En diciembre de 2021 la Cámara Federal de Casación Penal confirmó las condenas al ex secretario de Seguridad Enrique Mathov a cuatro años y tres meses de prisión efectiva y al ex jefe de la Policía Federal Rubén Santos a tres años y seis meses por homicidio culposo de tres personas. Estos funcionarios del gobierno federal de “La Alianza” fueron responsables de la represión en los días que precedieron a la renuncia del Presidente Fernando de la Rúa.
En una entrevista radial en la que Iván Schargrodsky me preguntó sobre los dichos de Elisa Carrió sobre la represión a la que pueda apelar un futuro gobierno para sostener un ajuste, intenté reflexionar sobre ese tema. En el Instituto Hannah Arendt, Carrió acuñó un concepto al que llamó “orden represivo ilusorio”, y si bien le adjudicó a Mauricio Macri esta idea de que los cambios que necesita la Argentina ahora requieren un ajuste tan grande y veloz que sólo pueden ser sostenidos con represión, esas reflexiones se escuchan en muchos dirigentes políticos como si la realidad dependiera sólo de la voluntad de quien gobierna.
Frente a la pregunta sobre la represión, en un programa que se llama “El fin de la Metáfora”, infelizmente intenté graficar mi respuesta con una. Me referí a dos series de ficción que vi recientemente, “El Reino” (segunda temporada) y “Diciembre 2001″. Relacioné directamente al precandidato Javier Milei con la primer serie, y con varias salvedades - entre ellas la lucidez y la experiencia de Patricia y los anticuerpos de Juntos por el Cambio - a Patricia Bullrich con la serie “Diciembre 2001″, nunca dije que ella iba a terminar como el ex Presidente.
La simplificación no siempre es una buena idea, de hecho, es necesario aclarar que soy consciente que los sucesos de ese gobierno -que duró dos años y diez días- no terminaron por esa represión sobre la que pesan condenas judiciales. Una serie de factores, entre los que se encontraba el descontento social con la economía, conspiraciones del PJ opositor y de sectores de la propia alianza de gobierno, sumado a la falta de liderazgo y lucidez del Presidente fueron parte de aquel fracaso. Ahora bien, mi intención en esa simplificación fue graficar cómo la represión y la sola voluntad de hacerla cuando no se dan otras condiciones no sólo no ordena el caos, sino que fracasa y puede ser la excusa para una desestabilización muy concreta.
Somos muchos los conscientes de que el ordenamiento de la economía Argentina es la prioridad más relevante, sin la cual no sólo no saldremos adelante cómo país sino que también Juntos por el Cambio fracasará políticamente. Pero el ordenamiento se tiene que hacer con consistencia y un grado de consenso con la política, y liderando a la sociedad para que sea sostenible.
En los días previos a estas declaraciones que generaron enojo en muchos de nuestros votantes, la campaña Bullrich-Petri había comenzado a instalar el slogan “Si no es todo, es nada” y previamente un concepto que se puede resumir en la frase “conmigo esto se acaba”. A mi modo de ver, slogans que pueden ser exitosos en los tiempos que corren pero que temo puedan ser el germen de una gran frustración posterior.
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El gobierno de Mauricio Macri, que revindico porque fue una hazaña hecha en minoría y con la mayor cantidad de factores corporativos de poder en contra, no fue un éxito pero sin duda estuvo lejos de ser un fracaso. Esa presidencia fue una experiencia única de la que todos podemos aprender y en la que algunos hemos tenido la oportunidad de ser testigos de manera directa de lo difícil que es cambiar la Argentina. Es probable que para muchos haya sido una frustración, pero desde el Gabinete ampliado del 15 de agosto de 2019 me quedé con las palabras de María Eugenia Vidal en mi cabeza y en mi corazón, fue una “enorme oportunidad para aprender, para ser mejores”. No éramos tantos los políticos ahí ese día, pero era conmovedor para algunos de los que estábamos ver los cientos de funcionarios que se habían animado a dar el paso a la función pública para transformar el Estado con muchos más éxitos que fracasos. Esa experiencia nos está esperando.
Las marchas del “Si se Puede” hicieron el resto. Después un escudo humano del 41% de los votos y unos pocos líderes en serio, entre los que hay que reivindicar a Miguel Pichetto y Elisa Carrió, nos permitieron terminar el mandato. El esfuerzo posterior de dirigentes como Horacio y Patricia y todo el radicalismo nos hicieron ganar el país en 2021, ser competitivos aún y llegar disputando, pero unidos hasta hoy.
Si bien voy a votar por Horacio Rodríguez Larreta en las PASO del 13 de agosto, porque creo que de los candidatos en carrera es quien tiene el temple y el equipo de gestión para los tiempos que corren, celebro el ímpetu de Patricia Bullrich que se ganó su lugar sin que nadie le regale nada. Sé que ella encarna la ilusión de muchos de nuestros votantes que ven en su épica la posibilidad de ganar muchas batallas. A mí siempre me movió la épica, a mi frustración adolescente cuando cayó La Alianza la transformé años después en ilusión cuando Elisa Carrió decidió ir contra la corriente de un kirchnerismo que nos robaba el futuro escondido en una épica mentirosa que gozaba amplia aceptación popular.
Dolió mucho a lo mejor de Juntos por el Cambio que en el año 2019 no hayamos podido reelegir la gestión. En mi caso tuve el privilegio y la responsabilidad de seguir representando a nuestros votantes en la Cámara de Diputados y esa oportunidad que tengo hace seis años me ha llevado a sacar mis propias conclusiones, que suelo democráticamente expresar.
Estoy convencido de que hoy la épica no nos va a dar, por si sola, la posibilidad de llegar al gobierno nacional. Menos aún de lograr y sostener los cambios que son necesarios. Hay un porcentaje enorme de la sociedad triste, cansada y frustrada, que quiere que le empecemos a solucionar problemas sin ponerlos a ellos en el medio, sin cargarlos más, porque ya están agotados.
Vamos a necesitar de coraje y valor pero también de estrategia, de equipo, de templanza y de inteligencia. Las cosas no van a cambiar porque “conmigo esto se acaba”, porque si no se acaba algo será otra frustración, cada vez más difícil de asimilar. Si no es todo, algunos creerán que fue nada. Yo creo que será un poco todos los días, la épica estará siempre porque la batalla es infinita.
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