El pasado martes 1° de Agosto, en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) 2023 celebrada en Lisboa, Portugal, la iglesia San José do Brito albergó una misa organizada por la Iglesia Católica Argentina para los peregrinos connacionales. El clima en el recinto con los primeros peregrinos era una fiesta, ya que portaban las remera de la delegación argentina que simula la camiseta de la selección de fútbol. Había jóvenes de todas las regiones de Argentina. La misa fue presidida por los obispos Mons Pizarro, Mons Conejero y Mons García. También fue concelebrada por los sacerdotes y diáconos que acompañaban a las distintas delegaciones. En la misa estaban presentes distintos diplomáticos de la embajada argentina en Lisboa.
Ezequiel Canay, de la Pastoral Universitaria de Buenos Aires, me comentaba: “Al ser una misa previa a la misa inaugural fue una misa de recibida y envío. De recibida porque era una forma de iniciar la jornada ya en Portugal después de muchos esfuerzos para poder llegar. De envío porque nos alentaban a vivir y disfrutar la jornada, en conjuntos de hermanos de distintas nacionalidades. Por un momento tuvimos nuestra Argentina en tierras portuguesas. Cantamos la canción del Mundial y otras propias que entonamos en nuestra iglesia local. Más allá de las diferencias de latitudes y carismas dentro de nuestra iglesia en suelo argentino, la misa fue un símbolo de unidad de todos los peregrinos. Fue emotiva y no faltaron las ceremonias ni gestos de los católicos argentinos. Un ejemplo de la JMJ de 2018, se repitió en 2023.
En Cascais, una localidad cercana a Lisboa, el papa Francisco dio la última pincelada en el muro de más de 3,5 kilómetros en el que jóvenes y ancianos de diferentes estratos sociales, nacionalidades, condiciones religiosas y no creyentes simbolizaron la belleza del encuentro de todos los pueblos. “A veces en la vida hay que romperse las manos para no romperse el corazón”, dijo Francisco en la ocasión para exhortar al compromiso en la construcción de sociedad, en un mensaje dirigido a los jóvenes que lo escuchaban en la sede local de la Fundación Pontificia Scholas Ocurrentes, impulsora de la iniciativa.
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El mural, inscrito en el proyecto “Vida entre Mundos”, fue exhibido en las calles por donde pasó el pontífice tras su llegada a Lisboa, donde participa hasta el domingo de la JNJ que reúne a cientos de miles de jóvenes de todo el mundo. En la realización del mural participaron 100 organizaciones de la comunidad de Cascais, en un total de 2.000 personas -entre inmigrantes y presos-, que en grupos de 5 a 10 crearon colectivamente 300 murales que reunieron en una sola obra. Mientras José del Corral, presidente de la Fundación Papal Sholas, entregaba al Papa un pincel analógico y uno digital, declaró: “Este mural unirá el mundo real con el virtual”. Y en la misma línea, agregó: “Esta es la pincelada física y hay un grupo de jóvenes en Mozambique que están iniciando un trabajo digital en el Metaverso”.
Durante su intercambio, Francisco aseguró que “Scholas hace posible que cada uno se sienta interpretado con un gran respeto”. Después de escuchar los testimonios de una joven islámica, uno protestante y una católica, Francisco consideró que “una vida sin crisis, es una vida escéptica”. Participaron de este encuentro tres líderes juveniles de la Comunidad judía “Bet El” de Buenos Aires: Sofía Yoffe, Tomás Kviatek y Agustina Colica, quienes se erigieron –al estrechar sus manos con las del Sumo Pontífice- en fieles emisarios de su congregación y del pueblo judío todo, enarbolando los valores de fraternidad y amor por el otro que vehiculiza la tradición hebrea.
El diálogo interreligioso inspirado en esa comunidad por el Rabino Daniel Goldman, del que la comunidad Bet El siempre se ha sabido cultor e impulsor a través de la figura de sus rabinos actuales como Jordan Raber que nos decía: “No es un mero formalismo eclesiástico ni una pretensión de universalismo con visos ecuménicos. El diálogo interreligioso constituye la empresa de aquellos que hallan un sentido de trascendencia en el marco de las tradiciones religiosas para hacer del mundo un hogar común. En este sentido, podríamos decir que el diálogo interreligioso entre los jóvenes porta en sí la simiente de un tiempo preñado de concordia y hermandad, un tiempo que nos permite avizorar la esperanza de un retorno a la génesis de lo colectivo, al valor universal del amor”.
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En su segundo día en Portugal, el Papa se levantó temprano y presidió la santa misa en privado, en la Nunciatura Apostólica. Luego, en un coche cerrado se dirigió a la Universidad Católica Portuguesa, en Lisboa, para encontrarse con los jóvenes universitarios.
En la plaza que está frente a la casa de estudios, el Santo Padre escuchó una pieza musical, luego recibió el saludo de la rectora del establecimiento, la profesora Isabel Capeloa Gil, y escuchó cuatro testimonios inspirados en la encíclica Laudato si’, en el Pacto Educativo Global, en la “Economía de Francisco” y el de una joven ayudada por el Fondo Papa Francisco para una cultura del encuentro.
El Papa los invitó a ser “empresarios de sueños”, “no administradores de miedos”, con “el coraje de sustituir los miedos por sueños”. En la universidad, el Santo Padre advirtió que la auto preservación es una tentación, un reflejo condicionado del miedo, que hace mirar la existencia de un modo distorsionado.
“Si las semillas se preservaran a sí mismas, desperdiciarían completamente su potencia generadora y nos condenarían al hambre; si los inviernos se preservaran a sí mismos, no existiría la maravilla de la primavera”, sostuvo Francisco.
El encuentro en la universidad católica de Lisboa fue un verdadero diálogo. En efecto, las palabras del Papa vinieron como respuesta a las preguntas que cuatro jóvenes le habían dirigido poco antes sobre los temas de Laudato si’, el Pacto Mundial por la Educación, la Economía de Francisco y la cultura del encuentro.
“Ustedes, queridos estudiantes, peregrinos del saber, ¿qué quisieran ver realizado en Portugal y en el mundo? ¿Qué cambios, qué transformaciones? ¿Y de qué manera la universidad, sobre todo la católica, puede contribuir a ello?”. Así,, el Sumo Pontífice pidió a los jóvenes que en su lugar utilicen el privilegio de su educación para trabajar por el bien común, especialmente en el cuidado del medio ambiente, los pobres y los marginados. Según su punto de vista, las promesas actuales para frenar el calentamiento global se han quedado en meras “medidas a medias que simplemente retrasan el inevitable desastre”.
“Ustedes son la generación que puede vencer este desafío, tienen los instrumentos científicos y tecnológicos más avanzados, pero, por favor, no caigan en la trampa de visiones parciales”, indicó. Y en esa línea, agregó: “Necesitamos poner el drama de la desertificación en paralelo al de los refugiados, el tema de las migraciones junto al del descenso de la natalidad, necesitamos ocuparnos de la dimensión material de la vida dentro de una dimensión espiritual”.
Como anciano (“Porque ya estoy viejo”, admitió el Papa), también sueña que su generación sea una generación de maestros: maestros en humanidad, maestros en compasión, maestros en nuevas oportunidades para el planeta y sus habitantes, maestros de esperanza.
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