“La de Santa Fe tiene que ser la última fotografía en la que Horacio esté solo con los ganadores”. La frase se la atribuyen a Mauricio Macri quienes lo conocen bien.
El ex presidente cree que esa postal santafesina en la que Horacio Rodríguez Larreta aparecía festejando junto a su candidato a vice, Gerardo Morales, y al ganador de la interna local, Maximiliano Pullaro, fue un quiebre de la tendencia que venía -hasta ese momento- a favor de la impetuosa Patricia Bullrich. Y que ese domingo comenzó el último capítulo de la decisiva batalla interna de Juntos por el Cambio, más disputada, más pareja y de final más incierto.
A la semana siguiente y a pesar de la derrota, Patricia y Horacio aparecieron juntos en el escenario donde Rodrigo de Loredo reconoció que había perdido las elecciones en la capital de Córdoba contra Daniel Passerini, un peronista del espacio de Juan Schiaretti. Claro que no hubo discurso de los presidenciables, ni fiesta ni alegría desbordante porque el resultado adverso no daba para demostraciones. Pero allí estaban los dos, juntos.
La fotografía conjunta se repitió este domingo en Chubut. Bullrich y Rodríguez Larreta volaron temprano a Chubut para compartir el triunfo de Nacho Torres, el candidato a gobernador al que apoyaron ambos y que intentó romper los veinte años de gobiernos peronistas en la provincia patagónica. Una victoria muy simbólica porque, además, el gobierno saliente es el de Mario Arcioni, un peronista aliado incondicional de Sergio Massa que termina con una gestión absolutamente deteriorada.
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Con abrigo azul Rodríguez Larreta, y con campera de cuero negro Bullrich, los dos acompañaron a Torres sobre el escenario. Era una parada difícil porque las cifras de la elección en Chubut fueron muy ajustadas y el candidato peronista, Juan Pablo Luque, salió a anunciar poco antes de la medianoche que tenía cómputos propios que lo daban ganador por 800 votos. Todo mientras el resultado oficial con el 95% de los votos le otorgaba la ventaja irreversible al candidato de Juntos por el Cambio por casi dos puntos.
Cada uno hizo un discurso breve después de las palabras del candidato a gobernador. Primero Rodríguez Larreta y después Bullrich. Los dos remarcaron el valor de la unidad y lograron, por primera vez en toda la campaña, dejar por unos minutos la crueldad de la interna. “El 13 de agosto vamos a discutir con Larreta quien es el candidato, pero ahora nos calmamos un poco”, frenó Patricia a algunos de sus simpatizantes en Trelew cuando empezaron a corear su nombre y a gritarle presidenta.
En la semana previa a la reñida elección en Chubut, Macri comenzó una serie de gestiones para bajar los decibeles de la confrontación extrema que había llevado a Juntos por el Cambio a niveles inéditos de auto destrucción. El punto máximo lo había logrado Carolina Losada, la senadora y periodista que se postuló a la gobernación de Santa Fe y que llegó al extremo de vincular a su adversario Pullaro con el narcotráfico, el máximo demonio de una provincia cruzada por el avance del crimen organizado. Los santafesinos no le creyeron a Losada y, por esa razón, Pullaro se impuso en la elección interna de la oposición con comodidad.
Fue un resultado impactante. Una victoria de Losada, quien se había mostrado en videos y en cientos de imágenes hasta el día de la elección junto a Bullrich y a Macri, habría sido el final para Rodríguez Larreta. Pero las cosas resultaron muy diferentes a lo que indicaban la mayoría de las encuestas y el termómetro de las redes sociales. A partir de ese domingo, Macri intentó volver a un papel más discreto y a una posición un poco más intermedia entre los dos candidatos del PRO. Una simulación de neutralidad mientras trabaja en el ámbito político, en el empresario y en el diplomático para promover y respaldar la postulación de Bullrich.
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El objetivo de Macri en los últimos días es el de conformar un bunker conjunto en el que Rodríguez Larreta y Bullrich esperen los resultados en la noche definitoria del 13 de agosto. La propuesta está conversada con el larretismo. El propio candidato, Diego Santilli y Martín Lousteau estarían de acuerdo con unificar la recepción de los resultados, pero hay muchos dirigentes de ambos sectores que se resisten a estar junto a sus rivales esa noche. Las heridas que se abrieron todavía están muy sensibles.
Hasta ahora, el equipo de campaña de Rodríguez Larreta tiene alquilado el histórico bunker de Costa Salguero, en el que el PRO ha celebrado varias de sus mejores victorias. Mientras tanto, el sector de Bullrich también tiene reserva en el Palacio San Miguel para procesar los cómputos oficiales y lanzarse al festejo desenfrenado si los números de las PASO le son favorables.
“Lo que ahora quiere Mauricio es levantarle la manos a los dos, al ganador y al perdedor, y quedar por encima de la interna que se le fue de las manos y en la que él participó para desgastarlo hasta último momento a Horacio”, se quejan los integrantes del equipo de campaña del jefe de gobierno porteño. En los últimos días, cada movimiento de los dirigentes estuvo destinado a generar algún impacto político que pueda ayudar para sacar ventajas.
Es el caso del radical cordobés del movimiento Evolución, Rodrigo De Loredo, quien a pesar de su buena sintonía con Macri sorprendió al anunciar su respaldo a la candidatura de Rodríguez Larreta. De inmediato, le respondió el presidente de la UCR bonaerense, Maximiliano Abad, quien es candidato a senador por el sector de Patricia Bullrich y que promovió un documento del radicalismo provincial en apoyo explícito a la candidata.
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Esta PASO presidencial es muy diferente para la UCR de lo que fueron las primarias de 2015. Entonces los radicales llevaban a su propio candidato (el mendocino Ernesto Sanz), aunque se trataba de una candidatura casi testimonial porque todos sabían de antemano que no tenían chances de ganar y en la histórica Convención de Gualeguaychú ya habían decidido apoyar a Macri.
La división de la UCR está planteada en términos dramáticos. El presidente del partido Morales, el candidato porteño Lousteau e intendentes bonaerenses importantes como Gustavo Posse, de San Isidro, trabajan para la candidatura presidencial de Rodríguez Larreta, mientras los mendocinos Alfredo Cornejo, el gobernador Rodolfo Suarez y el candidato a vice Luis Petri, así como los mencionados Sanz y Abad, respaldan la candidatura de Bullrich.
Cada nueva discusión abre la polémica sobre si los argumentos pueden favorecer a uno o a otro candidato. El capítulo más reciente fue la mención de Bullrich a la alternativa de blindarse financieramente para sumar las reservas suficientes para desarmar el cepo al dólar. Rodríguez Larreta le respondió que el blindaje ya había fracasado con Fernando De la Rúa, y retrotrajo la discusión al gobierno de la Alianza en el que su adversaria fue ministra de Trabajo.
Un desliz de Patricia que se verá el domingo electoral si es que tiene alguna incidencia sobre los votantes.
En sus veinte años de existencia, el PRO nunca tuvo bunkers separados para recibir los resultados de una elección interna. Pero esta no es una elección como cualquiera de las anteriores. Jamás la confrontación fue tan encarnizada y tan extendida la incertidumbre sobre el resultado. Hay encuestas que los dan ganadores a Rodríguez Larreta o a Bullrich, y hay dirigentes, legisladores y empresarios que les tienen gran afecto a los dos, y no se atreven a dar un pronóstico por temor a equivocarse.
La prueba final, para Rodríguez Larreta, para Bullrich, y también para Macri, es atravesar el desierto de la batalla interna sin perder el tesoro de la unidad más allá de las diferencias.
Ese activo electoral que los hizo ganar en 2015 y que les quitó de nuevo el poder cuatro años después. Los castigó cuando era demasiado evidente que los mismos dirigentes que se reconocían en Juntos por el Cambio, ya no estaban juntos ni proponían que el país cambiara de rumbo para cambiar el destino del fracaso.
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