El dilema de Juntos por el Cambio

Tener una idea de país también es tener una idea clara de cómo hacer lo que queremos hacer. Los medios son un fin en sí mismo

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Mesa nacional de Juntos por el Cambio
Mesa nacional de Juntos por el Cambio

La situación del país es bien conocida por todos, no hay disputas en Juntos por el Cambio sobre la gravedad económica en la que nos deja la pésima gestión de Alberto, Cristina y Massa. Tampoco respecto de las oportunidades que esperan para una Argentina que se anime a hacer un cambio.

Pero estamos yendo a unas PASO y en agosto tenemos que decidir cómo pretendemos ganar en octubre. Y, especialmente, asegurar que los cambios que hagamos sean profundos y duraderos.

La velocidad que imprimen Twitter y las redes sociales impacta sobre la política y nos obliga a centrar el debate sobre las personas. Pero no quiero hablar de personas, quiero referirme a las ideas y a las posiciones políticas de los espacios que disputan el liderazgo del cambio.

Tener una idea de país también es tener una idea clara de cómo vamos a hacer lo que queremos hacer. Los medios son un fin en sí mismo, el cómo hacemos será lo que nos aleje del objeto o nos permita alcanzarlo.

En el último tiempo se ha querido instalar en las redes una retórica que intenta poner en duda la vocación de cambio profundo de uno de los espacios, concretamente el de Horacio Rodriguez Larreta. Y se exacerba la arenga transformadora del espacio que lidera Patricia Bullrich, como certificado de auténtica voluntad y, como consecuencia, de garantía del cambio.

No dudo de la real voluntad de cambio de ambos espacios, así nació Cambiemos y es la semilla que se amplió a Juntos por el Cambio. Pero para ser el cambio no creo en la simplificación de resolver el país solo con temperamento e intenciones. Soy de la idea de que hace falta carácter. Un carácter que se forja en el contexto, la experiencia y decisiones que se traducen en acciones concretas y perspectiva de horizonte.

Lo que viene sin duda requerirá de coraje, pero abre la pregunta de cómo nos paramos para disputar frente al kirchnerismo y, fundamentalmente, frente a los problemas reales de las personas. Las personas son lo único verdaderamente importante en todo esto.

Vale la pena la metáfora para graficar con un ejemplo concreto la falla en la interpretación del coraje ¿Qué es más determinante, jugar con un 4-3-3 o poner siete delanteros contra Francia? ¿Puede pensarse que quien pone siete delanteros con Francia es quien tiene lo que hay que tener? ¿Puede pensarse que quien juega sólo con tres delanteros no tiene reales intenciones de ganar? El coraje no es ajeno a la razón, a creer en el equipo y en la táctica, allí hay auténtica ambición de ganar.

Horacio Rodríguez Larreta
Horacio Rodríguez Larreta

No quiero la épica de un discurso de valentía porque no alcanza, yo quiero transformar definitivamente la vida de los argentinos. Para hacerlo necesitamos hablar despacio, entender el contexto y diseñar la táctica más adecuada para ir a fondo. Queremos ganar, necesitamos ganar.

Esto de lo que estoy hablando es la diferencia esencial entre el temperamento y el carácter. El temperamento es un rasgo de la personalidad, pero carece del aplomo de la contextualización, del análisis de opciones y el planteo de una estrategia. Esto es carácter.

Enfrentar la inflación, la inseguridad, la falta de trabajo, los déficits en la educación, la pérdida republicana, el desgaste de la democracia, la falta representatividad de la política, y todos los problemas de la Argentina, no son temas para improvisar sobre la marcha. Hay una percepción de pérdida absoluta de progreso en el país y una sensación de imposibilidad de llegar a soluciones a nuestros problemas diarios.

El contexto actual crítico en el que aparece una necesidad de cambios en nuestras políticas públicas, y una fragilidad social tremenda, donde la clase media está en camino a la extinción frente al crecimiento de la pobreza entre los trabajadores, y la clase baja se siente amenazada por un futuro que empeora.

¿Alcanza con cambios a secas? No. Necesitamos cambiar la mentalidad de las personas y reconstruir la idea de progreso donde los cambios positivos se sostienen y se aspira a mejorar de gestión a gestión. Esa esperanza no se logra por imposición frente al conflicto, sino por un trabajo sobre los cimientos sociales.

Un cambio profundo y duradero es una decisión. No es lo mismo actuar con intención o voluntarismo. Decidir encarar una reforma profunda en un área de política es enfrentar al status quo y garantizar la sostenibilidad del cambio por fuera del péndulo del populismo. Necesitamos de políticas que tengan el arraigo social suficiente para durar en el tiempo, mucho más allá de la frontera de un mandato presidencial.

Encarar estas transformaciones y hacerlas durables requerirá de tres mecanismos sin los cuales la decisión no se podrá ejecutar y quedará en una mera intención.

Patricia Bullrich
Patricia Bullrich

Se requieren mecanismos que generen un compromiso a nivel institucional y legal para con la reforma encarada.

Mecanismos de acuerdo políticos por medio de los cuales se involucre una mayoría del país en el proceso de reforma.

Mecanismos sociales a través de los cuales la sociedad se involucre y haga propia la reforma conformando así una amplia coalición que defienda los cambios frente a quienes intenten revertirlos.

La cultura política del populismo está cruzada por una percepción de que el mejor decisor es el que impone unipersonal e imperialmente sus intenciones. La figura más aproximada al ideal del “gran decisor” fue Cristina Kirchner, lo que nos llevó al desperdicio de años de bonanza que difícilmente volverán. Cuando desapareció la bonanza, tanto la intención como el temperamento no perdieron valor, le sirvió para justificar la imposibilidad.

Este fenómeno cambió la estructura política argentina y empuja a cambios en nuestra sociedad y en nuestro modo de concebir la política; en particular en el modo en el que tomamos las decisiones y en cómo la sociedad percibe que se deben tomar. Hay algo en nuestra cultura del populismo de la que requerimos despojarnos para abrazar una nueva forma de hacer política.

No tenemos chances para justificar la imposibilidad, no tenemos tiempo para improvisar con teorías abstractas de la economía como plantea algún iluminado. Esto nos lleva a hablar de la necesidad de tomar decisiones en serio, profundas y durables. Decisiones que cuentan con contenido de fondo y mecanismos de implementación, que se caracterizan por ser el coraje de elegir el camino correcto.

El que gana el partido y trae a casa la Copa del Mundo es el equipo que tiene una formación más apta para ello. No es el equipo que quiere ir a todo o nada, el equipo temperamental y de grandes intenciones; sino el que cuenta con decisión y carácter. Ahí radica la clave para tener reformas durables que nos permitan terminar con el ciclo interminable de problemas asociados al péndulo populista.

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