El tema del “indio” era una problemática centenaria que preocupaba a las autoridades de la zona desde los tiempos de los españoles.
Pero vayamos más atrás. En teoría, el “indio” es de estas tierras pero ¿lo es realmente? El hombre evolucionado “nació” en África y se expandió por el mundo. Una corriente migratoria lo trajo a nuestro continente que estaba vacío. Por lo tanto, nadie es autóctono en ningún lugar del planeta. Somos seres que migran y se encuentran.
Lo que sucedió con la llegada de Cristóbal Colón al continente, fue un encuentro de dos oleadas migratorias distintas de homo sapiens sapiens en el mismo lugar en diferentes momentos.
Algunos podrán decir que los tehuelches llegaron antes que los argentinos, que nacieron ahí, que su cultura era de esa zona y no merecían ser atacados. Pero con ese razonamiento, no tendríamos que haber atacado y echado a los españoles de América porque también ellos llegaron primero, sus descendientes nacieron aquí y su cultura también se adaptó a estas tierras.
Y aquí aparece el factor de convivencia conflictiva del ser humano que tuvo lugar siempre y en todos lados.
Desde los comienzos de la civilización tenemos datos de enfrentamientos organizados de grupos humanos con el propósito de controlar recursos naturales o humanos (conflictos entre cazadores nómadas y recolectores sedentarios).
Tenemos el ejemplo del Código de Hammurabi como primera lista de leyes de convivencia entre humanos para evitar más muertes entre vecinos de la antigua Persia. Una de las leyes decía: “Si un hombre libre le rompía un hueso a otro hombre libre, se le rompería a él también ese hueso”. Por suerte, las leyes fueron avanzando.
Con esto quiero dejar en claro que el problema está en la convivencia de los seres humanos. Está en nuestro gen.
El conflicto con el “indio” siempre fue por territorios. Lo mismo pasó con los españoles en nuestra guerra de independencia; sin embargo nadie criticó a San Martín por todas sus campañas ni las catalogó de genocidios. También pasó con Paraguay en 1811, pero no se cuestionó a Belgrano por esa campaña ni se la catalogó como genocidio. También hubo un conflicto territorial con los brasilerños en 1825 por la Banda Oriental: nadie lo llamó genocidio. Nuestras guerras civiles también fueron conflictos de convivencia entre argentinos y no fueron etiquetadas como genocidios. Fueron guerras y no las inventó Roca.
Los aborígenes de la zona se encontraban en la etapa de caza y recolección, eran nómades. Mientras que los criollos tenían un sistema de cultivo y crianza de animales, eran sedentarios. Esta diferencia de modos de vida generaba el mayor conflicto. Los indios, al ver las vacas, ovejas y gallos en corrales, los robaban. Para ellos, era un regalo servido en bandeja porque se evitaban la cacería. Lo mismo sucedía con las frutas, los granos y todo tipo de alimento.
Entre 1820 y 1870 los aborígenes robaron 11 millones de cabezas de ganado, 2 millones de caballos y 2 millones de ovejas; asesinaron o capturaron a 50.000 personas, y robaron bienes por valor de 20 millones de pesos.
Lamentablemente, ante una imposibilidad de llegar a una convivencia pacífica, siempre el paso siguiente es la guerra.
Tengamos en cuenta que, cuando se habla de “Patagonia” en esta campaña de 1879, se habla del oeste de la Provincia de Buenos Aires, la totalidad de la provincia de la Pampa y del sur de San Luis, Mendoza y el norte de la provincia actual de Neuquén. Zonas muy cercanas al núcleo de la civilización argentina y ricas en cultivos que Europa estaba queriendo comprar más y más. Luego, en 1881, se terminaría de extender hasta Tierra del Fuego.
Si los españoles se hubieran retirado aceptando perder sus colonias, no hubiera habido una guerra de independencia y nadie hubiera muerto, sin embargo no querían perderlas y la guerra fue el resultado.
La guerra es el fracaso del diálogo pacífico y de entendimiento entre seres humanos. Siempre pasó, pasa y pasará.
El conflicto con los pueblos “autóctonos” fue una convivencia problemática desde un inicio que, lamentablemente, terminó en guerra.
Tampoco fue el racismo el motor de esta guerra. Todas las divisiones del ejército argentino contaban con soldados “autóctonos” de tribus aliadas.
Esta campaña no fue esencialmente contra el “indio rebelde de la Patagonia” sino contra Chile.
En 1856, la Confederación Argentina y Chile firmaron un “Tratado de paz, amistad, comercio y navegación”. En el artículo 33, se estableció que ambas partes reconocían como “límites de sus respectivos territorios, los que poseían como tales en tiempos de separarse de la dominación española el año 1810″. Chile presentó cédulas reales, mapas y otros documentos coloniales que avalan que la Patagonia estaba bajo la jurisdicción de la Capitanía General de Chile en 1810. La pretensión de Chile por la Patagonia ya era un hecho.
En 1879, se presenta una circunstancia que Roca utiliza para adelantarse a Chile y aegurar la soberanía argentina sobre la Patagonia.
El país vecino había iniciado la Guerra del Pacífico (1879-1884) contra Bolivia y Perú en el límite con ellos para extender su territorio. Ese conflicto ubicaba al ejército chileno a miles de kilómetros de la Patagonia. Era el momento ideal para ocupar la Patagonia y luego negociar los límites. Eso hizo Roca, ocupó la Patagonia en 1789 y en 1881 negoció los límites que se respetan hasta el presente.
De hecho, la pérdida de la Patagonia es vista en Chile como un episodio vergonzoso en su historia. Ellos siempre colocaban en sus mapas a la Patagonia. Después de la Guerra del Pacífico, iban a ocuparla. Roca, simplemente, se adelantó. Como Chile no podía librar dos guerras simultáneas en dos frentes distintos, no tuvieron más remedio que firmar el tratado de límites en plena Guerra del Pacifico.
Por lo tanto, de no haber sucedido así las cosas, los chilenos también se hubieran enfrentado a los mismos pueblos “autóctonos” de la Patagonia.
Roca, con un brillante movimiento estratégico, ocupó la Patagonia antes que Chile y forzó la firma de un tratado de límites que favorecía notablemente a la Argentina. Así logró extender el territorio nacional sin disparar un tiro ni entrar en conflicto con el país vecino que poseía un ejército moderno. Evitó una guerra sangrienta, larga y costosa.
El conflicto con el “indio” fue una consecuencia de estar éste en medio de dos civilizaciones vecinas, con ejércitos modernos, que pretendían extender sus límites en una época en la que el imperialismo era una forma habitual de organización y expansión y en tiempos en que ambas naciones estaban surgiendo y definiendo sus límites.
Si no hubiera sido Roca, algún general chileno se habría enfrentado a los pueblos “autóctonos” y hoy las provincias de La Pampa, San Luis, Mendoza, Neuquén serían chilenas. Y quizás, no sabemos si más. ¿Quién nos asegura que Chile no pretendía ocupar toda la Argentina? Mantener el límite en la cordillera, también es una estrategia de defensa natural.
Todo este conflicto con el “indio”, ocupar la Patagonia, frenar el avance chileno, definir los límites, no lo inventó ni lo comenzó Roca; él lo completó. Y lo consiguió de la misma manera que lo hubiera hecho Chile, Inglaterra, Francia o cualquier país en el siglo XIX.
Gracias a Roca, figuran en nuestros mapas: el oeste de la Provincia de Buenos Aires, la totalidad de la provincia de la Pampa, el sur de la provincia de San Luis, el sur de la provincia de Mendoza, la totalidad de la provincia de Neuquén, Rio negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego, la Antártida y Malvinas.
Además, nunca hubiera sobrevivido un país mapuche. Si lo hubiéramos respetado nosotros, lo hubiera conquistado Chile.
El General Roca aseguró el 60% de nuestro territorio actual ante la pretensión de otros países o pueblos “autóctonos”. Era vital para el naciente Estado argentino, el control formal del territorio que consideraba suyo.
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