Giro copernicano en Washington

Estados Unidos está preparando el lanzamiento oficial de un “Nuevo Consenso de Washington”, con el objetivo de recuperar su averiada hegemonía global

El asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca de Estados Unidos, Jake Sullivan, habla durante una rueda de prensa en la Casa Blanca en Washington

La confrontación entre Washington y Beijing transita el ámbito de la denominada guerra irrestricta o híbrida; es decir no tiene límites en cuanto su campo de acción. En su fase actual se desarrolla, en la esfera pública, de modo diplomáticamente amable, combinando cooperación táctica con mutuos desafíos; pero en el lado oscuro de las cosas, se combate, no militarmente, pero sí en todos los espacios: tecnológicos, financieros, y fundamentalmente en el campo doctrinario, actualizando permanentemente la concepción estratégica y el relato simbólico, en pos de asegurar el poder propio para la nueva etapa del mundo. Además, desde esas doctrinas, se intenta captar y sumar a otros países para sus respectivas esferas de influencias o bloques propios.

Se observa actualmente que EEUU está preparando el lanzamiento oficial de un “Nuevo Consenso de Washington”, en orden a recuperar su ansiada y averiada hegemonía. Esto significa una actualización de su proyecto nacional, de carácter bipartidista, explícito o implícito, que muestre al resto del mundo la solidez con que los EEUU piensa encarar su futuro, que, en democracia, puede ser conducido por un partido u otro, con un presidente u otro. Es que, para los norteamericanos, los rusos o los chinos, el poder nacional comienza y se perfecciona cuando se aplica el lema: “Primero la Patria, después los partidos y por último los hombres”. Temas que casi toda la dirigencia política argentina actual, no entiende o no practica, simplemente, porque la Patria no ha sido su prioridad, como debería ser.

Después de la caída del Muro de Berlín, en 1989, el economista John Williamson habló por primera vez del Consenso de Washington para referirse a las ideas o principios de política económica que debían seguir los países que quisieran ser apoyados por EEUU y sus controladas instituciones: FMI, Banco Mundial, etc. Principios clásicos de la ortodoxia liberal: privatizaciones, disminución de gastos sociales y de impuestos, plena apertura exterior, libertad de movimientos de capital, desregulaciones, control de los sindicatos, todos muy propicios para la globalización del capitalismo financiero. Fue un deificado período, que signó un tiempo en la vida planetaria, pero que sus propias reglas contenían la semilla de su propia destrucción y dejaron la mesa servida a nuevos competidores, con consecuencias destructivas para la mano de obra estadounidense, el vaciamiento de su base industrial, además de permitir el desarrollo armamentístico y tecnológico de China, que creó el actual entorno de fuerte competencia geopolítica y de seguridad. No sólo eso, también se descontroló el cambio climático y se incrementó fuertemente la desigualdad, aumentando los conflictos sociales, que podrían llegar a poner en riesgo los fundamentos de la democracia. La realidad ha demostrado que toda la teoría liberal del crecimiento inclusivo y del derrame, no funcionó. El gran tema de la inversión privada, del crecimiento económico y de la distribución de ingresos, en el marco de una competencia global, requiere sin duda otra teoría, mejor elaborada, y seguramente que incluya alguna planificación estratégica nacional.

Giro copernicano

El 27 de abril de 2023 Jake Sullivan, consejero de Seguridad Nacional de EEUU, el arquitecto de la política exterior norteamericana, da un discurso disruptivo en la Brookings Institution, dinamitando las bases del “viejo” consenso de Washington, agónico hasta entonces. Dio las bases para una nueva doctrina, apoyada inclusive por la actual secretaria del Tesoro y antigua presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, de visita en estos días por China.

¿En qué consiste esta nueva doctrina, que comenzó a ser llamada “Nuevo Consenso de Washington”? Es un giro copernicano que se dirige en dirección contraria a su anterior. Se centra en una fuerte intervención estratégica estatal y en la inversión pública. Descree de la anteriormente deseable “interdependencia mundial”: esto podría explicar parcialmente la guerra en Ucrania, por el proceso de reconfiguración del poder hacia el interior de sus propios territorios, que desencadena el desacople geopolítico, e impulsa una estela de fronteras fuertemente disputadas y a veces en llamas.

El antecedente inmediato de Sullivan y de la búsqueda de un consenso mínimo para lograr una posición coherente a largo plazo para enfrentar el desafío que plantea China, lo inició Trump, con la adhesión mayoritaria de los Republicanos. Su posición “nacionalista”, pese a sus exabruptos y extravagancia, ha sido adoptada e instalada por Biden y el Partido Demócrata. “Make America Great Again” (MAGA) se ha impuesto en la agenda interna, pese a que hay infinidad de otros temas y matices, que separan a unos y otros. También coinciden en que el Estado tendrá un papel clave para defender los intereses nacionales dentro de esa agenda. La nueva industrialización no necesitará otra Guerra Civil, como ocurrió en los años 1861-65, pero exige la reestructuración de la globalización y los términos del intercambio comercial. El mejor ejemplo es el de los semiconductores y los microprocesadores; la “repatriación industrial” es consecuencia de una “estrategia industrial” a largo plazo como política bipartidista para romper con la dependencia de su principal proveedor (Taiwan), que es impulsada con las leyes aprobadas el año pasado (Chips and Science Act) para para frenar la competencia de Beijing y dotar de autonomía estratégica a la industria nacional. Se utilizarán fondos por valor de USD 230.000 millones, de los cuales USD 50.000 millones se dedicarán a la producción local de microchips esenciales para el funcionamiento de automóviles, teléfonos móviles y sistemas de armamento y el resto (USD 180.000) se dedicará a I+D, especialmente en los campos de la inteligencia artificial, robótica, computación cuántica y otras tecnologías avanzadas. “no se trata solo de las [plantas] que fabrican los chips, sino de todo lo que entra allí. Todos los materiales, productos químicos, gases y sus materias primas. Todos tienen que estar ahí. Todo se reduce a dónde está la fuente, dónde está la materia prima, dónde está la fabricación y quién puede encargarse de la logística. El impacto será global, al punto que fabricantes de Taiwán, donde ahora están los mayores fabricadores de estos insumos claves, se sienten atraídos a instalarse en Norteamérica”.

Asimismo, por la Inflation Reduction Act, se aplicarán unos USD 400.000 millones en energía verde, incluidos créditos fiscales para los productores de energía generada de forma menos gravosa para el ambiente y los compradores de vehículos eléctricos, lo que ha provocado la protesta de la UE

Conclusiones

Se confluye en una Nueva Estrategia Nacional de los EEUU, que gobernará el debate global en la próxima década. Es producto de un consenso bipartidista sobre el rumbo económico y estratégico global. El innegable rechazo a la ortodoxia económica de los últimos cincuenta años, es su punto más disruptivo; más aún porque ese esquema de poder post-liberal es asumido por toda la dirigencia norteamericana. Una buena lección para la Argentina: “primero la Patria, …..”

En palabras sencillas, el Estado norteamericano ha retomado el control del planeamiento estratégico nacional, dejando que el sector privado atienda la competitividad global produciendo y comerciando, pero ayudado por el Estado. Deja definitivamente atrás la etapa hiper-globalizadora en que el sector económico-financiero había privatizado las decisiones estratégicas del estado nacional y (mal) conducía los destinos de la nación. En resumen, la nueva estrategia plantea un desacople geopolítico y de concentración de fuerzas en territorio propio o amigo, con cierto grado de proteccionismo económico, centrado en una fuerte intervención estratégica estatal y en la inversión pública. La estrategia incluye acuerdos regionales y bilaterales (con los amigos) y pocos pactos globales.

En palabras del propio Sullivan, los desafíos futuros de los EEUU definidos a partir del nuevo marco estratégico son:

1) poner a funcionar esa nueva política industrial en un período relativamente corto, lo cual no es sencillo, visto las múltiples asociaciones cruzadas entre empresas multinacionales y pymes con cadenas de suministros complejas y diversas, pese a contar con una amplia inversión pública.

2) trabajar con los socios geopolíticos para garantizar que también estén desarrollando capacidades, resiliencia e inclusión, en el marco de desconfianzas e incertidumbres geopolíticas de todo tipo.

3) hacer frente al cambio climático, pero sin necesidad de sacrificar por ello el crecimiento económico sino, por el contrario, avanzando hacia una transición energética justa y eficiente con inversión deliberada y práctica para impulsar la innovación, reducir los costos y crear buenos puestos de trabajo.

4) atender la desigualdad y su daño a la democracia, porque las ganancias del comercio no llegaron a muchos trabajadores, mientras que los ricos lo hicieron mejor que nunca.

El problema principal para EEUU es que China no está quedándose quieta y agranda continuamente sus relaciones geopolíticas, principalmente en toda Asia y con su acercamiento con Rusia también aumentan su influencia en África y los países árabes. Pero este análisis quedará para otra entrega.

Desgraciadamente, la conformación de dos grandes bloques preanuncia un horizonte poco proclive a la cooperación e integración internacionales, sino el de más armamentismo y guerras.

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