Durante este año, el oficialismo sacó a relucir, con bombos y platillos, los resultados de la Evaluación Aprender en el nivel primario de 2022. Mostraron cifras excepcionales y anunciaron la superación del efecto pandemia. Sin embargo, la realidad es otra. Seguimos cayendo, a pesar de que venimos de muy abajo. Tristemente, si algo demuestra la Argentina, es que siempre se puede estar peor.
Vamos por punto. ¿Cuáles son los resultados positivos que muestra el Gobierno? Se basan en una evaluación muestral en el nivel primario durante 2022. Aquí ya hay dos cuestiones que hacen ruido. Primero, que al nivel primario le tocaba ser evaluado en 2021 y 2023 (cada dos años), no en 2022. En segundo lugar, que se hizo una inspección muestral (es decir, en una minoría de escuelas seleccionadas) y no censal (en todas), como se venía haciendo previamente y se hizo en el secundario.
La Evaluación Aprender es un examen que se hace cada dos años (teóricamente) en todas las escuelas del país. Sirve para ver el estado real de los aprendizajes y del sistema educativo. En el nivel primario, se hizo en 2018 y, en el secundario, en 2019. Por tanto, debía hacerse en primaria en 2020 y en secundaria en 2021. Empero, a causa de la pandemia, se pospuso un año. Por eso, la examinación censal se llevó a cabo en 2021 en primaria y en 2022 en secundaria.
La próxima evaluación de primaria tocaba en 2023, si se respetaba el plazo de dos años. Sin embargo, se llevó a cabo en 2022, junto con la de secundaria. Se podría pensar que se hizo así para volver al bienio original. Pero, en ese caso, se debería haber hecho también en secundaria en 2023, cosa que no sucedió. Asimismo, se tendría que haber respetado la metodología censal, en lugar de recurrir a un muestreo menos preciso.
Entonces, ¿cuál fue el motivo real para hacer nuevamente la evaluación de primaria en 2022, en la forma de muestra y no de censo? ¿Se manipuló la muestra para tener alguna noticia positiva para dar de cara a las elecciones?
Llama la atención que los resultados de primaria de 2022 hayan dado tanto mejores que los de secundaria del mismo año, y sin un cambio abrupto de política o de inversión que pueda explicarlo. La evaluación de secundaria fue censal (es decir, como corresponde, sin posibilidad de tergiversar la muestra). Dijeron que el abrupto progreso de primaria, de un año al otro, sería fruto del retorno a la presencialidad. ¿Por qué, entonces, no vemos lo mismo en secundaria?
Según el censo de secundaria de 2022, seguimos cayendo en picada. Cuatro de cada diez alumnos no tienen los aprendizajes básicos en Lengua y ocho de cada diez no los poseen en Matemática. El nivel avanzado en Matemática está a punto de extinguirse, con 0,1%. La brecha educativa entre sectores bajos y altos y entre escuelas públicas y privadas sigue amplia. Se redujo levemente, pero por malos motivos. Cayeron los que estaban mejor, no mejoraron los que estaban peor. La situación es alarmante.
Según la muestra de primaria de 2022, por el contrario, habríamos dado un salto de un año al otro, en contra de lo que muestra el censo de secundaria y aplicando las mismas políticas que nos hacen retroceder desde hace décadas.
Casualmente, especialistas en metodología de evaluación educativa cuestionaron fuertemente el método usado en la Evaluación Aprender de primaria en 2022 (la única que dio bien). Es decir, no solo se recurrió a una muestra en lugar de a un censo, sino que dicha selección estuvo, en el mejor de los casos, mal confeccionada (si es que no la manipularon a propósito).
El experto en evaluación educativa, Alejandro Ganimian, puntualizó varios aspectos dudosos o poco claros sobre la forma en que se confeccionó la muestra. Entre ellos, el proceso de selección, la participación mínima, el criterio de exclusión de escuelas y estudiantes, la transparencia de los datos de participación y de la población por jurisdicción, etc. ¿Estamos ante un nuevo INDEC de Moreno de la educación? ¿Se apunta a destruir la Evaluación Aprender, como se hizo en su momento con el INDEC?
El modelo educativo argentino fracasó estrepitosamente. Lo viene haciendo desde hace varias décadas. Con más de lo mismo, no lograremos resultados distintos. En vez de inventar muestreos dudosos, debemos cambiar el paradigma y modelo educativo por uno que funcione acá en Argentina y en el mundo, según la evidencia empírica.
Por uno que suponga incluir en serio, con herramientas y oportunidades, no aprobando y promoviendo sin aprendizaje; educar en hábitos y valores; dotar de autoridad al docente; resguardar el clima áulico y la disciplina; dotar de eficacia y funcionalidad al sistema; descentralizar razonablemente; reconocer autonomía a la autoridad educativa; evaluar de forma generalizada y transparente; enseñar la cultura del esfuerzo; entrenar la mente con sana exigencia; incorporar los avances en neurociencias, para lograr una educación verdaderamente integral; y crear órganos técnicos e independientes encargados de actualizar el diseño curricular, para no correr detrás del cambio tecnológico y social, evitar el adoctrinamiento o sesgo ideológico y preparar para la demanda laboral del hoy y del mañana.
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