciudad de Buenos Aires. El porcentaje de egresados en nivel aceptable es bajo en el país (imagen ilustrativa). Foto NA

Año tras año seguimos viendo con desazón como sólo un pequeño porcentaje de alumnos egresan del secundario con un nivel aceptable. ¿Por qué se sigue perpetuando un sistema que claramente está más enfocado en el “aprobar” que en el “aprender” y en donde el que no puede avanzar, se baja o se cae del sistema?

Mejorar el nivel académico de los alumnos es un desafío complejo que involucra diversos factores, tanto en el ámbito escolar como fuera de él.

Qué debe cambiar

Uno de los mayores problemas al que nos enfrentamos es el arrastre. Es decir, alumnos que no logran objetivos básicos en las áreas de lengua y matemática en los tiempos adecuados, y arrastran un déficit de saberes que no les permite incorporar contenidos ni en esas ni en otras áreas. Una medida urgente, por lo tanto, es la de fortalecer los aprendizajes básicos en los tiempos correctos y dejar de apelar al facilismo que les permite a los alumnos avanzar sin haber aprendido.

Esto no tiene que ver con fomentar la repitencia en absoluto, sino con la implementación de medidas que puedan anticiparse al fracaso escolar con el objetivo de identificar y acompañar de una manera más personalizada a aquellos alumnos que así lo requieran.

Resulta imprescindible, por lo tanto, implementar pruebas de diagnóstico al inicio del ciclo escolar para identificar las debilidades y fortalezas de cada estudiante en matemática y lengua para permitirles a los docentes adaptar sus enfoques pedagógicos de manera más precisa y poder diseñar planes de apoyo específicos para estudiantes que presenten dificultades en esas áreas.

Esto podría incluir clases de refuerzo, tutorías personalizadas o el uso de tecnología para proveer una práctica adicional. También debemos empezar a ver la evaluación con otros ojos y dejar de concentrarnos únicamente en ver si el alumno lo logró o no, sino en ayudarlo a que lo logre. La idea es dejar de considerar solamente si el alumno puede repetir ciertos conceptos, sino asegurarnos que pueda poner en valor sus saberes. Es decir, ver qué puede hacer con eso que aprendió.

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Debemos ir a un aprendizaje situado, es decir fomentar la aplicación práctica de conceptos en situaciones de la vida real. Los ejemplos tangibles y las experiencias concretas pueden ayudar a los estudiantes a comprender mejor y retener lo aprendido.

Otro punto clave está en proporcionarles a los docentes capacitación continua en metodologías de enseñanza efectivas y estrategias para abordar las dificultades de aprendizaje y la enseñanza de habilidades como el pensamiento crítico y creativo. Pensar no es fácil, para poder pensar, un alumno debe sentirse seguro emocionalmente, y esto no puede suceder en aulas turbulentas. Acá tenemos otra necesidad clave: trabajar las habilidades socioemocionales de manera transversal y sostenida.

Los docentes necesitan estar actualizados en enfoques pedagógicos innovadores para poder dar respuesta a los requerimientos de alumnos actuales. Pero contar con las herramientas no alcanza, el docente necesita, además, tener la autonomía necesaria para tomar las mejores decisiones sobre sus alumnos, y esto incluye el decidir si puede avanzar o no.

Es necesario repensar el sistema
Es necesario repensar el sistema de evaluación en el nivel secundario de la educación formal en Argentina (imagen ilustrativa)

Por otro lado, no es menor el tema de cómo se enseña y de qué recursos se emplean actualmente. La matriz didáctica, cómo se enseña, debe estar alineada al alumno de hoy, con todo lo que eso implica. La manera de interactuar con el contenido, el diseño de actividades y proyectos que despierten la curiosidad y el interés de los estudiantes es clave ya que la motivación intrínseca es un factor clave para el éxito académico a largo plazo. La mejor motivación surge cuando es la propia propuesta áulica lo que resulta interesante.

Por otro lado, si bien la tecnología no es la solución, es una gran oportunidad, y debe ser integrada de manera efectiva en el aula, utilizando aplicaciones educativas, plataformas de aprendizaje y recursos multimedia para enriquecer la experiencia de aprendizaje. En este caso, el requisito sine qua non, es el de trabajar previamente cuestiones relacionadas al vínculo docente-alumno y al manejo del aula.

Es sabido que las pantallas generan una tremenda adicción lo que compromete seriamente la atención y concentración de los alumnos en clase. Si el docente no ha podido lograr un manejo de aula propicio, será menester evaluar la prohibición de las pantallas en el aula. La constante estimulación digital puede afectar la capacidad de atención, la memoria y la capacidad de reflexión profunda. La decisión de permitir o prohibir los celulares en las escuelas es un tema complejo y debe considerarse cuidadosamente. Si bien la prohibición puede ayudar a minimizar la distracción y promover un ambiente de aprendizaje más enfocado, no podemos dejar de reconocer que los dispositivos móviles pueden ser herramientas valiosas para el aprendizaje.

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Todo esto es posible si antes se evalúa y ajusta el currículo escolar para asegurarse que esté alineado con las necesidades actuales de los estudiantes, del mundo, y los estándares educativos. Es decir, qué enseñamos y para qué.

Pero nada de esto funciona si no logramos comprometer a las familias en el proceso educativo de sus hijos, brindándoles información sobre el progreso académico y sugerencias para apoyar el aprendizaje en casa.

En este panorama desafiante, resulta imprescindible cuestionar, adaptar y transformar nuestro enfoque educativo. La educación debe ser un espacio de crecimiento y desarrollo, donde cada estudiante tenga la oportunidad de aprender y aplicar conocimientos en su vida. Alentemos el cambio desde adentro, con docentes empoderados, planes de detección y apoyo temprano a los alumnos que no avanzan, y una visión renovada de la evaluación. Y, a medida que avanzamos, recordemos que la educación es una responsabilidad compartida entre alumnos, docentes, familias y la sociedad en general.

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