El mundo ha iniciado la más importante transformación de la matriz energética de las últimas décadas. Causas económicas, geopolíticas, ambientales y nuevas tecnologías convergieron para que esa transformación estuviera presente en cada acto de la vida de cada habitante del planeta.
Argentina no es parte.
En Europa desde los hábitos de cada usuario hasta las decisiones que cada gobierno toma en la materia están enmarcados en la batalla por lograr la mayor autonomía y la menor huella de carbono para combatir el cambio climático.
En Estados Unidos se ha implementado una descomunal inversión en energías renovables y electromovilidad. En Uruguay ya se han realizado pruebas para autoabastecerse con energía renovable para el consumo de todo el país. En Brasil desde hace más de un año se ha liberado la comercialización de electricidad estableciendo la apertura del mercado hasta el consumo domiciliario para la generación de energía verde. Lo que impulsó una enorme inversión privada en esta materia.
Con asombro en los últimos meses en nuestro país se toman decisiones aisladas una de otra, licitando tres mil megavatios a generarse con combustibles fósiles.
Se llama a invertir en energías distribuidas sin cambios regulatorios que incentiven la inversión privada en las ciudades, que han sufrido cortes por las olas de calor.
Se estatizan las hidroeléctricas del Comahue sin otro objetivo que buscar nuevos contratos sin un plan que garantice la operación y mantenimiento de las represas y menos aún la de incentivar nuevas inversiones en esa tecnología no contaminante.
Las posibles represas de la alta cuenca representan no solo posibilidades de más generación, también significan ahorrar más agua y eso en términos de energía significa sustituir baterías.
Cuando no se puede generar por falta de viento o de sol se usa el agua acumulada en lugar de usar baterías, una simbiosis perfecta.
En este caso la generación eléctrica es sólo uno de los temas a tener en cuenta. El manejo del agua, la inversión en riego para lograr cientos de miles de hectáreas productivas, son temas congruentes con las represas. Antes de volcar agua dulce al océano.
Se habla de una nueva planta atómica con una tecnología diferente a las ya existentes.
La pregunta que debemos hacernos es: ¿Cuál es el motivo de estas reacciones aisladas y apresuradas ante el inminente cambio de gobierno?
El marco regulatorio de la industria eléctrica data de los años 90. Se legislaba para salir de una etapa negra en lo que respecta a la calidad de servicio que teníamos los usuarios. Ya está obsoleta, cambiaron los objetivos.
Los 20 años de subsidios desvariados, demorando irresponsablemente obras de infraestructura en materia de gas, utilizando los precios de la energía y las tarifas del servicio público supuestamente para recuperar ingresos en los bolsillos de los usuarios, generaron una crisis en el sistema sin precedentes y sin planificación alguna de mediano o largo plazo.
Hoy como en aquellos años del siglo pasado debemos parar la pelota y hacer un plan global alineado con las metas globales del cambio climático. Legislando un nuevo marco legal que garantice la inversión privada, no de los bancos como en aquel momento sino del ahorro público.
Impulsando una racionalidad en cada inversión. Buscando recuperar la relación de los usuarios con el consumo, generando una cultura de consumo responsable.
Las apresuradas e improductivas iniciativas aisladas no sólo no van en el sentido en el cual se dirige el mundo entero, sino que generan gastos que en momentos económicos tan inciertos provocan precios mayores y comisiones inexplicables.
Se calcula que aproximadamente el 40% de la demanda eléctrica deviene de pueblos que tienen, con inversiones privadas autofinanciables, la capacidad de generar mucha más energía que la que consumen.
Lo cual es doblemente beneficioso, baja la demanda de energía mayorista al sistema y aporta, en nodos distribuidos en la geografía de nuestro país, energía en lugar de gastarla.
Esa generación se realiza con energía eólica y fotovoltaica.
Eso deriva en una nueva planificación del sistema de transporte eléctrico, bajando gastos.
Mientras el mundo cierra plantas atómicas nosotros planificamos nuevas. Si el compromiso es con China, ellos son los fabricantes más económicos en materia fotovoltaica.
Mientras el mundo desarrolla todas las represas posibles para administrar el agua y generar energía verde, nosotros insistimos en las generadoras a base de combustibles fósiles.
¿Lo hacen para solucionar un problema o para aumentar la deuda? La cual en el relato aborrecen.
El camino virtuoso en este caso es seguir al mundo, los fondos de financiamiento para la transformación de la matriz energética abundan. Los otros son caros y pocos.
No son inversiones, son improvisaciones sospechosas.
Seguir leyendo: