Juntos y revueltos

La confirmación de las fórmulas no apaciguó los ánimos en la oposición. El contraste entre las propuestas de Rodríguez Larreta y Bullrich resulta una invitación a la polarización

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Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta
Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta

La sorpresiva unidad alcanzada en las filas de Unión por la Patria, pese a las aún persistentes tensiones y rispideces que dejó el forzado proceso, devolvió cierta tranquilidad a las filas del peronismo. Es que la entronización de Massa como candidato, más allá de las preferencias de los diversos espacios del cada vez más heterogéneo mundo peronista, no solo permitió despejar las incertidumbres que pavimentaban el camino hacia un nuevo descalabro económico sino que le permitió al rebautizado frente electoral renovar el clima de expectativas.

Si bien Massa enfrentará la compleja tarea de persuadir al electorado generando expectativas optimistas respecto al futuro al mismo tiempo que administra un presente signado por una inflación de tres dígitos y la permanente inestabilidad cambiaria, su candidatura -al menos por ahora- habría evitado unas PASO competitivas que hubiesen inexorablemente horadado las chances electorales de un peronismo que parecía encaminarse a una derrota de proporciones históricas. Si bien esto recién comienza, las primeras encuestas que se conocieron tras el cierre de listas parecen confirmar está hipótesis: Massa podría aspirar a ser el candidato más votado el próximo 13 de agosto, con el peronismo segundo como espacio político y en condiciones de ingresar al ballotage.

Este sorpresivo giro en la arquitectura electoral del peronismo, junto al declive que pareciera experimentar el otrora ascendente Javier Milei, desplazó los focos de atención hacia Juntos por el Cambio, que en todas las encuestas lidera la intención de voto por espacio. En las filas de la principal coalición opositora, las tensiones y conflictos que se multiplicaron en las horas previas al cierre de listas del pasado 24 de junio, se prolongaron durante casi toda la semana. Si alguien pensaba que con los acuerdos sellados y las fórmulas ya confirmadas, habría una suerte de tregua y que las principales terminales de JxC se enfocarían en robustecer las capacidades internas y diseñar las mejores estrategias disponibles para enfrentar a sus adversarios en lugar de profundizar los enfrentamientos y diatribas, lo acontecido esta semana parece indicar lo contrario.

Si bien luego de los cruces y polémicas siempre hay voces en ambos extremos que procuran minimizar las consecuencias y contener los daños, ya comienzan a sonar algunas alarmas entre los más conspicuos representantes del “círculo rojo” del establishment económico-financiero. Es que con un candidato con el posicionamiento de Massa, los persistentes y cada vez más duros enfrentamientos entre ambos sectores del espacio ya no solo siembran importantes interrogantes respecto a la gobernabilidad de un futuro gobierno de JxC, sino también sobre el potencial electoral del espacio después de las PASO. Sobre este último punto, los interrogantes arrecian: en caso de ganar Bullrich, podrá retener los votos más centristas de Larreta a la vez que captar los de Milei de cara a un hipotético balotaje y, caso contrario, de imponerse el alcalde porteño, logrará fidelizar los votos de Bullrich al mismo tiempo que competirá con Massa por votantes del “centro”.

Lo cierto es que con ambos espacios ya perfilados y lanzados a la carrera presidencial, parece difícil esperar que las tensiones aflojen. Todo lo contrario: si se tienen en cuenta las estrategias que ambos candidatos parecen haber perseguido con sus respectivos armados electorales, el choque de planetas parece inevitable.

Como era previsible, la UCR finalmente quedó subsumida en la interna del PRO. Mientras Larreta logró sumar al sector mayoritario del centenario partido en el orden nacional, Bullrich hizo lo propio con el radicalismo bonaerense. Sin embargo, las diferencias en cuanto a los perfiles de ambos aspirantes a la vicepresidencia son evidentes: mientras Morales aporta territorialidad, gestión y experiencia legislativa, con Petri Bullrich busca profundizar su perfil más punitivista y proyectar una imagen de homogeneidad ideológica.

En este sentido, mientras la lógica de la fórmula Larreta-Morales parece ser la de ampliar el espacio (Espert, Hotton, Pichetto, etc.) para ganar y poder gobernar, la de Bullrich-Petri pareciera ser mostrar que la propuesta de cambio que sostienen implica intransigencia en relación a ciertos actores con los que no hay negociación posible. El contraste entre ambas propuestas es, entonces, una invitación a la fuerte polarización entre ambos: Larreta deberá mostrar que el planteo de Bullrich es tan sectario como inviable en términos de gobernabilidad, y Bullrich deberá argumentar que el alcalde porteño no tiene ni la firmeza ni la convicción para avanzar en una transformación profunda.

Así las cosas, el ring está ya armado, ambas esquinas ansiosas por el resultado de los primeros rounds, todos los reflectores mediáticos sobre ambos contendientes a la espera de una batalla que se escenificará como dramática y a todo o nada, aunque ello implique serias dificultades para suturar heridas después de las PASO.

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