Llegan las elecciones y es común preguntarse acerca de las implicancias que tiene votar en blanco o hacer un voto nulo. Existen, en derredor de este punto, mitos e inexactitudes que resulta necesario develar para que los electores sepan cuáles son las consecuencias de sus actos electorales.
En primer lugar, debe entenderse que un voto en blanco es aquel que realiza un elector, introduciendo en la urna un sobre vacío o con cualquier papel liso y sin inscripción alguna, sea del color que sea. Si, en cambio, en el sobre hubiera objetos extraños, o papeles escritos o dibujados, o duplicidad de boletas de distintas agrupaciones, o tan deterioradas que no llegue a leerse la categoría del cargo que se elige, o el número de la lista, el voto será anulado.
Una vez entendido en qué consisten cada una de esas categorías de votos, es importante saber si tienen alguna influencia en el resultado final de la elección. ¿Se los tiene en cuenta?, ¿se suman al lote de votos del precandidato o candidato más votado? Veamos.
Hablemos primero de las PASO. En ellas, para que una fórmula de precandidatos a la presidencia, o una lista de precandidatos a diputados, senadores o parlamentarios del Mercosur, pueda acceder a la elección general, es necesario que logre el 1,5% de los votos válidos. Para ello se deben tener en cuenta los votos que obtienen todas las fórmulas o listas de precandidatos de una misma agrupación o alianza, y dentro de cada una de ellas, la fórmula o lista que más votos haya obtenido, adquiere el derecho de acceder a la elección general. Si, en cambio, se trata de una agrupación que no tiene competencia interna, la única fórmula o lista que ella presente, es la que deberá alcanzar el 1,5% de los votos.
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Ahora bien, como la ley indica que ese 1,5% debe calcularse sobre los votos válidos, quien realiza un voto inválido (nulo), está restando a la base de votos que se toma en cuenta para calcular ese porcentaje. Si esa base se achica, los porcentajes de todas las agrupaciones políticas suben, con lo cual, hacer un voto nulo en las PASO, ayuda a los diferentes partidos políticos a lograr que alguno de sus precandidatos o listas accedan a la elección general, ya que la existencia de muchos votos nulos les permitirá alcanzar con mayor facilidad el 1,5%.
Diferente es la incidencia del voto en blanco en este tipo de elecciones, porque como es un voto que sí se cuenta en ellas, y que forma parte de la base que se utiliza para calcular el 1,5% que una agrupación política necesita para lograr que alguna de sus fórmulas o listas accedan a la elección general, hacerlo sería inocuo, es decir, no produciría efecto alguno en el resultado de la elección.
Ahora me voy a referir a las elecciones generales del mes de octubre. En ellas, ¿tiene alguna incidencia votar en blanco o hacer un voto nulo? En la elección presidencial sí; en las demás no. Veamos.
En una elección presidencial, tal como están redactados los artículos 97 y 98 de la Constitución Nacional, para que una fórmula gane en primera vuelta, debe superar el 45% de los votos afirmativos y válidos (no en blanco ni nulos), u obtener entre el 40 y el 45% de los mismos, y además superar al segundo por más de diez puntos porcentuales. Entonces, el que vota en blanco o hace un voto nulo, no está sumando a la base sobre la cual se calculan esos porcentajes; al contrario: la está achicando. En consecuencia, si esa base se achica, los porcentajes de todos los candidatos suben, y se ayuda a que, quien más votos obtiene nominalmente, está más cerca de superar el 45% que necesita para evitar el balotaje. No es que en la elección presidencial los votos en blanco o los nulos se suman al que gana, sino que, insisto, ayudan a la fórmula que está más cerca de obtener el 45%. No son, en consecuencia, en una elección presidencial, votos inocuos o inocentes.
Sí, en cambio, lo son, cuando se trata de la elección para los demás cargos legislativos o para el Mercosur, o para candidatos a gobernadores de provincias en las que no se utiliza el balotaje, o para un intendente. En estos casos los votos en blanco y los nulos son indiferentes y no tienen influencia operativa en el resultado de la elección.
Ahora bien, más allá de la explicación que he brindado, diferente es la discusión filosófica acerca de la utilidad o no de ese tipo de votos. Algunos argumentan que son una forma de protestar contra la dirigencia política. Otros, entre quienes me incluyo, entienden que, al votar, los ciudadanos no solo elegimos gobernantes, sino que, además, cumplimos con una función pública: la de sostener la democracia y de mantener en marcha la organización estatal pergeñada a través de la Constitución Nacional. Por lo tanto, votar en blanco o hacer un voto nulo, más allá de las implicancias operativas que antes expliqué, lesiona al sistema constitucional previsto en nuestra Ley Suprema, que prevé la existencia de un sistema democrático y de órganos de gobierno cuyos integrantes deben ser elegidos por el pueblo. No yendo a votar, o votando por nadie (es decir, haciendo un voto en blanco o nulo), nada de eso sería posible.
Diferente sería si la legislación electoral previera alguna consecuencia reparadora para el caso que los votos en blanco superaran un determinado porcentaje (por ejemplo, que se debiera repetir la elección, o que se debieran reemplazar a los candidatos, etc.), pero mientras ello no sea así, manifestar el disgusto hacia la clase dirigente, votando en blanco o haciendo votos anulables, sería como matar a una mosca con un cañón: ella desaparecerá, pero el daño provocado -en este caso, en lo institucional-, sería mucho peor.
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