En los últimos días está llegando desde Uruguay en forma reiterada y muy alarmante, información acerca de la grave preocupación por la falta de agua, especialmente para Montevideo a raíz de una sequía que afecta al Río Santa Lucía y también por la falta de concreción de obras que, habiendo estado proyectadas, no se ejecutaron a su debido tiempo.
La sequía tiene una vertiente que obedece a causas naturales pero la falla humana es tan o más importante que la primera y es atribuible a una inmensa imprevisión.
Tanto el gobierno del Frente Amplio como el gobierno actualmente en funciones en cabeza del Partido Nacional, el Partido Colorado, Cabildo Abierto y otras organizaciones políticas de menor entidad, dejaron de encarar las inversiones necesarias para generar la infraestructura que hubiera evitado la desastrosa situación que hoy atraviesa el país.
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Y así lo reconoció José Mujica señalando que todos se durmieron. Los unos y los otros.
La omisión es lamentable pero el reconocimiento público asumiendo que el problema no puede atribuirse exclusivamente al gobierno de Lacalle Pou, representa un enorme gesto de madurez frente a la comodidad de lavarse las manos y pasarle la factura a las autoridades en funciones.
Culpas compartidas!
Esta forma de encarar la política contrasta de manera notable con los sempiternos pases de factura que caracterizan el estilo de hacer política en Argentina. Y ya no solo entre organizaciones políticas rivales, sino entre organizaciones que supuestamente caminan al amparo del mismo paraguas amarillo.
La masiva movilización piquetera que nuevamente estranguló el centro porteño, sirve para que desde las tiendas de Patricia Bullrich se le pase factura al larretismo bajo el argumento que la mano blanda del gobierno de la Ciudad no desalienta la movilización de las organizaciones sociales. Y la respuesta no demoró en hacerse sentir, con el argumento que cuando la actual candidata estuvo a cargo de la cartera de seguridad, la movilización popular no se interrumpió en ningún momento.
En un país que arrastra inmensos problemas estructurales que golpean de manera masiva a millones de personas que actualmente están viviendo en condiciones de pobreza, mostrar los dientes y prometer orden y disciplina a fuerza de palos, es un acto que evidencia una inmensa insensatez.
La pobreza no se combate a bastonazos sino con políticas que ordenen los enormes desequilibrios monetarios, el desajuste fiscal, la ausencia de incentivos para promover la inversión interna y externa, la inseguridad jurídica que destruye toda forma de confianza, la enorme presión tributaria amparada en una nube inmensa de gravámenes.
Las rispideces y el estilo de hacer política de perro callejero, es decir, mostrando los dientes, es también parte de los usos y costumbres en el partido de gobierno que entre el presidente, la vicepresidenta y los sucesivos ministros de economía, transmiten la imagen de gestiones no compartidas e independientes, cargadas de pases de factura y continuos deslindes de responsabilidad.
El Río de la Plata es un río muy ancho. En geografía se lo define como un estuario. Esa distancia entre sus orillas parecería que armoniza con la enorme distancia en los estilos de hacer política.
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