Los candidatos oficialistas son candidatos fuertes. Son candidatos que gozan de reconocimiento social, concentran atención mediática y disponen de mayor cantidad de recursos que aquellos candidatos que compiten desde la oposición. Esto es así en la Argentina y en todas las democracias del mundo. Este fenómeno, conocido como “ventaja de los oficialismos” da cuenta del bonus electoral del que gozan los partidos y candidatos oficialistas, y que en general, es independiente de los atributos personales de los candidatos o del desempeño del gobierno. Sin dudas, competir desde el llano no es tarea fácil. Más aún, cuando además de las ventajas inherentes a los oficialismos, la “cancha está inclinada”.
La posibilidad de reelección es una de las reglas que favorece la ventaja de los oficialismos en las provincias argentinas. Al regreso de la democracia ninguna de ellas admitía la reelección inmediata; desde entonces, muchas introdujeron reformas para admitir una o dos reelecciones consecutivas. Hoy sólo dos provincias, Mendoza y Santa Fe, prohíben la reelección inmediata; y en tres, Formosa, Santa Cruz y Catamarca, se permite la reelección indefinida.
Desde el retorno a la democracia, en 87 oportunidades, los gobernadores en ejercicio se presentaron para renovar sus mandatos. De esos casos, 75 lograron la reelección. En promedio, estos candidatos ganaron por más de 30 puntos por sobre el segundo candidato más votado. Entre los casos más extremos se encuentran gobernadores que lograron reelegirse por más de 70 puntos por encima de su principal competidor, como el de San Luis en 2003, el de Santiago del Estero en 2008 o el de Tucuman en 2007.
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Habilitar la propia reelección no es la única estrategia de los oficialismos provinciales para sostenerse elección tras elección. El uso estratégico del calendario electoral es otra facultad que otorga a los gobernadores una ventaja por sobre sus competidores: la oposición enfrenta cada año electoral con mayor incertidumbre, mientras que los oficialismos definen si despegar o no la elección provincial de la nacional según qué opción mejora sus chances de ganar. Este año, al igual que en 2019, sólo cuatro distritos realizarán sus elecciones locales en simultaneidad con la Nación.
Otros recursos que contribuyen a inclinar la cancha son el mayor acceso a financiamiento o a recursos públicos para difundir mensajes de campaña por parte de los oficialismos. O las estrategias para la conformación de la oferta electoral en varias provincias como los lemas (se presenta más de una lista por partido para el mismo cargo y la lista más votada recibe los votos de todas las demas listas) o colectoras (por ejemplo, cuando diversas listas legislativas adhieren a una de gobernador), que son capaces de mejorar las chances de esos candidatos ejecutivos.
Desde 1983, las provincias y la ciudad de Buenos Aires celebraron un total de 244 elecciones ejecutivas provinciales. Si se descuenta la primera elección de cada provincia, casi el 80% de las veces los partidos oficialistas ganaron y lo hicieron por amplios márgenes. De las diez elecciones celebradas en 2023, en ocho casos las agrupaciones oficialistas lograron retener el ejecutivo provincial. En cinco provincias -Formosa, La Pampa, La Rioja, San Luis y Santa Cruz- no hay alternancia partidaria desde 1983. Y en 17 provincias, los oficialismos ganaron en promedio por márgenes superiores a 15 puntos.
Cuando los gobernadores ganan por amplios márgenes, con frecuencia mantienen el control de las legislaturas, debilitando aún más los frenos y contrapesos y el control sobre el Ejecutivo. La falta de alternancia, debilita el voto como mecanismo de rendición de cuentas. Las oposiciones comienzan a debilitarse, y en muchos casos, asumen como improbable la posibilidad de revertir la tendencia. Por eso, es importante fortalecer las instituciones que garantizan condiciones de competencia más parejas.
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