El factor canalla

En medio de una tensa anticipación electoral y un país dividido, la realidad argentina se enfrenta a desafíos que van desde el desgaste social hasta la violencia desenfrenada. El factor canalla, representado por actos vandálicos y la normalización del delito, amenaza con desestabilizar aún más la situación

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Violencia y furia por la
Violencia y furia por la situación social y económica del país (AP Foto/Natacha Pisarenko)

Creo que sería bueno poner por delante que el mester de crónica o columnismo tiene la carga, el modo en que cada uno de quienes fatigan sus escritos piensan y prefieren pero han de deponer deseos o posiciones tomadas: se trata de observar la realidad con disposición despojada. Si no, es otra cosa. Hay que jugar limpio.

Vendrán las elecciones en tierra yerma aunque con las posibilidades; justito, hay un botín de futuro al pegar en el blanco del tiempo: alimentos, minerales (incluido el petróleo), unicornios, messis.

Solo que para construirlo se presentan obstáculos desoladores. La sociedad se ha desgarrado. Un país o lugar- es tan enfrentado, tan ideológico hasta el paroxismo-: unos cumplen con la religión chamánica de la terapia insoslayable (expensas-digamos-, gastos fijos, tal vez colegios, gimnasio desde luego, y terapia), mientras los chicos, en un número altísimo, eligen o son forzados a ser soldaditos del narco, el hecho que disciplina y destruye el panorama. A ver quién es el súper gaucho que vaya a Rosario y pegue dos gritos. Es un chiste malévolo.

El personal de la casa principal se fue no sé sabe dónde. El actor que hace de presidente balbucea algo de tanto en tanto, los ministros Aníbal- explicador eximio y probado- y el médico Berni hace rugir el helicóptero, pero sin la durísima eficacia de los Bell Augusta o los Sikorsky de Vietnam. No pinta Apocalypse Now sin la novela que lo origine: El corazón de las tinieblas.

Javier Milei, candidato a presidente
Javier Milei, candidato a presidente por La Libertad Avanza (REUTERS/Agustin Marcarian)

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Milei ha salido de la panza del tipo en la primera Alien, no sé si la vieron, la mejor. Impresionante. Un parto rompedor, disruptivo si lo prefieren. Absorta, una legión de revolucionarios suburbiales se enteraron del capitalismo: la Argentina fue el país donde con mayor fuerza prendió el “Yanqui go home” durante el desafío aún en acción entre Rusia y Occidente, por entonces y durante setenta años la URSS- “Quién no siente nostalgia por la Unión Soviética no tiene corazón. Quien piensa en reponerla no tiene cabeza”, juega Putin- y el anticapitalismo se hizo bandera para los héroes imaginarios recluidos ahora en el Canal Gourmet a ver si le salen las recetas, cuando en las revoluciones tornaron dictaduras y miseria.

Milei absorbió el desencanto y avanzó con realidades extremas en el campo del liberalismo, tradición honrosa y larga, asegura que a partir de los grandes autores de la escuela de Viena o, dicen otros, un clásico – tendría que estudiar para establecerlo un poco -, enunciados ultra excéntricos y bien usados en las redes y reclamados en programas de televisión por razonas de rating, para que los espectadores pudieran vapulearlo o caer hechizados.

La gran velocidad del derrumbe después de tanto tiempo de calamidad en manos de los que incluían, pero en realidad excluían: inflación de terror con traslado a precios y remarcaciones por horas, aumento de la pobreza, adoctrinamiento y abandono de la educación es un dato político y también histórico.

Patricia Bullrich le ganó en
Patricia Bullrich le ganó en las PASO a Horacio Rodríguez Larreta (REUTERS/Agustin Marcarian)

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Massa tiene en la partida la economía, la candidatura y la verdadera presidencia. Hábil, se ilusiona y ahí está, con el peronismo tercero en las primarias. Massa no es peronista de paladar negro ni mucho menos, quién puede reclamarle un pedigrí perfecto. Nadie es peronista y todos lo son, a unos les parece una condición emocionante, otros una desgracia infinita. Ni Perón era peronista, si se mira la platina del microscopio. Volvió contra su voluntad y pasó lo que pasó: el pueblo nunca se equivoca.

Patricia Bullrich salió triunfante en las PASO, con liderazgo y equipos muy importantes, también por la apertura al mundo, vender, exportar y recuperar el orden por medio de la ley. Una candidata que consigue en gran medida expresar el sostenimiento de las instituciones y la democracia.

Claro que ya están en todo el país los saqueos. Un saqueo, acción de guerra, se liga como delito a vencedores que tiene como botín el robo, la violación, el asesinato.

La acefalía en los hechos los hace creer. La confusión acerca de cómo se organizan, quiénes, y la decisión quizás inevitable de reprimir. Hay elementos para reunir y atisbar esa explosión: pobreza- en menor medida: la pobreza no saqueó, no porque en sí misma virtuosa sino que no ocurre-, uso de barras, desclasados, ladrones profesionales, la probabilidad de yugular el comicio.

No ahorraré el factor canalla, el envilecimiento de las personas al construir la noción de que quien tiene algo es porque alguien se lo ha robado a otros, la de que todo está permitido, el enaltecimiento del delito como vanguardia de una revolución -cuál, de qué hablan- la explotación de menores en el saqueo, la busca de muertos para inventar mártires. La Argentina se ha vuelto brusca y con resentidos persistentes. La canallada social, siempre está, pero se ha dejado hacer y estimular.

No se trata de pobreza más narco más política gótica, un tren fantasma para todo tipo de sobresaltos debidos a líderes de opereta, farsantes muy ricos.

Lo atraviesa todo: hemos visto volcar camiones con mercancías, detener los autos en la Panamericana y mandar a los chicos a robar todo lo que se pudiera una y otra vez. Me tocó ver cómo corrían despavoridos los chanchos que escaparon de otro camión, fueron atrapados con chillidos insoportables por el miedo, carneados allí mismo. También fueron robados o se vendieron en medio de la sangre y salvajismo.

Es el factor canalla, la escoria. Nadie que puede salir de un coche importante y robar lo que estuviera allí podrá decir: “No estoy robando, estoy estallando socialmente”. Escoria.

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