Basta de llorar

Los presidentes más que gerentes deben ser inspiradores, constructores de rumbo y de confianza. Un liderazgo sano te saca de la discusión de los diagnósticos y te lleva a caminar

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Juntos por el Cambio (REUTERS/Agustin Marcarian)
Juntos por el Cambio (REUTERS/Agustin Marcarian)

Los argentinos tenemos que dejar de pensar en qué nos pasó y empezar a decidir qué es lo que vamos a hacer. Menos descripción y más rumbo; menos analistas brillantes y más actores de la realidad; menos palabras y más conceptos; menos echar culpas y más asumir responsabilidades; menos descalificación y más profesionalismo. Basta de llorar sobre la leche derramada. Basta de delirios de grandeza perdida. Hay mucho para hacer, ya.

No somos un país rico, ni un país sin destino. No somos lo mejor del mundo al que le cayó como un aerolito un señor malo que rompió todo. Eso está bien para el diván, pero no para operar con la realidad. Somos lo que hacemos. Los seres humanos somos lo que hacemos y somos nuestras relaciones. Las sociedades también son eso y los que critican desde los palcos sin bajar nunca al escenario no son la solución.

Empecemos por la cabeza. Empecemos por un liderazgo sano. Un liderazgo sano quiere decir austero, decente y patriota. Da el ejemplo, no miente, no va por la propia, no se corrompe ni corrompe a otros. Un importante asesor le dijo una vez al presidente que el suyo era el único cargo en el que el resultado no dependía de lo que él hiciera, sino de lo que haga la sociedad. Son las sociedades, las que con sus acciones individuales y colectivas, se desarrollan. Por eso, los presidentes más que gerentes deben ser inspiradores, entusiasmadores, constructores de rumbo y de confianza. Un liderazgo te saca de la discusión de los diagnósticos y te lleva a caminar. Es un problema de horizonte. Nuestra identidad es el rumbo que tomemos y lo que hagamos.

No nos pueden liderar los que son comunistas para los demás pero capitalistas para ellos mismos. No nos pueden liderar los cínicos a los que les da lo mismo ir un día para el norte y otro para el sur y para quienes su propio norte es el enriquecimiento personal desde el poder. Es fácil ver quién está adonde.

El segundo escalón después de lo sano, es la simpleza. Henry Kissinger decía que la política exterior consiste en asignar prioridades. Lo relevante es lo simple, aunque la realidad es compleja. Al enfermo no lo curan cuatro médicos de distintas especialidades, sino uno que mire al conjunto y vea el sistema. Lo simple es defender de verdad lo que juramos respetar y desde ahí vincularnos con los demás: el estado de derecho, la democracia, los derechos humanos. Lo simple es la igualdad ante la ley en todo, en impuestos, en jubilaciones, sin privilegios. Lo simple es levantar a los caídos. Lo simple es no gastar más de lo que tenés y no financiarte falsificando dinero con el Banco Central, cuya función es “preservar el valor de la moneda”. Lo simple es aumentar los intercambios con los otros países, para multiplicar las oportunidades de los argentinos. Lo simple es no gastar hoy lo que te quitará el mañana (que esa es la definición de populismo). Lo simple es no robar y recibir el castigo merecido cuando violás las reglas de la convivencia. Lo simple es respetar las reglas y que se apliquen a todos por igual.

Quienes temen perder su poder, han desatado una campaña de miedo: “Viene la violencia, viene el ajuste, viene la represión”. Otros, no tan interesados en lo personal, sostienen o creen que lo que tenemos por delante es un gran sacrificio, cosa que nadie quiere, por cierto. Definamos el sacrificio que viene. Cuando nos hablan de sacrificio, pensamos en muerte, pensamos en que nos van a quitar lo que tenemos. Ese no es el sacrificio que hace falta, ni el que deberíamos tener. El sacrificio es el esfuerzo. El sacrificio necesario para llevar adelante un programa de desarrollo sostenible en el tiempo y que incluya a todos, no es que te saquen lo que legítimamente tenés, sino el esfuerzo de construir lo que no tenés.

Tampoco vienen la violencia, las trompadas y la represión ilegal, cuando lo que viene es el cumplimiento de la ley. Algunos están tan acostumbrados a no cumplir la ley y a que la ley no se cumpla, que tener que cumplirla les parece violento. Necesitamos un liderazgo sano, valorar lo simple y tener un horizonte.

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