Es mentira que el váucher signifique la privatización de la educación

Los váuchers educativos le dan la libertad a los padres y a los niños de elegir la escuela en la que quieran estudiar, mientras que las instituciones se verán obligadas a mejorar su oferta para que el Estado financie sus servicios

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Bajo este sistema, según la cantidad de alumnos que tenga un colegio, sería el monto que el Estado pagaría para solventar los gastos (Getty Images)
Bajo este sistema, según la cantidad de alumnos que tenga un colegio, sería el monto que el Estado pagaría para solventar los gastos (Getty Images)

Algunos días atrás, en un programa televisivo, el actual ministro de Educación, el doctor Jaime Perczyk, dijo dos mentiras. La primera, que el váucher promueve la privatización de la enseñanza pública. La segunda, que esa modalidad ya se implementó en el país y fracasó. No especificó dónde, cuándo, ni porqué. ¡Es difícil lidiar con mentirosos que además tienen cargos inmerecidos! En verdad, no es el único que afirma que el váucher destruye la enseñanza gratuita y pública; políticos, periodistas, docentes, gremios de la educación y muchos más repiten lo que han oído, y así circula el disparate. No está hecha la miel para la boca del asno. No se detienen un minuto para entrarse de qué se trata.

Primera mentira: qué es un váucher

Es un símil de cheque o tarjeta SUBE, que es cargado por el Estado y otorgado a una familia, madre o padre, para que pague la escuela que elije. Entiéndase bien, el dinero lo aporta el Estado.

El monto del váucher es el prorrateo de los gastos que una escuela tiene: salarios docentes, personal administrativo, personal de limpieza, preceptores, luz, gas, teléfono, mantenimiento edilicio u otras necesidades propias de cada establecimiento. Este prorrateo se realiza sobre la cantidad de alumnos y da una suma determinada a la que se le puede adicionar un 20%. De modo que, cuantos más alumnos tenga la escuela, ese plus engorda y genera un fondo extra que puede ser aplicado según las normas que se establezcan y la escuela determine. Este proyecto no anula las cargas impositivas destinadas al pago de la educación, no termina con la gestión estatal de control y supervisión que continúa en manos de las autoridades educativas de cada distrito, y menos la modificación de la currícula. Tampoco las paritarias docentes.

En esta situación, la libertad de los padres y de los niños para elegir escuela es absoluta y los establecimientos educativos deberán rivalizar entre ellos para atraer alumnos y de esa forma disponer de un plus más alto. Voces interesadas y engañosas afirman que se trata de la privatización de la enseñanza, no se ve el riesgo, aún cuando el Estado autorice el váucher en escuelas privadas, pues quien tome ese servicio debe adicionar al monto del váucher lo que falte para cubrir la cuota del colegio privado. En caso de que un establecimiento privado decida aceptar los váuchers, perderá automáticamente el aporte estatal. Así de sencillo. De ningún modo este sistema refuerza la educación privada. Lo que ha reforzado a la educación privada es la catástrofe escolar que atravesamos.

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Los váuchers abrirán una competencia entre escuelas para poder captar la mayor cantidad de alumnos y, así, recibir un bono máximo del Estado (Getty Images)
Los váuchers abrirán una competencia entre escuelas para poder captar la mayor cantidad de alumnos y, así, recibir un bono máximo del Estado (Getty Images)

El váucher, entonces, se orienta a la demanda y no serían los únicos dineros que el Estado orienta en esa dirección. Los planes sociales van al destinatario (la demanda) para que haga con ese dinero según lo indiquen sus necesidades. No se envía el dinero a los comercios, empresas de servicio o lo que fuere (oferta) para comprar ahí. ¿Por qué en los planes la libertad se acepta y en la educación no? Algunos dicen: “Bueno, una cosa es el Estado y otra los privados”. Tendrían que replantearse los subsidios a la luz.

Al peronismo actual, naturalmente auto percibido, se le debería caer la cara de vergüenza por oponerse al váucher, si tomaran nota de lo que ocurría antes de que apareciera el peronismo, en la época de los vales patronales, cuando el mensú, el hachero o el peón debían canjearlo en el almacén del patrón. No tenían alternativa, no eran libres de elegir. El peronismo fulminó el monopolio del empresario promoviendo la libertad de elegir, prohibió los vales obligando a pagar en contante y sonante. De este modo, el trabajador empezó a comprar donde más le convenía. Si aquello fue bueno y legítimo, ¿por qué hoy, los auto percibidos, se oponen a terminar con el monopolio del Estado impidiendo que la gente ejerza la libertad de elegir escuela como el hachero, el mensú o el peón lo hizo con la harina, el tabaco, el alcohol o la yerba?

Acabar con el monopolio del Estado no es terminar con el Estado, es nada más y nada menos que un nuevo concepto de justicia social. El váucher obliga a las escuelas a competir por el alumno y, para el progresismo, la competencia es un error intrínseco del sistema capitalista indigno de ser aplicado en la educación. De todos modos, esta competencia no garantiza la mejora de la enseñanza, puesto que hay familias que lo que pretenden de sus hijos es el título y no los saberes y el conocimiento. En este sentido, habría escuelas con váucher que compitan sin elevar el nivel. Ahí, debe actuar la supervisión como corresponde a la responsabilidad última del Estado.

La tarea del Estado no se termina con los váuchers, debido a que este debe velar que las escuelas tengan una buena oferta educativa para los ciudadanos en formación  (Télam)
La tarea del Estado no se termina con los váuchers, debido a que este debe velar que las escuelas tengan una buena oferta educativa para los ciudadanos en formación (Télam)

La segunda mentira

Dijo el ministro: “¡Ya hubo váucher y fracasó!”. ¿Dónde, ministro hubo váucher? No se puede llegar a ese cargo y desconocer lo que ha ocurrido con la educación a lo largo de los años. Lo que hubo -y no tiene nada que ver con el váucher- fueron ocho escuelas auto gestionadas, sin váucher, en la provincia de San Luis, cuando gobernaba el doctor Adolfo Rodríguez Saa. La experiencia fue exitosísima, pero hubo que cerrarlas porque la presión de los gremios y del Gobierno Nacional, que llegó al poder a partir del 2003, generó un clima de centralismo y estatismo insoportable.

¿Por qué se opone el progresismo?

Al dirigir el dinero a las familias y estas entregar el váucher en la escuela, el dinero va directamente a las aulas dejando afuera el gasto que la burocracia de pedagogos muerden en las estructuras ministeriales, tanto, como los gremios que tienen comisiones de servicios para no hacer nada de nada. Los sesudos planificadores deambulan sin rumbo en los ministerios y secretarías no siendo otra cosa que inservibles ñoquis universitarios. Deberían bajar a las aulas. El cálculo es que las estructuras ministeriales de los distritos absorben el 40% de la inversión total, (Llach, Juan: Educación para todos) como decía Discépolo: “A mí no me la van a contar, cuarenta años de docencia alcanzan para identificar las fallas del sistema”.

Por otro lado, manejar el dinero es poder, lo que significa otorgarle mayor centralidad a la escuela. De todos modos, cualquiera fuera el Gobierno Nacional que pretenda esta reforma, no podrá realizarla porque la educación esta en manos de los distritos. Podría darse el debate en el Consejo Federal de Educación y que salga pato o gallareta.

Ultimo comentario: el váucher es de suma utilidad en grandes centros urbanos, donde puede darse una competencia más amplia.

El sistema de los váuchers permite que las familias puedan elegir la escuela a la que asistirán sus hijos, sin restricción de costos (Getty Images)
El sistema de los váuchers permite que las familias puedan elegir la escuela a la que asistirán sus hijos, sin restricción de costos (Getty Images)

A mitad de camino

Finalmente, el váucher es una medida a mitad de camino de las reformas que deben realizarse para intentar una mejora. El núcleo central del problema es que las escuelas no constituyen una verdadera comunidad educativa capaz de construir una cultura y un proyecto institucional que dé sentido a la labor docente. Y esto es así porque no es la escuela la que elige al docente, sino que el docente es enviado a la escuela mediante actos públicos que manejan el Estado y los gremios docentes a través de Juntas de Clasificación. ¡Es un forastero! El día que la escuela pueda elegir a sus trabajadores docentes, recién ahí podremos hablar de equipos con coincidencias básicas y empeños conjuntos.

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