La libertad de las mujeres no avanza, retrocede. En el país que tiene las leyes con más libertades para las mujeres los resultados electorales muestran que los derechos conseguidos para decidir tener hijos/as o para no tenerlos, para jubilarse después de criar y cuidar, para casarse con quién te gusta, para fertilizarte con quién amas están en riesgo de parálisis, derogación, retroceso, incumplimiento, cuestionamiento, vaciamiento, plebiscito, penalización o persecución.
No están solo en riesgo para Argentina, sino para los países de la región que lograron instalar debates más libres por la influencia de las mujeres del sur, en una nación con más garantías democráticas para protestar, pedir y escribir (hasta ahora) que otros países latinoamericanos y que lograron transformar temas tabú en conversaciones familiares con la revolución de las hijas. Pero ahora en nombre de la libertad, se busca la censura, en nombre de la familia volver a la muerte y en nombre de la familia reimponer el autoritarismo.
Los resultados electorales de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) no son inocuos. Y si asustan es porque en Argentina se rompió el pacto democrático que respetaba la vida y la libertad y que podría permitir hacer un recambio de ideas, de planes económicos y de políticas públicas con diferencias ideológicas pero sin miedo a perder lo más sagrado: la vida y la libertad de la que se habla a costa de la libertad de las que, a lo largo de la historia, no pudieron hablar y que ahora vuelven a callar no por la fuerza de los votos, sino de la violencia explícita que condiciona también un silencio antidemocrático.
Lali Espósito tuiteó a raíz del resultado electoral: “Qué peligroso. Qué triste”. En principio, es llamativo porque la diva pop argentina es de las pocas que se animan. Y lo que no se quiere mostrar es que el resultado electoral achicó la libertad para hablar, para decir, para pensar y para expresarse. No son opiniones lo que le responden, son costos violentos demasiado altos. Lali contestó a las respuestas -no a la polémica, ni a las opiniones- sino a la violencia: “La violencia con la que bardean es un reflejo de lo que votan”.
La violencia genera miedo y ambos no son espontáneos. Son parte del resultado. Lali habló de anti derechos y ya Milei anunció que quiere derogar el aborto legal, seguro y gratuito. No es libertad, es autoritarismo. Y son anti derechos de mujeres y diversidades. El debate sobre el aborto fue libre. Pero ahora ya no se vive con la misma libertad del 2018-2020 por la reacción machista (el backlash) de amenazas, hostigamiento y agresiones post marea verde que mandó a cerrar la boca a las que lograron más libertad para las mujeres de América Latina.
Yo escribo a pesar del miedo, a pesar de las amenazas, a pesar del hostigamiento cuando escribo la cifra de femicidios en Argentina, cuando escribo que las armas aumentan el peligro de asesinato para las mujeres, cuando escribo que hay una brecha de género por la cual las mujeres ganan menos y que hay derecho a tomar anticonceptivos o abortar. Pero no escribo con libertad. La libertad no es que ante cada nota publicada -sobre femicidos, abusos sexuales, portación de armas o brecha de género- que no le gusta a ese sector impliquen ataques sistemáticos, intimidatorios e invivibles.
Lali hoy no tiene “haters”. No son odiadores lo que generan su respuesta. Son una respuesta organizada que busca atemorizar e impedir la voz de las mujeres y las diversidades en la conversación pública. Son un aparato que no genera un miedo abstracto, sino que ya instaló un miedo concreto por el que periodistas ya dejaron de hablar, de escribir, de trabajar, de contestar y de polemizar. No tenemos miedo de lo que puede pasar. Tenemos miedo de lo que ya pasa y de lo que ya deja de pasar: hablar, pensar y escribir con libertad. Ahora también de decidir, desear y de sostener lo que logramos y de sostener a quienes lograron los derechos afianzados.
Ese miedo sí puede incrementarse y retroceder en derechos y libertades. Lali lo sabe porque habló en la marcha del orgullo en España. Un espejo fundamental para pensar la realidad política actual. La alianza del Partido Popular con Vox para llegar al gobierno (que se puede asimilar a las semejanzas y acercamientos entre Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza) hicieron consolidar a una ultra derecha anti feminista y anti diversidad sexual que prohibió obras de teatro sobre la trata de personas (sacó la obra de la periodista Lydia Cacho, de la localidad de Toledo, aduciendo que era demasiado cara), quitó la bandera de la diversidad sexual de los balcones que gobiernan y se opone (o se ríe directamente) del minuto de silencio dispuesto oficialmente en repudio a la muerte de mujeres por violencia machista.
El PP hablaba de “chantaje de las minorías” y VOX de la palabra “familia” como un único núcleo en donde, en el debate presidencial, Santiago Abascal (candidato a presidente de Vox) decía que él amaba a las mujeres como su esposa y su hija, preguntaba “¿Qué es una mujer?” para demonizar a las personas trans (tal vez para sacarse la duda existencial de la masculinidad) y demonizaba la educación sexual (que es ley en Argentina y no en España) porque decía que quería convencer a sus hijos de cambiar sus gustos heterosexuales cuando en Argentina es clave para detectar, prevenir y frenar los abusos sexuales.
En España gran parte de un electorado de centro se corrió (sin que estuviera previsto en las encuestas) de la alianza de una derecha moderada (por lo menos habían firmado el pacto contra la violencia machista) con una derecha radicalizada en contra de los derechos de las personas que quieren elegir a quién amar y como ejercer su libertad sin la clausura de un liberalismo selectivo que quiere libertades para el mercado o para los señores masculinos tradicionales (con sexo tántrico, sin mujeres en la casa y con gritos pausados para ganar) pero no para las mujeres y las personas que se abren a otros caminos.
Las conclusiones que, hasta ahora, deja el resultado español es que la ultra derecha aumenta la violencia social y frena los avances en la diversidad. Pero no necesariamente llega al gobierno. Durante la campaña electoral ni Javier Milei, ni Patricia Bullrich hicieron foco, en ninguno de los dos casos, en su discurso, en el freno a los derechos que sí buscaron frenar en el Congreso. Pero, La Libertad Avanza, con los resultados en las urnas, salió a combatir el derecho a la educación sexual y el aborto legal.
Antes lo habían intentado, pero no lo habían logrado. Por ejemplo, quisieron frenar el matrimonio igualitario y no pudieron. Pero ahora dicen que bueno, que si estas casado, no te van a ir a sacar la libreta, cuando hablan con un periodista casado con un hombre, como si los derechos hubieran llovido (y no se hubieran peleado para constituirse en leyes con personas que negaban la existencia de otras formas de amor, placer y cuidado) y sí la plataforma de Javier Milei es explícita en su negativa a la Interrupción Voluntaria del Embarazo y la Educación Sexual Integral.
-¿Estas de acuerdo con la ley de aborto?, le preguntó Alejandro Fantino a Javier Milei.
-Estoy en contra porque va en contra del derecho a la vida.
-¿Pero revisarías la ley?
-Por lo menos haría un plebiscito.
-¿Y si te da en contra?
-Eliminaría la ley. Todo ese proceso estuvo bastante viciado. Si los argentinos creen en el asesinato de un ser humano indefenso en el vientre de la madre, bueno. Me parece un tema delicado que hace a la cuestión moral.
“Hay que penalizar y perseguir a las personas que promueven el aborto”, avanzó Santiago Santurio, candidato a diputado por La Libertad Avanza (LLA) eso implica que no solamente podrían derogarlo, sino perseguir a médicas/os, socorristas, funcionarias públicas, enfermeras, periodistas y cualquier otra persona que cumpla con la ley o con las causales (como violación o riesgo de vida) que estaban vigentes desde 1921. El riesgo no es leve, es de vida o muerte, de libertad o persecución, de avance o retroceso mortal.
Lo que avanza es la persecución a la libertad, no la libertad. Todavía estamos a tiempo que no plebisciten nuestra libertad porque la libertad de las mujeres no es una pregunta, es un derecho. No se plebiscita la democracia aunque haya parte de la población anti democrática. No se plebiscita el robo aunque haya ladrones. No se plebiscita el derecho al aborto, aprobado por ley, discutido en el Congreso y ejercido por las mujeres que no van a volver a la clandestinidad, porque los derechos se pongan en un bingo machista y para nada liberal en relación a los cuerpos de las mujeres.
Las opciones van, si son gobierno, desde una derogación legislativa o por decreto, hasta vaciar de personal y presupuesto a las personas que tienen que ejecutar esas (y muchas otras) normas que hay que votar, solventar, sostener y no boicotear. ¿Los derechos existentes están en riesgo? Si, están en riesgo. ¿Es grave? Gravísimo. ¿Es peligroso? Sí.
¿Si estamos bien por qué existe la ESI y eso hace que la vida sea maravillosa? No, claro que no. No hay vida maravillosa en este mundo y en este país, con temblores; alquileres imposibles; calentamiento global; inseguridad; crimen organizado; corrupción política, judicial y policial y una inflación calamitosa. Pero era peor cuando a los chicos y chicas los abusaban los vecinos, los padres, los padrastros, las madrastras, los tíos, los padrinos, los curas, los profesores y no podían hablar. Nadie los escuchaba y nadie intervenía por el derecho a su intimidad. De eso no se hablaba y ahora sí se habla. Podemos hablar para que no sucedan y, mucho menos, se perpetúen, callen y pasen como si nada.
Ahora no se trata solo de quitar lo que se logró, sino de dejar de estar cuidadas. ¿Un ejemplo? Una chica está con un chico y su acompañante difunde un video sexual. La cámara de diputados aprobó La Ley Olimpia para que eso sea considerado violencia digital, aunque todavía tiene que aprobarlo el Senado. ¿Quiénes votaron en contra? La libertad avanza. ¿La libertad sexual de una chica es la misma que la de un chico si la difunden desnuda o en alguna posición íntima? Claro que no. La libertad plena implica protección de derechos. Pero negar que existe la violencia de género no es solo derogar las normas existentes, sino frenar las leyes que cuiden a las jóvenes de las formas aggiornadas de la violencia machista.
La Ley Olimpia fue aprobada, el 5 de julio, en la Cámara de Diputados, por mayoría con 191 votos a favor, 2 en contra de Javier Milei y Victoria Villarroel (La Libertad Avanza) y 1 abstención de Carlos Zapata (Ahora Patria en alianza con La Libertad Avanza). Estuvieron ausentes Carolina Piparo (La Libertad Avanza) y José Luis Espert (Avanza Libertad ahora en Juntos por el Cambio). ¿La libertad avanza para una chica que se desnuda con miedo o que puede sufrir bullyng por acostarse con alguien o retrocede?
Esta votación es una muestra que no solo se pueden quitar derechos, sino frenarlos y que hay riesgo de desprotección de la libertad de jóvenes y mujeres. No se garantiza que sus derechos avancen, sino que retrocedan porque el miedo a ir a la cama aumenta si pueden divulgar, extorsionar, amenazar o violentar esa violencia sin que se pueda condenar esa conducta y sin que se pueda proteger a las víctimas.
La disputa entre los neo fascismos y los feminismos sacó a otros actores de la cancha porque el feminismo disputó derechos que las mujeres nunca habían tenido y eso abrió la ilusión de futuro en un mundo que solo se cubre la cara para que la cosa no se ponga peor. Es cierto que, en todo el mundo, los libertarios o sectores que representan fenómenos similares dan la sensación de un eructo prepotente que vuelve a la hombría sin límites y que esa arenga exaltada le da a muchos muchachos una película de un futuro que, aunque sea irreal, prefieren. Eligen esa incertidumbre a una realidad decepcionante.
Lo ilógico es que por hablar de libertad perdamos libertad y que por disputar futuro retrocedamos al pasado. No es la única falta de lógica. En España, con falencias, peleas y pendientes, la confrontación anti feminista no escondió (al menos del todo) a las mujeres y a los feminismos y a la diversidad. La mayor contrincante de Abascal en el debate presidencial fue Yolanda Díaz, la candidata de Sumar, que le mostró la foto de dirigentes riéndose durante un acto (del que se negaron a participar) de femicidio, que propuso aumentar las licencias para poder cuidar (especialmente de madres solas) y que no se calló cuando él la mandaba a calmar.
En Argentina, Unión por la Patria, escondió la agenda de género de su campaña electoral y más allá que la paridad existe y no se puede renunciar, no tiene a candidatas fuertes que disputen el espacio social, mediático y virtual. La única que lo hizo fue Ofelia Fernández (hablando, entre otras cosas, de los padres borrados que no mantienen a sus hijos y no cumplen con la cuota alimentaria) pero ella se quedó afuera de las listas y a pesar de su relevancia no es, ni siquiera, candidata.
En el escenario de La Libertad Avanza había más mujeres que en las otras fuerzas durante la transmisión electoral del domingo a la noche. Esa es una verdad que muestra que los cambios generados por el feminismo son más valorados por el liberalismo conservador (para imitarlos y combatirlos) que por las fuerzas que apoyaron la agenda de género pero que desaprovechan sus logros y muestran el resentimiento machista de sus integrantes.
La presencia de mujeres no garantiza que se generen mejores cambios para las mujeres, sino que repiten un esquema probado en Bolivia, Perú, España e Italia -entre otros- de pink washing o lavado de cara en donde son las propias mujeres las que usan la escalera creada para generar más derechos para cortar con sus uñas los derechos que las dejaron subir para que no suban otras y para que, en esa escalera, no haya mujeres más libres, sino más negadas.
De todas maneras, es un punto que muestra una estrategia acertada de esa fuerza y una estrategia errada -y vergonzosa- de quienes para oponerse a esa fuerza son más libertarios que los libertarios y esconden la agenda de género y diversidad sexual demonizando al feminismo que permitió cambios positivos y dejando que Milei no solo gane las elecciones sino la disputa electoral en donde los machistas popu-progresistas toman encantados el machismo liberal para correr a las mujeres, gays, lesbianas y trans del centro de la escena.
La respuesta a los cuestionamientos de por qué no se habla más de temas de género son que el electorado es conservador y que esos temas (¿en serio eso y no la inflación?) hacen perder las elecciones. Si realmente hay que perder para ganar no hay ganancia. Pero además no es cierto, aunque sí es un discurso cómodo para el machismo progresista, peronista y popular, que la culpa de un rendimiento bajo sea lo que se logró y no lo que está en falta.
Por supuesto que se debería sostener una agenda de género, por ejemplo, para dejar por ley la llamada jubilación para amas de casa que no está garantizada sino que es apenas una moratoria extendida (y que no parece quedarse en los planes de Javier Milei ni de Patricia Bullrich) y la norma que da un año de trabajo por cada hijo o hija y 3 años en los casos de las madres más pobres (que cobran AUH) o que tienen hijos o hijas con discapacidad. ¿O darle a las madres el reconocimiento del trabajo para que lleguen a una vejez digna es una consigna anti popular y de minorías? ¿Es una agenda frívola advertir que 9 de cada 10 mujeres se quedarían sin jubilación si no hay una moratoria que ayude a equilibrar las desigualdades de género?
También se debería agilizar y consensuar la aprobación de la ampliación de las licencias para padres y madres (que tampoco puede verse en una agenda de ajuste XL y un paradigma ultra liberal); proponer la atención en salud mental para las víctimas de violencia sexual o el fomento de carreras técnicas para que las chicas puedan aspirar a salarios más altos; cumplir con la garantía de abogados/as para las víctimas de violencia de género; licitar la compra de tobilleras electrónicas para que los agresores no rompan las prohibiciones de acercamiento y observar el cumplimiento de la construcción de jardines maternales en las empresas para que la conciliación familiar y laboral esté más cerca.
Sin duda, los fenómenos no tienen una única causa. La inflación hace de Argentina un país que juega a la lotería en cada compra en la verdulería y que supera todas las pruebas de salud mental posibles e imposibles que puede aguantar una población. Y eso es una explicación obvia a que exista un claro descontento que se exprese en las urnas. Nadie puede estar contento cuando el 15 del mes es el nuevo fin de mes y comprarte una birra hoy es la inversión más segura que puede hacer un pibe que trabaja sin otra compensación que su billetera virtual.
Sin embargo, la crisis económica no es la única razón para el surgimiento de una fuerza negacionista de la violencia de género, la desigualdad de las mujeres en el mercado laboral, la identidad de las personas trans, el amor legal entre gays y lesbianas y que haya una pareja de lesbianas que pueda fertilizarse y críar un hijo juntas (un derecho que en Italia la derecha de Giorgia Meloni ya puso en jaque). A pesar qué quienes no pudieron solucionar -en sus gestiones de gobierno- algo tan elemental como poder trabajar y que el trabajo sirva para comprar lo que necesitas para comer, para salir y para planificar, se le echa la culpa al feminismo del aumento de la ultra derecha.
En Argentina hay muchas cosas en las que estamos mal, muchas más en las que podemos estar peor y algunas de las que nos tenemos que sentir orgullosas -la justicia social, los avances feministas y la diversidad sexual- para que no vengan a robarnos derechos y libertades que nos costaron tanto. El negacionismo de los problemas nunca puede traer soluciones a lo que, de base, niega. El rechazo a nuestra libertad sexual nunca puede hacernos más libres. El grito sobre nuestra voz nunca puede generar debates más democráticos.
Queremos más democracia y libertad. Pero no libertad a costa de volver al encierro. ¿Quiénes son? A veces sí sabemos quiénes son y lo que nos falta es volver a creer en quienes somos nosotras y que nuestra libertad ya no puede estar en juego.
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