Puede que Javier Milei pretenda expresar una ideología liberal y libertaria, incluso que haya inoculado en la conversación política conceptos económicos nuevos y disruptivos, pero por sobre cualquier otro mensaje su personalidad agresiva y extravagante funcionó como un catalizador del enojo, de la exasperación que genera una dirigencia política incapaz de registrar las urgencias de la mayoría.
Milei arrasó y se quedó con más del 30% de las voluntades. El 31 por ciento de los votantes no asomó por el cuarto oscuro, eligieron desentenderse. La cuenta es simple, algo más del 61% de quienes están en condiciones de expresarse lo hicieron desde el rechazo, la furia o el menefreguismo.
El escenario político cambió. La avalancha libertaria lo rompió todo.
La principal coalición opositora quedó a apenas a algo más de un punto del oficialismo. Con una campaña penosa, Patricia Bullrich se impuso por sobre Horacio Rodríguez Larreta, quedando tercera en el ranking de individualidades.
Lo de Sergio Massa fue catastrófico. Lejos, muy lejos de su personalísimo desafío de terminar siendo el más votado, perdió también en Tigre, su terruño político. Malena Galmarini no superó la interna con Julio Zamora pese a la arremetida de amedrentamiento, amenazas y feroces estrategias que su esposo desplegó para allanar el camino.
La excelente performance de Axel Kicillof, el candidato más votado en la provincia de Buenos Aires, sumado a otras señales del avance camporista, el caso de Hurlingham -donde Damián Selci se impuso a Juan Zabaleta - dejaron al ministro-candidato atrapado en un cepo de contradicciones del que le costará zafar.
Juan Grabois, envalentonado por la debacle del candidato estrella del oficialismo, llamó a acompañarlo en octubre. En el helado escenario de la derrota le llenó la cara de dedos al tiempo que lo empapeló con un programa de gobierno que está en las antípodas del avasallante candidato market friendly que el bueno de Sergio pretende ser.
Nada que acompañe o sostenga las medidas que el ministro Massa deberá ejecutar si quiere llegar de pie a las generales.
El panorama que se abre hacia adelante es absolutamente impredecible. En carrera solo quedan tres candidatos presidenciales: Milei, Massa y Bullrich. Esa es la oferta electoral que decantaron las PASO. Entre ellos está quien deberá llevar adelante este bendito país en los próximos cuatro años.
La idea de que el ganador de la interna de Juntos por el Cambio sería el futuro presidente de los argentinos quedó para la leyenda. La oposición nucleada en JxC pagó el costo de sus inconsistencias, guerra de egos y vanidades e incapacidad de mirar hacia afuera del termosellado envase de la política.
El futuro es más incierto que nunca. La moneda está en el aire y flota sobre una atmósfera espesa y enrarecida.
La preferencia por Milei sonó este domingo como un grito profundo de bronca y hartazgo.
Pero, ¿quién es Milei? ¿con qué estructura, con quienes piensa gobernar? ¿Cuáles serán los acuerdos con los que espera sostenerse en el poder mientras vitupera por izquierda y derecha a todos y todas? ¿Cómo compatibiliza su capacidad extrema de confrontación con los consensos que demanda la implementación de los cambios? ¿Con quienes se verá obligado a pactar o negociar para que la cruda realidad no se lo termine devorando?
¿Y Patricia Bullrich? ¿De qué saldrá a hablar por los caminos para retener el voto propio y sumar a quienes votaron a Larreta? ¿Cómo hará para que quienes votaron con convicción o a la desesperada al outsider libertario la prefieran? ¿ Reforzará su perfil duro e intransigente o flexibilizará sus consignas para convocar al centro desamparado?
¿A qué piensa jugar Mauricio Macri, quién anoche convocó a la unidad mientras se paró delante de Larreta haciéndolo, literalmente, desaparecer de la escena? ¿Podrá controlar su ego, al que tanta batalla dice haberle presentado, para liberar a Bullrich de un mecenazgo político que no la ayuda?
¿Y Massa? ¿Cómo se las arreglará para llegar a octubre? ¿Qué nuevos malabares tendrá que hacer para sostener este estado de devastación en el que van dejando a la Argentina?
¿Tendrá margen para seguir fatigando con el “nosotros o ellos” mientras sigue lamiendo los despachos del FMI y sus adyacencias? ¿En qué lugar de la narrativa ubicará a Milei, volverá a la carga con los denunciados pactos en la oscuridad del poder? ¿Resistirá los embates ideológicos con los que el cristi-camporismo pretender marcarle la cancha?
¿Con Cristina resguardada en el lejano sur, que será del kirchnerismo puro y duro? ¿Cómo seguirá la relación de Axel Kicillof con Máximo Kirchner, cuando el gobernador, único vástago político de la lideresa, es el garante del último enclave de ese espacio político en retirada?
El escenario político de tres tercios está desbalanceado. Demasiada abstención. Demasiada gente desentendida del futuro. Demasiado agobio. Demasiada tristeza para sobrellevar la remontada.
A cuarenta años de recuperada la democracia, poco muy poco para festejar. Solo la inmensa pena de no saber para dónde tomar.
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