“Voila ce que c’est la foi, Dieu sensible au coeur, non a la raison” - Blaise Pascal.
La sublimidad y la miseria del hombre
Este cronista, dentro de las limitaciones de extensión de una nota de opinión y las propias frente a un asunto de tal complejidad, comenta de manera incompleta la Carta que el Santo Padre Francisco dirigio a Blaise Pascal, y lo hace con el propósito de que sirva de invitacion a leer el original. (http//vatican.va/Carta Apostólica/Sublimitas et miseria hominis/Santo Padre Francisco). Se trata de un texto denso, profundo y bello dado a conocer el 19 de junio pasado al cumplirse el cuarto centenario del nacimiento del prodigioso joven Pascal.
El titulo de la Carta, Sublimitas et miseria hominis manifiesta la respuesta del joven sabio frances al interrogante que encuentra formulado en el Salmo 8,5 (Poemas bíblicos) «¿Qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides?» ( Sal 8,5). “Esta pregunta (esta) grabada en el corazón de cada ser humano, de todo tiempo y lugar, de toda civilización y lengua, de toda religión” dice Francisco. Esta pregunta lo conduce a Pascal quien la contestaba diciendo “Una nada respecto al infinito, un todo respecto a la nada».” Luego, agrega el Pontifice que “… al mismo tiempo el interrogante está incluido ahí, en ese Salmo, en el corazón de esa historia de amor entre Dios y su pueblo, historia cumplida en la carne del “Hijo del hombre” Jesucristo, que el Padre nos entregó hasta el abandono para coronarlo de gloria y esplendor sobre toda criatura”.
Blasie Pascal
Un día, el padre de Blaise, Étienne Pascal, jurista y apasionado en las matemáticas y las ciencias, al llegar a su casa sorprendió a su hijo de tan solo 12 años jugando con unos dibujos en el suelo después de resolver 32 problemas planteados por Euclides en sus investigaciones sobre geometria. El hombre quedó «espantado de la grandeza y de la fuerza del talento de su hijo».
Desde los diecisiete años acompañando a su padre participo de las reuniones del P. Mersenne, que continuaron luego en casa de Montmort, a las que asistían Gassendi, Descartes, Carcavi y muchos otros pensadores de la epoca y debatia con ellos. A los 16 años escribio su Essai sur les coniques (1640), inspirado en Desargues, fundador de la geometría proyectiva, en el que explicaba las propiedades de las secciones cónicas en función de un hexágono al que llamó el hexagrama místico. A los 19 construyó la primer calculadora mecanica. En 1646 se intereso por los experimentos de Torricelli sobre el barómetro. En 1648 confirmo su tesis de que “la naturaleza no tiene horror al vacío, ni hace ningún esfuerzo por evitarlo” y así continuo en su corta vida haciendo descubrimientos y contribuciones a las ciencias matemáticas, geometría y física que permitieron fenomenales desarrollos en el campo científico y tecnologico. Pero al mismo tiempo nos introdujo en descifrar la condición humana y la existencia en general y la vida cristiana en particular. Murió a los 39 años.
¿Qué es el hombre en la naturaleza?
En su Carta a Pascal Francisco enseña que nunca se cerro a la pregunta «¿Qué es el hombre en la naturaleza? Interrogante que a pesar de estar “planteado en un lenguaje tan diferente al matemático y geométrico, Pascal nunca se cerró y encontro la respuesta en la realidad de Jesucristo Dios encarnado.”
“En la base de esto, -prosigue el Pontifice -creo poder reconocer en él una actitud de fondo, que yo llamaría “asombrada apertura a la realidad”. Vivió desde niño pensando en los demás, ejemplo es la invención de los “Carruajes de cinco centavos”, el primer servicio de transporte publico mediante carros tirados por caballos. Lo cual “revela -dice Francisco -que además de vivir una espiritualidad muy profunda Pascal estaba al tanto de lo que pasaba en la sociedad así como de las necesidades materiales de todos los que la componían…”.
“La realidad es superior a la idea” (y a las ideologías mortíferas)
Dice el Santo Padre en su Carta que “Al meditar sobre los Pensamientos de Pascal encontramos, en cierto modo, este principio fundamental: «la realidad es superior a la idea», ya que Pascal nos enseña a alejarnos de las «diversas formas de ocultar la realidad», desde los «purismos angélicos» hasta los «intelectualismos sin sabiduría».
“No hay nada más peligroso que un pensamiento desencarnado: «El que quiere hacer el ángel, hace la bestia» decía Pascal -y las ideologías mortíferas que continuamos padeciendo en los ámbitos económico, social, antropológico y moral mantienen a quienes las siguen dentro de burbujas de creencia donde la idea ha reemplazado a la realidad.”
La conversión o reconversión a Cristo
“Si recalco este suceso (de su “Noche de fuego”) -prosigue el Santo Padre -desde el principio de esta carta, es para insistir en el hecho de que ni su conversión a Cristo, a partir sobre todo de su “Noche de fuego” del 23 de noviembre de 1654, ni su extraordinario esfuerzo intelectual estuvieron dedicados a la mera “especulación científica o filosófica”. (Aclara este cronista que la conversión de Blaise sucedió en la noche del 23 al 24 de noviembre, cuando el carruaje que lo conducía sufrio un grave accidente y, tras sobrevivir, experimentó una tremenda crisis que “narra en dos hojas “escritas desordenadamente” -dice Francisco -que llevo siempre consigo, donde describe que durante horas se sintió envuelto en una luz sobrenatural (fuego) y su alma penetrada de influjos sobrenaturales que le confirmaron su fe y su vocación cristiana.” Y esta alegría divina se convirtió para Pascal en el lugar de la confesión y la oración: «Jesucristo. Me he separado de él, he huido de él, he renunciado a él, le he crucificado. ¡Que jamás sea separado de él!». Es la experiencia del amor de este Dios personal, Jesucristo, que ha formado parte de nuestra historia y participa constantemente en nuestra vida, la que lleva a Pascal por el camino de la conversión profunda y, por tanto, a la «renunciación total y dulce».
La comprensión de Dios por vía de la razón y por vía del corazón
Decía Pascal que «no reconocemos la verdad solo con la razón, pero si con el corazón” (nous connaissons la verité non seulement par la raison, mais encore par le coeurJ, «no razón, pero el corazón conoce a Dios” (c’est le coeur qui sent Dieu et non la razón) y además “esta es la creencia de que Dios está en el corazón y no es experimentado por la razón” (voila ce que c’est la foi, Dieu sensible au coeur, non a la raison).
Enseña en su Carta el Papa Francisco que “La razón humana es sin duda una maravilla de la creación, que diferencia al hombre de todas las demás criaturas, porque como decía Pascal” «el hombre es sólo una caña, la más débil de la naturaleza, pero es una caña que piensa».
¿Cuál es, en efecto, tanto en la época de Pascal como hoy, el tema que más nos importa? -se pregunta el Papa y dice -es el del sentido pleno de nuestro destino, de nuestra vida y de nuestra esperanza, el de una felicidad que no está prohibido concebir como eterna, pero que sólo Dios está autorizado a conceder: «Nada es tan importante para el hombre como su estado; nada le inspira tanto temor como la eternidad». y llega a afirmar que «la fe es diferente de la prueba. Ésta es humana, y aquella es un don de Dios». Por tanto, es imposible creer «si Dios no inclina nuestro corazón».
La inteligencia intuitiva
Si Pascal comenzó a hablar del hombre y de Dios, fue porque había llegado a la certeza de que «no solamente no conocemos a Dios más que por Jesucristo, sino que no nos conocemos a nosotros mismos más que por Jesucristo; no conocemos la vida, la muerte más que por Jesucristo. Fuera de Jesucristo no sabemos lo que es nuestra vida, ni nuestra muerte, ni Dios, ni nosotros mismos. De esta suerte, sin la Escritura que sólo tiene Jesucristo por objeto, no conocemos nada y sólo vemos oscuridad».
Ahora bien, las verdades divinas, como el hecho de que el Dios que nos hizo es amor, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, que se encarnó en Jesucristo, que murió y resucitó para nuestra salvación, no se pueden demostrar por la razón, pero pueden ser conocidas por la certeza de la fe, y pasan entonces del corazón espiritual a la mente racional, que las reconoce como verdaderas y puede a su vez exponerlas.
La condición finita del ser humano y la realidad iluminada por el pensamiento
Pascal, en el desarrollo de su pensamiento dice el Papa “sigue el espíritu de finura, no el orden cartesiano o geométrico; escriben ex abundantia cordis (abundancia del corazón), mostrando el orden del corazón, que consiste en la «digresión sobre cada punto con relación al fin, para mostrarlo siempre» (L. 298, B. 283). Este fin, en el caso de Pascal, es mostrar la miseria del hombre sin Dios y la grandeza del hombre con Dios.” Claro que la voz del genio muchas veces no se oye porque como el mismo decia “la gente niega lo que no comprende”.
Tres órdenes de realidad
Para ello, el sabio “…distingue tres órdenes de realidad distintos: los cuerpos, los espíritus y la caridad. Sabe que al igual que hay quien no puede admirar más que las grandezas materiales, otros no admiran más que las intelectuales, como si no las hubiera infinitamente más elevadas en sabiduría.”
“A los tres órdenes de realidad corresponden las tres facetas de la condición humana: el cuerpo (nivel sensible), la inteligencia (nivel inteligible) y el corazón (nivel sapiencial). Pascal sostiene el principio de inconmensurabilidad y discontinuidad de los distintos órdenes de las cosas: hay una enorme distancia entre la devoción, solo atenta a preceptos y ritos, y la auténtica bondad gratuita. Es la distancia entre el cumplimiento de la ley y la caridad, la verdad más plena, el verdadero heroísmo y la santidad, que es más que especie de locura para los que están en un orden de realidad distinto.”
El hombre es un extraño para sí mismo, grande y miserable
La filosofía de Pascal, llena de paradojas, es el resultado de una mirada tan humilde como lúcida, que parte de la constatación de que “el hombre es un extraño para sí mismo, grande y miserable. Grande en su razón, en su habilidad para dominar las pasiones, grande incluso «porque se sabe miserable». En concreto, aspira a algo más que a satisfacer sus instintos o resistirse a ellos, «porque lo que es naturaleza en los animales lo llamamos miseria en el hombre». Hay una desproporción insoportable, por una parte, entre nuestra voluntad infinita de ser felices y de conocer la verdad; y, por otra, nuestra razón limitada y nuestra debilidad física, que conduce a la muerte. “El final que espera a la vida mas bella del mundo” su humanidad «se da cuenta de su nulidad, de su abandono, de su insuficiencia, de su dependencia, de su impotencia, de su vacío. Al momento saldrán del fondo de su alma el tedio, la negrura, la tristeza, la pena, el despecho, la desesperación». Y, sin embargo, la diversión no apacigua ni colma nuestro gran deseo de vida y felicidad. Esto todos lo sabemos bien.”
Llegado a este punto, Pascal, que ha escudriñado con la increíble fuerza de su inteligencia la condición humana, la Sagrada Escritura e incluso la tradición de la Iglesia, pretende proponerse con la sencillez del espíritu de infancia como humilde testigo del Evangelio; es ese cristiano que quiere hablar de Jesucristo a los que se apresuran a declarar que no hay ninguna razón sólida para creer en las verdades del cristianismo. Pascal, al contrario, sabe por experiencia que lo que dice la Revelación no sólo no se opone a las exigencias de la razón, sino que aporta la respuesta inaudita a la que ninguna filosofía habría podido llegar por sí misma.
A la felicidad le sucedió el vacío y este solo puede ser llenado por Dios
«¿Qué es pues lo que nos dice esta avidez y esta impotencia, sino que hubo antaño en el hombre una verdadera felicidad, de la que no le queda ahora más que la señal y la impronta vacía, y que trata inútilmente de llenar con todo lo que le rodea, buscando cosas ausentes y las ayudas que no obtiene de las presentes, pero de lo que son todas incapaces, porque ese abismo infinito sólo puede ser llenado por un objeto infinito e inmutable, es decir, por el mismo Dios?».
Para comunicarse con Dios hay que tener mucho Jesucristo
Por otra parte, «sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento». Decía Pascal. Por eso la inteligencia y la fe viva de Blaise Pascal, quien quería demostrar que la religión cristiana es «venerable porque ha conocido bien al hombre» y «amable porque promete el verdadero bien», pueden ayudarnos a atravesar las oscuridades y las desgracias de este mundo.
Ahora bien, esta fuerza le viene dada por la gracia; se siente atraído, con certeza y alegría, por Jesucristo: «Sólo conocemos a Dios por Jesucristo, sin ese mediador se suprime toda comunicación con Dios».
Y agregaba: «Dios y la verdad son inseparables». Pero sabía que el acto del creyente es posible por la gracia de Dios, recibida en un corazón libre. Él, que por la fe había tenido el encuentro personal con el «Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, no de los filósofos y de los sabios», reconoció en Jesucristo «el Camino, la Verdad y la Vida» ( Jn 14,6).
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