Romper la Constitución nunca es una idea correcta

No podemos decir que Javier Milei ganó por promover o defender las ideas correctas

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El Estadio Movistar Arena colmado de gente en el cierre de campaña de Javier Milei, antes de las elecciones primarias (Franco Fafasuli)
El Estadio Movistar Arena colmado de gente en el cierre de campaña de Javier Milei, antes de las elecciones primarias (Franco Fafasuli)

Luego de las PASO quedó un nuevo escenario en la política argentina, uno con tres fuerzas que aspiran a ganar la elección y es ahora donde Juntos por el Cambio tiene el desafío de redefinir su identidad.

La alternativa de seguir con aquellos que gestionan hoy lo público y que lo han hecho 16 de los últimos 20 años es inviable. Nos han llevado a un Estado ausente y en el que sólo se salva quien tiene los recursos suficientes, sólo se salva quien puede o tiene la capacidad de mudarse o proteger su casa si la zona se volvió insegura e incluso a veces no es suficiente; donde la igualdad de oportunidades y la justicia social que tanto se pregona -y debemos asegurar- se ha transformado en un sistema clientelar, arbitrario y discrecional que ha privado a las personas de autonomía y libertad. Donde, a fin de cuentas, se erosionaron derechos y libertades consagrados en nuestro orden constitucional e incluso ese orden se ha visto amenazado y vulnerado.

Sin embargo, no podemos decir que Javier Milei ganó por promover o defender las ideas correctas. No hay idea más incorrecta que la de proponer la ruptura con el orden constitucional, quebrando valores fundamentales de la Constitución Nacional, ley primera y fundamental, que sustenta y da la seguridad jurídica necesaria e indispensable para que todos los individuos, empresas y emprendedores que quieren crecer y desarrollarse puedan hacerlo.

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¿Qué tiene de correcto promover un discurso e ideas que rechazan cuestiones básicas como el salario mínimo vital y móvil? ¿Qué progreso humano, entendido desde la dignidad humana, es correcto si se descree en la justicia social? ¿Qué tienen de correcto propuestas que buscan quitar la educación como responsabilidad indelegable del Estado? ¿Qué tiene de correcto negar el cambio climático con las consecuencias que eso conlleva para asegurar el derecho a gozar de un ambiente apto para el desarrollo humano que satisfaga las necesidades del presente pero sin comprometer las de las generaciones futuras?

En caso de llegar al poder y querer avanzar sobre estas materias, ¿Cómo lo haría? ¿Cómo se propone hacer estos cambios? ¿Siguiendo los caminos de Karl Schmidt o Hans Kelsen?

¿Con quién consensuaría entonces estas propuestas que implican una reforma constitucional cuando todavía, como sostiene el constitucionalista Antonio María Hernández, no hemos ni cumplido la Constitución de 1994 en más de veinte leyes reglamentarias que todavía faltan? De lo contrario, ¿la solución será avasallar la propia Constitución con tal de cumplir estas ideas? ¿Se excederán los límites que la propia Constitución le fija al Presidente de la Nación en respeto al orden republicano y federal que defendemos? No podemos afirmar entonces que las ideas que se promueven son las correctas.

La militancia de Javier Milei y el debate sobre la identificación con sus ideas (Franco Fafasuli)
La militancia de Javier Milei y el debate sobre la identificación con sus ideas (Franco Fafasuli)

A su vez, este caso aparece como un fenómeno que continúa con la tendencia de derechas radicalizadas que hemos visto en la región y el mundo. Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil, Recep Tayyip Erdogan en Turquía, Santiago Abascal con Vox en España, Marine Le Pen en Francia, Víctor Orban en Hungría son ejemplos de una ultraderecha nacionalista que ha resurgido en los últimos años con actores que amenazaron o rompieron directamente el orden constitucional en su países, queriendo llevarlos, algunos con “éxito”, hacia autocracias nacionalistas y/o democracias iliberales y a su vez identificados con ideas populistas, xenófobas, autoritarias y militaristas.

Está claro que debemos cambiar, que tenemos herramientas de nuestro orden constitucional que no hemos siquiera utilizado plenamente, pero no por tener que cambiar debemos romper. Son numerosos los principios y valores que hacen a nuestro orden constitucional que debemos preservar. Principios y valores que son la base de nuestra unión nacional, garantía de paz, del bienestar general, la libertad y la dignidad de las personas.

Hoy estamos frente a una tormenta no solo social y económica, sino también cultural y política. Es aquí donde se presenta el complejo desafío para una coalición como Juntos por el Cambio, que ya como Cambiemos en 2015 estuvo a la altura y dio la batalla frente a un modelo y un gobierno populista como el kirchnerismo, de dar frente a su vez a una alternativa que se presenta como “liberal” - ideas a las cuales una gran base de votantes de la coalición adhiere - pero que esconde una forma de hacer política populista, demagógica e ilusionista, con propuestas que ponen en jaque el orden constitucional y la seguridad jurídica.

Tenemos ante nosotros, como verdadera opción representativa liberal republicana, el enorme desafío de hacer frente a esta tendencia que hoy se presenta en nuestro país que puede seducir, pero que en el fondo no busca corregir sino romper, no busca armar, sino desarmar, y la realidad es que no hay lugar para volver a fallar. No hay lugar para la demagogia y la ilusión de soluciones inmediatas. Que la frustración y el enojo nos anime a cambiar con decisión en vez de saltar, que nos dé fortaleza para decidir arreglar lo que está roto pero no romper porque de lo contrario, correremos el riesgo de hundirnos más.

La propuesta de Milei pone en crisis el Estado de derecho y derechos fundamentales. ¿Hay cuestiones que están dañadas actualmente? Sin dudas, por eso debemos cambiar, pero no de cualquier forma. Debemos pregonar un cambio, pero no cualquier cambio. Defendiendo y promoviendo el trabajo y la dignidad humana. Un cambio que cuide las instituciones, el control y división del poder. Un cambio que promueva el desarrollo humano y el progreso económico cuidando nuestra casa común. Un cambio con Estado y con mercado. Un cambio con fuerza pero responsable, con un Estado eficaz, eficiente, republicano, liberal y humanista preservando nuestro orden constitucional porque romper nunca es una idea correcta.

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