Los argentinos estamos atravesando una coyuntura muy desafiante. Frente a este escenario, nadie duda del poder transformador que tiene para el país un sistema financiero sólido y confiable, y que sobre todo quiera ser parte de la solución. El crédito y el ahorro impulsan el desarrollo mientras que los servicios son el canal que tienen las personas y empresas para vincularse económicamente. Y en este sentido, el rol de los bancos hoy va mucho más allá: la banca social se vuelve una herramienta clave para acompañar a las personas hacia el progreso, dejando atrás viejos modelos de caridad o beneficencia para dar el salto hacia una inclusión genuina y sostenible.
En los últimos años hemos comprobado que es posible generar productos financieros para segmentos de población tradicionalmente no bancarizada. Ya lo estamos haciendo con servicios de alta calidad, masivos e inclusivos. Iniciativas que hacen todo esto y que a la vez son sustentables. Esto es una parte esencial, porque de esta forma se autofinancian y nos permiten seguir incrementando nuestro acompañamiento.
Encontrar productos que reúnan estas características no es sencillo, pero tampoco imposible. Se requiere de un método, de mucho testeo y del empoderamiento del equipo destinado a idearlos. El objetivo es diseñar productos que cumplan con cuatro pilares de cualquier proyecto “exitoso”: producto, mercado, canales y modelo de negocios.
Estaremos generando soluciones financieras robustas para impulsar el desarrollo del país si logramos encontrar las necesidades de un mercado, si diseñamos un producto que llegue a él por los canales adecuados y se sostenga por un modelo de negocio sustentable. Ese es nuestro objetivo, pero también una realidad. Déjenme contarles dos casos concretos que ilustran nuestra visión y cómo es posible hacer de la banca social un pilar para el progreso de toda la sociedad.
Primero, el universo de los jubilados. Uno de cada cinco mayores de 18 años forma parte de él. Es un segmento gigante pero casi siempre desplazado, bajo la presunción de que es costoso atenderlos y que no tiene una proyección de mayores ingresos a futuro. Para ellos aplicamos tecnología para facilitar los trámites: hoy, por ejemplo, nuestros desarrollos tecnológicos hacen innecesario que los adultos mayores deban realizar una ‘fe de vida’ mensual. Pensamos en beneficios y ventajas para los jubilados y como resultado vamos camino a duplicar nuestra cartera de clientes en este segmento, desde que comenzamos con el proyecto.
El segundo ‘caso de éxito’ de este nuevo enfoque son nuestras conocidas sucursales en los barrios vulnerables -o directamente villas, como en realidad las llaman sus habitantes con orgullo-. Somos el primer banco en llegar y ya tenemos 8 sucursales. Nos decían: “¿cómo vas a poner un cajero ahí? O directamente “Cerrá el cajero de noche”. Pero nos encontramos que son los mismos vecinos los que defienden y cuidan nuestras sucursales y cajeros.
Los cuidan porque valoran el servicio. Porque son una forma de no tener que caminar 10 o 15 cuadras para llegar a su banco. De hecho, estas 8 sucursales atienden a 200.000 personas, de las cuales, en su mayoría (3 de cada 4) no son clientes directos nuestros. Vienen a nuestros 23 cajeros porque su banco no está. Estas máquinas procesan 10.000 transacciones por mes, casi el doble que el promedio de la red. Están las 24 horas funcionando. Por eso, muchos vecinos eligen abrir cuentas con nosotros. Es cierto que estamos empatados en rentabilidad, pero no perdemos dinero. Es un plan sostenible.
Transformar caridad en banca social requiere de mucho ingenio. Y por eso tenemos un Laboratorio de Inclusión para testear, probar, experimentar y equivocarnos hasta dar con la fórmula correcta. Este espacio tiene hoy otras 27 ideas en fase de aceleración. Son emprendimientos sociales dentro de una plataforma de servicios financieros. Algo impensado hasta hace muy poco.
Pensar ‘fuera de la caja’ requiere también cambiar la mirada que tienen muchas empresas sobre la sociedad argentina. La clásica pirámide poblacional por ingresos nos dice que 5 de cada 10 argentinos vive en la pobreza, 3 son de clase media y 2 son de clase alta. Esta pirámide la tiramos por la borda cuando hablamos de banca social. Y la reemplazamos con una ecuación diferente, que es mirar la población económicamente activa. Solo cambiando esta visión, estamos haciendo crecer el mercado potencial en forma sorprendente.
Pensemos juntos: en Argentina, hay 29,3 millones de personas económicamente activas. De ellos, tenemos 12,5 millones en el trabajo registrado (1 de cada 4 son independientes y el resto asalariados, aproximadamente). Del otro lado tenemos lo que llamamos “inactividad teórica”, de los cuales la mitad son jubilados o similares y la otra mitad son estudiantes, desocupados, trabajadores de la economía informal o empleados en tareas de la casa.
Cada segmento constituye un mercado, y cada uno de ellos se puede abastecer con productos, canales y modelos de negocios sustentables. Es un trabajo cotidiano para nosotros generar estos servicios. Con banca social estamos ampliando la mirada para incluir a más personas. Y esto no es hacer caridad. Es transformar: para nosotros, pero mucho más para nuestros nuevos clientes.
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