Esta no es una crónica política ni una promoción de quien escribe hacia alguno de estos candidatos a la Presidencia de la Nación. Intenta ser un análisis del peso y la relevancia que suponen las estrategias para construir futuro en la propuesta de valor de quienes se presentan para ser elegidos a tal fin. Especialmente considerando que se trata del único espacio político que respetará el espíritu de las PASO como mecanismo del sistema electoral vigente para elegir candidatos dentro de las distintas opciones de partidos o coaliciones. Es decir, solo en esta confrontación entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta vive esta institución pensada para enriquecer la democracia argentina y, en los hechos, tan desvirtuada. En esencia, la opción entre Patricia y Horacio debiera darse en todos los espacios políticos, dado que representa la esperada combinación al interior de cada uno de ellos: visión común de hacia dónde debe ir el país, por un lado, con diferentes caminos, estrategias y liderazgos para la compleja tarea de lograrlo, por el otro.
De esta manera, sólo en Juntos por el Cambio se da esta posibilidad de que todos aquellos que se sientan identificados por las ideas y valores que representa puedan optar entre dos estilos de liderazgo y especialmente entre dos avenidas estratégicas alternativas para llevar adelante lo que denominan como “cambio” para la Argentina. Liderazgos y estrategias son factores que siempre caminan asociados. Son los líderes, con sus historias, personalidades y estilos, quienes protagonizan los procesos políticos y encarnan las estrategias que creen más aptas para llegar a los futuros que prometen a sus comunidades o electorados. Cada interna o confrontación entre líderes de un mismo espacio político es distinta a otra. Muchas veces sólo encierran competencias de egos y ambiciones entre sus protagonistas. Hacía mucho tiempo que no se daba en una coalición política argentina una primaria entre dos líderes que pertenecen al mismo partido y manifiestan compartir una visión de país deseado pero que proponen estrategias a priori tan distintas para lograrlo, como Horacio y Patricia. Quizás la recordada interna del Frepaso que Bordón le ganó a Chacho Alvarez en 1995 podría asemejarse un poco a esta PASO tan empobrecida del año 2023.
Te gusten o no Patricia y Horacio, nadie puede negar que están allí de manera auténtica. No son producto del dedo de algún liderazgo mesiánico, ni de algún cisne negro que los haya beneficiado de repente ni de algún estado de ánimo colectivo que justo hiciera sintonía con alguno de ellos y los elevara bruscamente. Están allí como resultado de caminos personales marcados por la voluntad y la perseverancia en la siempre brutal arena política. Con vocaciones muy tempranas ambos, la política en general y los ensayos de administración pública en particular han sido parte activa de sus vidas. La “casta”, diría Milei. De acuerdo a una mirada más sensata y menos sectaria, son producto del largo derrotero de quienes tienen explícita inclinación hacia la actividad pública y deben zambullirse a experimentar y construir en terrenos siempre hostiles como los partidos políticos y los pasillos internos del Estado.
Mas sinuoso el camino de Patricia. Quizás por su ímpetu. Quizás por ser parte de aquella generación seducida por la solución revolucionaria de los años 70. Un poco más lineal la de Horacio. Quizás por su marcada opción por roles de administración pública. Quizás por sus ya más de 20 años de pertenencia al PRO desde su fundación. Ambos, como casi todos los líderes con ambiciones, con alguna vinculación al peronismo en alguna etapa de sus vidas. Inevitable escuela para formarse en la disciplina del poder y probarse en carácter. Pero ambos, con demostrada valentía para alejarse del sistema dominante e intentar construir poder desde otros espacios, asumiendo el riesgo mayúsculo de llegar al poder por fuera de la maquinaria más probada en esas lides, como es el Partido Justicialista en cualquiera de sus formatos y tonalidades de época.
Te puede interesar: Cómo impactará el resultado de las PASO de Santa Fe en las estrategias nacionales de Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich
Todas las encuestas indican que quien se imponga en esta única PASO real que tenemos por delante, tiene las chances más altas de ser el próximo Presidente. Por ello, más allá de sus historias y méritos, lo que aquí nos interesa pensar es la relevancia de las estrategias alternativas que ofrecen para ir hacia el cambio y si estamos en condiciones objetivas de expresar cual puede ser más apta para construir futuro para la Argentina. Es un campo fantástico para detenerse y profundizar. Quizás pocas cosas tan afines a las destrezas humanas para actuar y transformar realidades como el diseño y la ejecución de estrategias. Es y será un terreno humano, cada día más soportado por datos y tecnologías, pero siempre un dominio propio del liderazgo, el management, los equipos y las habilidades blandas que logran seducir, comprometer, impulsar y expandir a todos los involucrados. En el caso contrario, suelen ser las estrategias fallidas las que explican los más rotundos fracasos de las buenas intenciones. Las estrategias de acción en todos los sectores y en la política en particular, no pueden ser tercerizadas y nunca serán reemplazadas por la inteligencia artificial. Por todo ello, el contraste entre los caminos que proponen Patricia y Horacio hacia una visión común de país, es un tema de altísimo impacto en los futuros posibles para los argentinos.
Podríamos hacer un ejercicio de simplificación y afirmar que estamos ante la confrontación entre la estrategia de la emocionalidad (Patricia) y de la racionalidad (Horacio). O también que la nota dominante sea la fuerza de la voluntad (Patricia) o la fuerza del liderazgo integrador (Horacio). O quizás la estrategia de ir a fondo porque es “todo o es nada” (Patricia) frente a la de firmeza pero de forma sostenible en el tiempo (Horacio). O la estrategia del vínculo activo con la mayoría no militante de la Argentina para sostener los cambios frente al embate hostil de los intereses creados que siempre se imponen (Patricia), a diferencia de aquella que cree que el vínculo indispensable está dentro del sistema político y específicamente en el Parlamento, para sumar voluntades al proceso de cambio y con ello hacerlo menos vulnerable a los cambios de humores y liderazgos (Horacio).
Evidentemente hay un poco de todo ello en las opciones estratégicas que presentan Patricia y Horario dentro de Juntos por el Cambio. Si integramos esos y otros elementos que están en el centro del mensaje de cada candidato podríamos decir que estamos frente a la opción histórica de dos liderazgos distintos, portadores de estrategias bien diferenciadas para producir el cambio en un país estancado hace décadas. Y debemos darle la derecha a Horacio cuando expresa de manera recurrente que “el cómo hacer el cambio es lo que define el éxito”. Es un intento de elogiable racionalidad en un terreno donde dominan las pulsiones y los mensajes de impacto emocional, como son las campañas electorales. Es la metodología y la pericia para hacer viable y sostenible el cambio en un país estrangulado por intereses sectoriales lo que sin dudas definirá la posibilidad real de construir un nuevo modelo de progreso colectivo. Pero frente a la confianza de Horacio, también debemos afirmar que es muy difícil saber de antemano cual será el método correcto, que arrojará los mejores resultados.
Patricia encarna la “fuerza del cambio” y propone un camino de acción inmediata sin demasiadas expectativas de sumar a actores políticos viciados con la rosca y las tentaciones del poder. Es la alianza con la mayoría silenciosa de la sociedad y la voluntad para hacer frente a la confrontación que inexorablemente se dará en las calles, lo que dará oxígeno al cambio. Horacio encarna la apuesta por los acuerdos para “hacer el cambio de nuestras vidas” que corte con el movimiento pendular. Es el ejercicio de la negociación política y la destreza para construir una hoja de ruta compartida con todos los que estén afuera de los extremos populistas (de izquierda y derecha) lo único que hará viable un cambio real y sostenible. Sólo desde la fe alguien podría alegar certeza en el acierto de una de las estrategias en desmedro de la otra. Es un terreno de probabilidades, imposible de modelizar de antemano. Es la dinámica de las relaciones humanas y específicamente de una categoría especial de esas interacciones como son las vinculadas a la lucha por el poder y la construcción colectiva, las que definen en gran medida el curso de los acontecimientos. Pretendemos certezas de antemano, pero no las tendremos. Sólo queda elegir y apostar.
Tanto la estrategia de Patricia como la Horacio puede ser exitosa o fallida. Dependerá de múltiples factores que sólo se verán en su real dimensión a la hora de la ejecución y no de los anuncios. Desde una posición equidistante a ambos, podríamos pensar que Patricia tiene las de ganar cuando afirma que la situación del país amerita un cambio profundo y sin concesiones a quienes suelen bloquear el progreso. Por otro, es contundente cuando Horacio expresa que un acuerdo político con el 70% de las fuerzas o actores que están fuera de los extremos más ruidosos y antidemocráticos sería la gran materia a aprobar para darle forma a una nueva mayoría que blinde los cambios a mediano y largo plazo. Pero no hay acierto garantizado de antemano.
Lo maravilloso es que las estrategias nunca son fórmulas exactas, sino más bien diseños que pueden enriquecerse con distintas perspectivas y componentes de acción. Quizás haya entre el dilema estratégico que presentan Patricio y Horacio alguna diagonal que los aproxime y potencie. La grandeza estaría en que algo así suceda entre líderes que hoy necesitan remarcar sus diferencias pero que a partir del 13 de Agosto deberán presentar al país una sola propuesta. Y porque como bien expresa el reconocido politólogo peruano Alberto Vergara: “lo verdaderamente revolucionario está en sostener reformas durante mucho tiempo”.
Seguir leyendo: