El 4 de julio, en forma virtual desde Nueva Delhi, tuvo lugar la Cumbre anual del Grupo de Shanghai, también denominado OCS, gestado por Rusia y China en 2001. Incorporaron entonces a cuatro países de Asia Central: Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. En 2007 sumaron a India y Pakistán, con lo cual se transformó en una asociación continental. Irán se ha incorporado como miembro pleno en esta reunión y Bielorrusia, que es observador, podría transformarse en miembro pleno a partir de 2024. La reunión tuvo lugar diez días después del motín del Grupo Wagner. El presidente Vladimir Putin utilizó la Cumbre para retomar la iniciativa diplomática y política. Redobló su compromiso de seguir resistiendo frente a las presiones y sanciones de Occidente, a las que calificó de “provocaciones”. Denunció que fuerzas exteriores han convertido a Ucrania en un “estado hostil, es una anti-Rusia”, agregando que “durante ocho años la atiborraron de armas, alentaron a la agresión contra la población civil del Donbass y estimularon la implantación de una ideología neonazi. Y todo esto con el fin de debilitar la seguridad de Rusia, contener el desarrollo de nuestro país”. Pero también agradeció a los miembros del Grupo por el apoyo manifestado durante el motín de los mercenarios del 24 de junio. Dijo también que “el pueblo ruso se ha consolidado como nunca antes”, insistiendo en que “toda la sociedad se ha unido contra el intento de motín armado”. Al conocerse el 10 de julio la reunión hasta ahora secreta que mantuvo Putin con el líder de Wagner, Yevgeni Prighozin, el 29 de junio, estas declaraciones pierden sentido, o por lo menos se transforman en discutibles.
Por su parte, el presidente chino, Xi Jinping, exhortó a los países miembros a salvaguardar la paz regional y a oponerse a las sanciones que Occidente impone a Rusia desde la invasión a Ucrania. También pidió reforzar la seguridad común. Dijo que su país “continuará en la dirección correcta de la globalización económica, de oponerse al proteccionismo, a las sanciones unilaterales y a la extensión de los conceptos de seguridad nacional”. Agregó que “debemos mantenernos muy vigilantes frente a las fuerzas externas que fomentan una nueva guerra fría y crean enfrentamientos en la región, y oponernos resueltamente a que cualquier país interfiera en los asuntos internos”. Sostuvo que China busca trabajar con el resto de los miembros para poner en marcha la llamada “Iniciativa de Desarrollo Global” para “revitalizar la economía global y buscar un desarrollo más robusto, ecológico y equilibrado”, así como a participar en el megaproyecto de infraestructura conocido como “Nueva Ruta de la Seda”. Por su parte, el primer ministro de la India, Narendra Modi -que en junio visitó Washington y se reunió con el presidente Biden-, destacó el respeto a la soberanía y la unidad como los pilares claves de la región en su discurso de apertura de la Cumbre. Dijo: “No vemos a la OCS como un vecindario extenso, sino como una familia extendida. La seguridad, el desarrollo económico, la conectividad, la unidad, el respeto por la soberanía y la integridad territorial, y la protección del medio ambiente, son los pilares de nuestra visión para la OCS”.
Una semana después, el 11 de julio, se reunió en Vilna, capital de Lituania, la Cumbre anual de Jefes de Gobierno de la OTAN. Aunque el tema central del encuentro es la guerra de Ucrania, la definición más trascendente fue adoptada respecto a China. Una declaración firmada por los Jefes de Gobierno de los 32 países en forma unánime planteó que China, con su política “coercitiva”, presenta un desafío para “la seguridad y los valores euro-atlánticos”. Alertó que Beijing utiliza su influencia económica para crear “dependencias estratégicas y tratar de subvertir el orden internacional basado en normas”. Se sostuvo en la declaración que “las ambiciones declaradas y las políticas coercitivas de China desafían nuestros intereses, nuestra seguridad y nuestros valores”. También que “seguimos enfrentándonos a amenazas cibernéticas, espaciales, híbridas y otras amenazas asimétricas, así como al uso malintencionado de tecnologías emergentes y perturbadoras”. Se insistió en que la potencia asiática utiliza “una amplia gama de herramientas políticas, económicas y militares para aumentar su presencia global y proyectar poder”. Para la alianza atlántica, “las operaciones híbridas y cibernéticas maliciosas de China y su retórica de confrontación y desinformación, tienen como objetivo a los aliados y dañan la seguridad de la alianza”, enfatizando que “Beijing trata de controlar sectores tecnológicos e industriales claves, infraestructuras críticas, materiales estratégicos y cadenas de suministro”. Un año atrás, en la Cumbre de Madrid, la definición central había sido que Rusia era la amenaza más importante y China el desafío. La definición ahora ha sido mucho más contundente, logrando alinear a Estados Unidos y a todos los integrantes de la OTAN en su posición respecto a China. Cabe agregar que en la segunda sesión del 12 de julio se trató especialmente la situación del Indopacífico y el rol de Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda en dicho ámbito.
Cabe señalar que el último día de junio, el Jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, el General Mark Milley, expresó públicamente la visión geoestratégica militar estadounidense, que muestra algunos matices respecto a la expresada por la OTAN en Vilna. Dijo que el mundo multipolar está compuesto por tres potencias militares hoy: Estados Unidos, China y Rusia. Habló en la ceremonia de graduación de la Universidad de Defensa Nacional estadounidense. En términos simples, explicó que “tres es más complicado que dos, y ciertamente mucho más complicado que uno”. Agregó que cuanto más multipolar se vuelve el mundo, más desafíos representarán Rusia y China para Washington. En su visión, el conflicto armado entre Estados Unidos y China no es inminente ni inevitable, aunque reconoció que en estos momentos la relación bilateral entre las dos potencias es una de las peores de las últimas décadas, debido a la creciente retórica y políticas antichinas impulsadas por los últimos gobiernos estadounidenses. En un evento organizado por el Club Nacional de Prensa estadounidense, el Jefe del Estado Mayor Conjunto manifestó también que la historia geoestratégica del siglo XXI probablemente estará determinada por la relación entre Estados Unidos y China, y si se mantiene en competencia, o se dirige hacia una guerra de grandes potencias. Según Milley, Beijing quiere convertirse en una potencia hegemónica regional en Asia en los próximos diez años y superar la capacidad militar global de Estados Unidos para mediados del siglo.
Pero la ampliación de la OTAN fue el tema que más atención generó en los medios, así como también la presencia del presidente ucraniano. Se formalizó a último momento la incorporación de Suecia como el integrante 32°, la que estaba demorada por las objeciones de Turquía y Hungría. La primera lo planteó por el supuesto apoyo a los extremistas kurdos en territorio sueco y la segunda a los cuestionamientos provenientes del gobierno sueco por el supuesto autoritarismo húngaro. El cambio de posición turca tiene origen en la decisión estadounidense de venderle aviones de caza F-16, que estaba suspendida por el gobierno estadounidense. La incorporación de Suecia permite a la OTAN controlar las costas del mar Báltico y fortalecer su flanco norte sobre el Ártico. Los avances respecto a Ucrania fueron políticos pero no concretos ni operativos, como reclamaba este país. No hubo un cronograma para la incorporación, que los países de la OTAN posterguen para evitar involucrarse directamente en la guerra, como lo establece el artículo 5° del tratado de la alianza atlántica, por el cual cualquier país que es atacado cuenta con el apoyo inmediato de los otros miembros. La titular de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyden, planteó también que el gobierno ucraniano debe concretar las reformas necesarias para avanzar en la incorporación. Como alternativa se optó por comprometer apoyos militares bilaterales de países de la OTAN, como es el caso de Estados Unidos y Alemania, entre otros. Fue reiterado el compromiso de que los miembros de la OTAN lleven el gasto militar al 2% del PBI -lo que cumplen sólo un tercio de los países-, porcentaje que ahora se toma como un piso o mínimo. Se decidió impulsar un acortamiento de los plazos para alcanzar ese objetivo. El tema de las bombas de racimo que Estados Unidos decidió entregar a Ucrania -dos tercios de los países de la OTAN han firmado el acuerdo internacional que prohíbe el uso de esta munición-, originó una declaración del presidente Biden bastante sorprendente. Dijo que se había decidido entregar estas bombas porque Ucrania “se había quedado sin munición” y Estados Unidos estaba escaso de ellas. Pero en lo diplomático, el G7 empezó a asumir una postura como grupo frente al conflicto de Ucrania.
En una semana de diferencia tuvieron lugar la Cumbre de Jefes de Gobierno del Grupo de Shanghai desde la India, y de la OTAN en Vilna. Dos visiones geoestratégicas diferentes, la de Occidente por un lado y la de Oriente por el otro.
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