¿Podemos elegir nuestro futuro?

En apenas dos semanas los argentinos comenzaremos a definir con las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias cómo queremos que sean nuestros próximos cuatro años

Javier Milei, candidato de La Libertad Avanza

A pesar de la vergonzosa deuda contraída por Mauricio Macri con la participación necesaria del gobierno de Donald Trump y la complicidad de las autoridades del FMI, el advenimiento en marzo de 2020 de la pandemia, la posterior guerra en Ucrania y, finalmente, el profundo daño económico que causó la sequía, lo cierto es que el Gobierno ha tenido logros en todas las áreas. Estos se encuentran, a veces, opacados por la innegable inflación que nos agobia, horada el ingreso y nos complica la vida. Desde el Ministerio de Economía se libra una batalla permanente para controlarla y modificar su inercia. Una inflación que fue heredada y que tiene múltiples explicaciones, pero que claramente nos afecta.

En este contexto nos hallamos en campaña presidencial. Protagonizada por sujetos y lógicas propias de la época que vivimos a nivel global. Donde para destacarse o llamar la atención hay que ser exótico. Siempre los candidatos tuvieron que ser diferentes para emerger como nuevos líderes o protagonistas, pero nunca como hoy operó la lógica de ser bizarros y disruptivos para captar atención. Los modelos Bolsonaro-Trump han tenido émulos y les ha ido bien, entonces nosotros tenemos esta suerte de personajes que expresan caricaturas de sí mismos sobreactuando posturas rozando lo ridículo.

Sin embargo, también es cierto que ansiamos un país “normal”. Para los admiradores del país del Norte es lo que ocurrió, por ejemplo, con Barack Obama en 2008 cuando ganó las elecciones en EEUU e inició sus presidencias con una apelación a la vida normal, con desarrollo personal y familiar en una sociedad democrática y en paz. Biden, en su discurso del Estado de la Unión en marzo pasado se expresó en términos similares. La campaña de Néstor Kirchner de 2003 era eso: un país en serio.

Unión por la Patria, como todos sabemos, presenta dos candidatos a las PASO. Uno que toca temas de agenda del presente y del futuro: la cuestión del trabajo, la renta básica universal, la vivienda, los recursos naturales, el suelo, la crisis climática, el avance de la ciencia y la tecnología e intenta interpelar a la juventud. Ese es Juan Grabois.

Quien conduce el Ministerio de Economía se muestra como alguien que quiere empezar a resolver “el problema” de los argentinos, dedica tiempo y esfuerzo para una tarea que hoy luce muy difícil como consecuencia del daño ocasionado por el endeudamiento macrista. Ese es Sergio Massa. Se muestra como conocedor del Estado y de las dificultades que atraviesan los argentinos, con capacidad y decisión para resolverlos. De manera que desde el espacio de Unión por la Patria tenemos gestión responsable en un momento crítico de la Economía y al mismo tiempo se plantean temas de agenda que, desde Juntos por el Cambio, no aparecen.

La competencia se da con algunos “disruptivos” de la oposición -nobleza obliga, con alguna excepción- que se presentan como alternativa concentrados en un discurso agresivo sostenido en el odio y en miradas que atrasan 40 años para intentar plantear una “falsa agenda”. La idea de prescindir del Estado -o reducirlo al mínimo-, de renunciar a la moneda o gritar con cara de malo o mala la palabra “orden”, no solo no resuelven los problemas de Argentina, sino que los agravan.

Es cierto que las políticas neoliberales a las que también les gustaría volver a los “cambiemitas” han fracasado en el mundo, pero también es verdad que los significantes “neoliberalismo” o “derecha” han sido banalizados. Hoy no tiene sentido hablar del peligro de que vuelva el “neoliberalismo” o la “derecha” porque esos significantes no son efectivos para poner en alerta al pueblo. Hay que debatir de otra manera.

Lo primero que debemos hacer es identificar los problemas de fondo, de los cuales las preocupaciones por la inflación, pobreza e inseguridad son graves síntomas. Sin embargo, nunca me canso de repetir que la ausencia de exterioridad al capitalismo, es decir, el formato global del sistema económico que no nos permite alternativas nos condiciona desde lo discursivo, desde lo práctico, y hace que las problemáticas que antes podían estar localizadas hoy sean globales. Entonces el análisis debe partir de una realidad global. Ella se expresa en los cuatro grandes ejes sobre los que se asientan los problemas mundiales:

1. El estancamiento económico.

2. La polarización política.

3. La emergencia climática.

4. El aumento de la desigualdad.

El estancamiento económico tiene diversas causas: l pandemia ha sido una de ellas y la guerra posterior otra, con la inflación global como consecuencia. Otras causas son la disminución de la productividad, el endeudamiento público y privado de nivel insostenible, la inestabilidad financiera, y las políticas económicas inadecuadas vinculadas al pensamiento neoliberal.

La polarización política ha llevado al fomento de posturas radicales con discursos de odio, demonización de comunidades o del adversario político. El rol de los medios y las redes sociales han servido para echar más nafta al fuego. Así aparecieron posiciones negacionistas en los diversos campos, fake news, posverdad, manipulación de la opinión pública y hasta violencia política. Esto claramente ha traído y trae problemas para gobernar, produce un incremento del conflicto social y erosiona la confianza en la democracia. Todo desemboca en una ausencia de liderazgos moderados, justo lo que más se necesita.

La emergencia climática como realidad omnipresente se expresa en una crisis ambiental sin precedentes -con nuestra sequía como ejemplo de múltiples episodios a nivel global, crisis humanitaria derivada de las catástrofes y el impacto como crisis económica y social consecuencia de lo anterior. La necesidad de liderazgo político se transforma en la mayor demanda para encarar este desafío de escala planetaria.

El aumento de la desigualdad es la evidencia más clara de las consecuencias de este capitalismo que, a partir de 2010 con la aceleración de los avances científicos y tecnológicos ha provocado un aumento exponencial de la brecha social, algo que venía ocurriendo desde fines del siglo pasado. La extraordinaria concentración de la riqueza, la reducción de la protección social, la desregulación financiera y la evasión fiscal, profundizó el deterioro de las clases medias. No hay futuro sin mayor equidad, una protección social sólida, mayores regulaciones financieras y una distribución más justa. Y quizá una renta básica universal.

Por eso, Argentina no puede tener una campaña presidencial como si nuestro país formara parte de otro planeta. Los planteos de la oposición son de un conservadurismo neoliberal rancio sin mirada de contexto ni de futuro, sólo lógica reaccionaria para capitalizar el desencanto.

Frente a esto, Unión por la Patria tiene el mandato de ofrecer a la sociedad un programa de gobierno que contemple el mundo actual y nuestra Argentina avanzando en integración económica, política, social, cultural y ambiental a la dinámica global. Con la capacidad de gestión que muestra nuestro ministro de Economía y candidato Sergio Massa, con la vuelta a los valores de Néstor de 2003 de los superávits gemelos (fiscal y comercial), con la agenda desarrollo y buen vivir que aporta Juan Grabois.

Con la idea que también el peronismo necesita una renovación permanente. Con la convicción de que fue la cooperación y no el enfrentamiento lo que hizo grandes a los países y a las comunidades humanas. Con la idea de Perón, de que el peronismo debe ser la montura para cabalgar la historia siempre defendiendo sus principios y valores, pero nunca cometiendo el necio error de ir a contramano de ella. Con todos esos argumentos y herramientas, con sus aciertos y errores, vamos a las PASO del 13 de agosto con la convicción de ofrecer un mejor futuro a todos los argentinos.

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