Escuchando al candidato Javier Milei, se deduce que el plan motosierra se complementa con el plan “manzana cae hacia arriba”, que desacredita a Isaac Newton y refuta la ley de la gravedad. En el marco de ese plan que combina –en dosis aún no determinadas- la mentira artera con la estupidez, el libertario niega el cambio climático y lo atribuye a una conspiración de “los comunistas”.
Dos años atrás, cuando Milei resultó electo diputado nacional y propaló similares inconsistencias, señalé que la provocación puede ser un ejercicio intelectual deseable siempre que desafíe un statu quo anquilosado que detiene el progreso del conocimiento. Pero cuando el statu quo es un dato comprobado, verdadero, de realidad constatable (como la ley de la gravedad o el cambio climático) desafiarlo conduce a integrar aquella categoría incalificable que resulta de mezclar la mendacidad con la ineptitud.
Alegar que el cambio climático (provocado por el método de producción y consumo desplegado desde la Revolución Industrial, y con más fruición a partir de la posguerra) es una invención, no es provocación sino estulticia. No es un pensador original quien descree de la ley de la gravedad. Es un necio. Definición de necio: “Que insiste en los propios errores o se aferra a ideas o posturas equivocadas, demostrando con ello poca inteligencia”.
Además de decir sandeces como que en otro momento la Tierra se congeló y que por eso ahora se calienta, Milei recita una sola fuente: un artículo de Don Eastbrook que ni siquiera merece ser mencionado, ya que cientos de científicos de renombre reunidos por Naciones Unidas demolieron sus postulados. El asunto del calentamiento global no resulta de comparar temperaturas planetarias actuales con otras eras geológicas en las que el ser humano no interactuaba con el medio más que cualquier otro ser vivo. El drama del calentamiento global es que la acumulación de gases producto de la combustión de fósiles alimenta un efecto invernadero que puede hacer más invivible la vida sobre la Tierra, aunque no para todos del mismo modo ni en la misma magnitud.
Y eso, tal como la ley de la gravedad, tiene efectos, le guste o no a Milei. La Argentina acaba de perder exportaciones por más de 20.000 millones de dólares como resultado de una sequía que es –indiscutiblemente- un subproducto del cambio climático: desde hace treinta años los científicos explican que la ruptura del equilibrio meteorológico mundial deriva en un proceso de agudización de los extremos, como sequías, inundaciones, olas de calor, y demás fenómenos que aparecen más intensos, más agudos, más violentos y más recurrentes.
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Quiere decir que la negación que propone Milei no será inocua. De no atender este drama ambiental, tanto mediante una transición energética como -principalmente en países como Argentina- promoviendo políticas que atenúen la vulnerabilidad de la sociedad, habrá consecuencias. Negativas.
¿Qué le aporta a Milei contradecir la existencia del cambio climático, más allá de ubicarse en el sitio del cuestionador a todo pensamiento derivado del sentido común? Suele decir que aceptar la existencia del calentamiento global conduce a políticas “colectivistas”. En el mejor de los casos, eso implica –de parte de Milei- confundir la consecuencia con la causa: la política que se aplique para enfrentar un problema –equivocada o no- jamás permite poner en cuestión la causa de ese problema. Si la manzana que cae me lastima la cabeza no por eso la ley de la gravedad está errada.
Al negar el cambio climático, Milei oculta y convalida un dato tan incontrastable como el propio calentamiento global: solo cien empresas han sido responsables de la emisión del 71 por ciento de los gases de efecto invernadero entre 1988 y 2015.
El negacionismo de Milei no es fruto de su brillantez intelectual. Más bien lo contrario. Es pariente de su tergiversación del concepto de libertad. Está demandando libertad para que unos pocos externalicen sus costos, sigan contaminando y arruinen la vida de millones, que con su vulnerabilidad creciente son cada vez más víctimas de esta crisis climática.
* Sergio Federovisky es biólogo y viceministro de Ambiente de la Nación
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