La violencia narco en Rosario no para y se ha ensañado con las escuelas y sus comunidades. Las amenazas y balaceras a las escuelas y nuestros alumnos heridos o asesinados son las expresiones más brutales de esta oscura realidad.
La gravedad de la situación y la falta de garantías hacen que en distintas situaciones las escuelas deban estar cerradas: por un día, por dos, por diez. En un detallado informe que elaboramos desde Amsafe Rosario, el sindicato de los docentes de las escuelas públicas, dábamos cuenta de 54 establecimientos educativos de distintos niveles y modalidades que durante este año debieron cerrar sus puertas y suspender las clases por diversas situaciones de violencia.
El listado recorre distintas zonas de la ciudad e incluye hasta escuelas de pleno centro; pero sin dudas algunas barriadas resultan particularmente golpeadas. Empalme Graneros, La Cerámica y Ludueña en el norte de la ciudad son los barrios más afectados, y muy cerca están algunos barrios del sudoeste del distrito o Tablada, en el sur.
Estos meses mostraron lo que anunciamos desde el comienzo: el fracaso de la política de militarización de los barrios con la llegada de casi 1500 miembros de tropas federales en el pasado mes de marzo. En cada uno de los barrios antes mencionados es notoria la presencia de gendarmes y prefectos; y la violencia y la muerte siguen creciendo.
Pero volvamos a las escuelas y a lo más importante: el propio proceso educativo, la vida escolar de nuestros alumnos y alumnas, la marcha de los aprendizajes. Sin dudas aquí el golpe también es brutal. Estos chicos, atravesados en muchos casos por las limitaciones de todo tipo que les impone la pobreza, están siendo severamente privados de su derecho a la educación. A los días en que las autoridades educativas dispusieron el cierre de la escuela debemos sumarle aquellos en que las familias entienden que no hay condiciones para que el niño asista a clases. Así el ausentismo se ha transformado en un creciente problema que golpea gravemente la educación y aun la alimentación de estos chicos, ya que en muchos casos también pierden el principal plato de comida que es el que reciben en la escuela.
Es difícil ponerle cifras globales a este problema pero nos animamos a compartir algunas referencias parciales. En marzo, luego del asesinato de Maxi Jerez, un niño de 11 años, en barrio Los Pumitas y la posterior destrucción del bunker por los vecinos, las amenazas de los grupos narcos llevaron a que más de 20 familias de las comunidades de pueblos originarios resolvieran viajar al Chaco “por unos meses” para lograr tranquilidad.
En distintas escuelas maestras han recibido mensajes de madres que les informan que el hijo o la hija no va a ir por un tiempo a la escuela porque para estar tranquilos se mudan a otro barrio o a una ciudad vecina donde algún pariente los aloja para estar seguros. En una escuela baleada de zona norte, la directora nos refería que luego de que la institución reabriera sus puertas, durante la primera semana, el ausentismo superó el 50 % y en la segunda rondó el 30%. Durante el enfrentamiento entre bandas en la zona de La Cerámica, las escuelas apostaron a mantenerse abiertas dentro de lo posible, pero lo habitual durante dos semanas fue que el ausentismo superara el 80%; en verdad en esa zona nadie circulaba por la calle y la postal que se podía observar recordaba los tiempos de la cuarentena más estricta. Ya se ha transformado en algo habitual que las actividades contraturno como educación física que se realizan en estos barrios tengan muy poca asistencia. Para terminar este repaso sin dudas parcial, podemos sumar que en algunas escuelas nocturnas en las que el ausentismo motivado por la inseguridad ya empieza a transformase directamente en deserción.
Es difícil exagerar el impacto sobre la subjetividad de nuestros chicos. La violencia está vulnerando su derecho a la educación, a la alimentación y hasta a la más elemental socialización. En muchos casos no van a la escuela ni tampoco van a un club; peor aún: no pueden salir a dar una vuelta en bicicleta ni jugar a la pelota o charlar con sus amigos sentados en el cordón de la vereda.
No podemos naturalizar esta realidad. Sin dudas la responsabilidad principal es del gobierno; el provincial y también el nacional y el municipal. Además vale señalar que la oposición actual antes fue gobierno y estuvo lejos de encontrar las soluciones. Hoy vemos como oficialismo y oposición reparten culpas y repiten eslóganes pero no aparecen buscando el serio las soluciones.
Cuesta exagerar el dramatismo de la situación. Llegar y salir de la escuela se ha transformado en una situación riesgosa. Cada semana suceden hechos graves. Por nuestros chicos y nuestras chicas debemos encontrar caminos de salida. No será con más fuerzas represivas. Será dando respuesta a las tremendas urgencias sociales y rompiendo los vínculos con las mafias cada día más enquistadas en el poder.
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