Un día en la vida de Sergio Massa candidato. Por ejemplo, el último viernes, 30 de junio. La agenda del ministro de Economía empieza a las 10 de la mañana, después de hablar algo más de una hora con sus colaboradores y con su equipo de campaña.
A las 10, presentación de la estrategia turística del Invierno 2023 con el ministro Matías Lammens. A las 11, el lanzamiento de la temporada alta de sky y de los vuelos de Aerolíneas Argentinas. A las 12, el anuncio de las cifras de crecimiento industrial de mayo.
A las 14.30, los números de las economías regionales. A las 16.30, los datos de la producción (récord asegura Economía) de gas, y a la 17.30, encuentro y foto sonriendo con los tucumanos, el gobernador reelecto, Osvaldo Jaldo, y el casi candidato a vicegobernador y casi candidato a vicepresidente, Juan Manzur.
Después de eso, la explicación oficial de como se pagaría el vencimiento de junio con el FMI, echando mano a los derechos especiales de giro (DEGs, traducción al lunfardo: “Fondo, te pago con la tuya”) y a los yuanes del swap con China (traducción al español: “Amigos de EEUU, los quiero, pero si no nos adelantan algo, nos van a dejar caer en manos del enemigo oriental”).
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Ese hombre, el que arrastra una inflación anual de tres dígitos y el que debe remontar un índice de pobreza cercano al 45% (más del 50% si no se cuentan los planes sociales), es el candidato a vencer ahora para Horacio Rodríguez Larreta y para Patricia Bullrich, los dos precandidatos a presidente de Juntos por el Cambio. Es el mismo que negocia en persona con EE.UU. y con el FMI. El mismo al que los sondeos le asignan cerca de un 30% de intención de voto para las PASO. Porque, aunque compite con la lista de Juan Grabois, es como si fuera el candidato único del oficialismo.
La irrupción de Massa candidato, aún con el derrumbe sin pausa de la gestión del gobierno de Alberto Fernández en todos los aspectos, ha obligado a los dos candidatos de la coalición opositora a rediseñar sus estrategias para los últimos cuarenta días de la campaña previa a las PASO del 13 de agosto.
Lo admiten los protagonistas de la batalla electoral y lo aceptan también la mayoría de sus estrategas de campaña. El tramo final de la contienda está marcado por una violenta reconfiguración del escenario inicial de las primarias. Y, en ese cambio de última instancia, hay que anotar dos cuestiones bien determinantes.
1.- Massa se ha convertido en el verdadero adversario a vencer. Complicado por la situación desesperante del Gobierno, pero sostenido en su hiperactividad política, en sus vínculos con EEUU Y el FMI, en sus aliados dentro del empresariado argentino y en su buena llegada a los medios de comunicación.
2.- La aparición de Massa se produce en simultáneo con la pérdida de protagonismo del populista libertario Javier Milei.
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Al fracaso de sus candidatos referentes en las provincias (los casos más preocupantes fueron las derrotas sin atenuantes de Martín Menem en La Rioja y de Ricardo Bussi en Tucumán), se sumó el cierre de las listas de candidatos con dirigentes enojados, cambios de última hora y deserciones que empañaron el clima triunfalista y el optimismo sin techo que exhibían muchos integrantes de La Libertad Avanza hasta hace poco más de un mes. Esa sensación va dejando lugar a la preocupación.
Tampoco es evaluado como una noticia favorable la aparición, este último fin de semana, del libro de “El Loco”, en el que la investigación del periodista Juan L. González alumbra un retrato extremadamente pintoresco del economista, pero demasiado controvertido para las semanas previas al gran examen electoral.
Milei es descripto en el libro como la gran aparición de “la nueva derecha” en la Argentina, y como el difusor de una serie de ideas que condicionan la batalla discursiva de la clase política. Claro que esas medallas políticas van acompañadas de la tormentosa relación que supo tener con sus padres; el papel fundamental de su fallecido perro Conan en su determinación de ser candidato a presidente; su afición por la clonación de perros y la doble función de su hermana Karina, como jefa absoluta de la campaña y médium para detectar los mensajes que Dios le tenía reservado al economista ultra liberal y devoto de la escuela austríaca.
¿Cuál es el verdadero Milei entonces? ¿El sensible criador de perros que espera, a través de sus espíritus, un mensaje divino para conducir los destinos de la Argentina en bancarrota? ¿O es el economista implacable que proponía la dolarización sin anestesia como remedio a la inflación y la eterna crisis de la moneda nacional? El dilema atraviesa al establishment argentino, a cuyos integrantes Milei provoca llamándolos “empresaurios”.
Es cierto un argumento que esgrimen los dirigentes cercanos a Milei. Todavía no hay encuestas contundentes que certifiquen el freno o la caída abrupta en la intención de voto del candidato. Pero hay una sospecha que atraviesa a muchos de los que lo quieren y respetan. Temen que el “momentum Milei”, aquel fenómeno de masas que parecía proyectarlo hacia la posibilidad de entrar en el ballotage presidencial, haya pasado sin remedio.
Con Massa activo en la cancha, y con Milei sintiendo el rigor del protagonismo escénico, Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich se ven en la necesidad de adaptar sus estrategias al escenario flamante. Un desafío que quizás les saque algo del tiempo que le venían dedicando a la confrontación interna extrema.
La que llevó al Jefe de Gobierno porteño a hablar de fracaso sobre la gestión presidencial de Mauricio Macri (con Patricia como ministra) y a Bullrich a definir a su rival como “ventajero y oportunista”. Ningún encuestador ha evaluado esa disputa salvaje como atributos para mejorar la imagen en la campaña.
A Rodríguez Larreta, la nueva circunstancia lo obliga a extremar su esfuerzo en conseguir votos del centro moderado, como le gusta llamar al espacio político que catapultó como presidentes a Macri en 2015, y a Alberto Fernández en 2019. En esa franja, Horacio encuentra a Massa como competidor. Un kirchnerista extremo (el malogrado Wado De Pedro o Axel Kicillof) le hubieran dejado un camino más despejado. El primer intento de Larreta ha sido catalogar a Massa como el continuador del kirchnerismo.
En el caso de Bullrich, sus estrategas evalúan en estas horas la inconveniencia de prolongar aquel juego de considerar a Milei como un aliado futuro. La candidata, y también su precandidato a vicepresidente, el mendocino Luis Petri, habían insistido en apostar a un acuerdo parlamentario con el líder libertario.
Algunos de los dirigentes que acompañan a Bullrich en su intento por llegar a la Casa Rosada se preguntan sino ha llegado la hora de dejarlo a Milei abandonado a su suerte para concentrarse en el doble desafío de derrotar, primero a Larreta en las internas, y después a Massa en una eventual pulseada presidencial.
“Patricia está más cómoda en una pelea de extremos como hasta ahora, pero si la discusión se da por el centro moderado también tenemos que estar preparados para afrontar esa posibilidad”, explica uno de los dirigentes que la acompaña. Evidentemente, no todo esta dicho sobre el misterio de la elección presidencial.
La disputa entre Rodríguez Larreta y Bullrich tuvo un nuevo capítulo este último domingo. El cambiemita Marcelo Orrego ganó la elección a gobernador en San Juan y le puso fin a veinte años de peronismo (doce de José Luis Gioja y ocho de Sergio Uñac), sacándole más de cinco puntos de ventaja a Rubén, el Uñac senador que debió hacerse cargo de la candidatura cuando la Corte Suprema de Justicia invalidó a su hermano Sergio.
Bullrich se apuró a publicar un tuit de felicitación al ganador, pero Rodríguez Larreta viajó personalmente a San Juan para compartir el festejo con el ganador Orrego. Lo había apoyado durante la campaña y esta vez le tocó estar en la foto. Nadie sabe cuánto rédito producen esas imágenes fugaces, pero en una disputa tan dura como la que atraviesa Juntos por el Cambio los candidatos quieren aprovechar cada resquicio que les ofrezca la coyuntura.
Muy diferente va a ser el caso de Santa Fe para los candidatos de la coalición opositora. Allí el enfrentamiento es cara a cara, y a cara de perro. Las PASO para gobernador enfrentan a dos postulantes directos: la periodista y senadora Carolina Losada, que tiene el apoyo de Bullrich y, en las últimas semanas, ha contado con el intenso y público respaldo de Mauricio Macri.
Enfrente está el radical Maximiliano Pullaro, aliado histórico de Martín Lousteau, quien tiene desde el principio el respaldo de Rodríguez Larreta. Será la primera vez y la única que registre un enfrentamiento directo entre los dos precandidatos de Juntos por el Cambio antes de la batalla definitiva en las PASO del 13 de agosto. Por eso, no extraña que la interna santafesina se haya vuelto salvaje. Tan salvaje, que Losada no dudó en intentar vincular a su rival con el narcotráfico (la gran herida de los santafesinos), y en afirmar que no colaborará en la campaña de Pullaro si él es el elegido como candidato a gobernador frente al peronismo.
Ante esa exhibición de internismo suicida en la oposición, Massa aprovecha y exagera los gestos de unidad después de que la confrontación despedazara al peronismo en los últimos tiempos.
El domingo por la tarde, el candidato ministro anunció que Daniel Scioli, todavía embajador en Brasilia, será designado “Asesor Espacial la Agenda Internacional” de Economía. Una caricia para quien intentó hasta el último día competir por la postulación presidencial y toda una señal para el canciller, Santiago Cafiero, quien se quedó con la candidatura a diputado nacional de Unión por la Patria. “Ese lugar era para vos, Daniel”, le dijo Cristina Kirchner al atribulado Scioli tras un cierre de listas muy cruel.
Hace algunos años, y después del ingreso de un espía de Gendarmería al domicilio de la familia Massa en pleno gobierno de Cristina, Malena Galmarini lo cruzó a Scioli en un estudio de TV y le estampó una frase que haría época: “Pedazo de forro”, fue la respuesta al intento de saludo del entonces gobernador.
A cuarenta días de las PASO, la ternura se impone a la crueldad y se abre paso en el universo impiadoso del peronismo. Era Juan Domingo Perón, justamente, el que se reía ante cada estallido y el que decía que los peronistas eran como los gatos. Que cuando se peleaban era en realidad porque se estaban reproduciendo.
No fue lo pasó este domingo de derrota en San Juan, precisamente. Las próximas elecciones dirán si, para el peronismo, está llegando el fin de la época feliz del apareamiento.
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