Enrique Shaw falleció el 27 de agosto de 1962 y está sepultado en el Cementerio Recoleta. El domingo 27 a las 19 hrs., sus restos serán trasladados al altar de la Virgen de Luján en la Basílica del Pilar por el Párroco, el Padre Gastón Lorenzo y uno de sus hijos, también sacerdote, el Padre Juan Miguel Shaw, misionero en Kenya hace 43 años. La misa será presidida por el Arzobispo de Buenos Aires, Mons. Jorge Ignacio García Cuerva.
Enrique nació el 26 de febrero de 1921 en París, hijo de Alejandro Shaw y de Sara Tornquist de Shaw. Su padre trabajó en esa ciudad durante dos años. Fue bautizado el 5 de abril de ese año por su tío materno, el sacerdote salesiano Adolfo Tornquist, que estuvo destinado en varios países asiáticos durante veinte años. Cuando cumplió dos meses, sus padres regresaron a Buenos Aires y lo inscribieron como argentino en el Registro Civil de Buenos Aires.
A los 4 años, falleció su madre. Antes de morir, ella le pidió a su marido agnóstico que velara por la formación cristiana de sus hijos. En el Colegio De La Salle, se destacó por ser un alumno brillante. Era piadoso y en los recreos iba a rezar a la capilla. A los 14 años ingresó como Cadete en la Escuela Naval de Río Santiago. Aunque era el más joven de su promoción, se ubicaba entre los mejores promedios. A los 18 años, leyó por casualidad un libro sobre la Doctrina Social de la Iglesia del Cardenal Verdier y se entusiasmó, marcando el inicio de una vocación.
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Conoció a Cecilia Bunge a la edad de 19 años y empezaron a salir. Se casaron el 23 de octubre de 1943, con un deseo compartido: formar una familia numerosa y cristiana. En 1944, nació su primer hijo, pero Enrique no pudo estar presente debido a que estaba embarcado en plena Segunda Guerra Mundial. Posteriormente, la Marina envió a Enrique a la Universidad Estatal de Chicago, EE.UU, para estudiar meteorología. En ese país, el mismo día que finalizó la guerra, pidió la baja y devolvió el costo de los pasajes a la Armada. Su vocación por el apostolado en el mundo industrial era clara y quería dedicarse a la promoción de los obreros. Sin embargo, un sacerdote le aconsejó que, al ser misionero entre los empresarios, lograría sus objetivos de manera más eficaz.
Familiares que trabajaban en la Cristalería Rigolleau de Berazategui le sugirieron que aprovechara para realizar una pasantía en la empresa Corning Glass Work y aprender sobre la producción de vidrios. Se capacitó en la fabricación de piezas de vidrio resistentes a altas temperaturas, como las fuentes Pyrex para horno. Durante casi un año, rotó por diferentes secciones, aprendiendo sobre estos procesos y preparándose para su trabajo en Buenos Aires. Enrique y su familia estuvieron un año en Corning, Nueva York, donde nació su segunda hija.
En 1946, regresó a Argentina con su familia y comenzó a trabajar en Cristalería Rigolleau, que operaba en Berazategui desde 1906. Se ofreció como voluntario al episcopado y le asignaron la tarea de organizar el envío de alimentos a la Europa afectada por la Segunda Guerra Mundial. Convocó a varios empresarios y muchos respondieron generosamente. Cuando ya no fue necesario enviar más ayuda a Europa, el grupo que realizó esta tarea decidió unirse y fundar la ACDE (Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa).
En 1948 fue promovido a gerente de producción de tubos en la fábrica. En 1952, ACDE se consolidó y fue nombrado su primer presidente y miembro fundador. Esta organización tenía como objetivo conectar la Doctrina Social de la Iglesia con los empresarios. Su familia continuó creciendo, teniendo en total nueve hijos. Muchos atestiguaron sobre su buen trato, sencillez y apertura al diálogo en la empresa y en su apostolado. Fue un defensor del diálogo social y principal promotor del Salario Familiar, algo que se logró tras muchas reuniones para construir consensos.
En 1958, Monseñor Octavio Derisi inició la UCA con la ayuda de prestigiosos profesores y edificios prestados. Solicitó ayuda a empresarios para recursos, y Enrique colaboró significativamente, siendo nombrado primer Tesorero y miembro del Consejo de Administración de la UCA.
En la fábrica, llegó a ser director delegado, con cerca de 4000 empleados bajo su mando. En 1961, una orden de Corning Glass Works propuso despedir a 1200 empleados, pero Enrique se opuso. Viajó a Nueva York para explicar la situación y logró revertir la decisión.
Al final de sus días, cuando necesitó una transfusión de sangre, más de doscientos empleados donaron voluntariamente. En homenaje a su legado, el 27 de agosto ha sido designado como el “Día Nacional de la Comunidad Empresarial” por la Cámara de Diputados y de Senadores, conmemorando su figura y legado.
Se declaraba en sus fundamentos: “El Papa Francisco ha propuesto al empresariado argentino y del mundo que tomen como ejemplo la figura de Enrique Shaw, cuya causa de beatificación propuso mientras fue Arzobispo de Buenos Aires, y que el pasado sábado 24/04 ha sido el primer paso, al declararlo como Venerable reconociendo el Vaticano sus virtudes heroicas. En efecto, Enrique Shaw podría tratarse del primer santo del mundo de saco y corbata. Entre sus muchos aportes podemos mencionar el compromiso y esfuerzo que, desde la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), desplegó para mejorar las condiciones laborales; en este sentido contribuyó a desarrollar el proyecto de Ley Nacional de Asignaciones Familiares que, posteriormente, tuvo sanción legislativa”.
Y concluía: “Su propuesta consistía en ayudar a que todos los que hicieran un trabajo similar tuvieran un mismo nivel de vida; pero esto no era posible para quienes hubieran querido dedicar su vida a conformar familias, dándose la paradoja que quienes más contribuyen con la sociedad dando vida y el amor que conlleva la crianza de los hijos, quedaran en una posición de mayor vulnerabilidad económica”.
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