Patricia Bullrich es, en estos días, una de las candidatas más competitivas para suceder a Alberto Fernández. Según algunas encuestas es, incluso, la favorita. Por eso es relevante lo que le ocurrió el viernes. Ese día, como tantas otras personas, tantas otras veces, Patricia se equivocó. La candidata dijo que la mitad del padrón universitario argentino está integrado por extranjeros. En pocos minutos, ese fragmento se viralizó. El ministro de Educación, Jaime Perzcyc, explicó que solo el 5 por ciento de la matrícula no es argentina: diez veces menos. Minutos después, Bullrich tuvo que admitir que un ministro kirchnerista sabía del tema más que ella.
Una de las enormes posibilidades que dan las campañas electorales es que las sociedades pueden tener algún elemento para evaluar la personalidad de quienes se postulan para conducirlas. En ese sentido, la admisión del error, por parte de Bullrich podría ser una demostración de su humildad, de su capacidad de autocrítica, de su plasticidad. O, al contrario, algo más inquietante. Para dirimirlo, conviene abrir un poco el cuadro y analizar lo sucedido por fuera del dato puntual en cuestión.
En la primera parte de su presentación, Bullrich decía todo esto: “La Argentina tiene una población de 46 millones de personas. Hasta hace treinta años la Argentina era el país con mayor población universitaria de América Latina. Hoy tenemos tan solo el 12 por ciento de nuestra población que llega a la universidad. Porque quedan en la secundaria. La Argentina es el país con más universidades públicas de América Latina. Tiene 56 universidades públicas y tantas o más universidades privadas. Sin embargo, esas universidades hoy están vacías de alumnos. Tenemos casi la mitad de la matrícula de alumnos extranjeros que toman las posibilidades que la Argentina da. Los argentinos quedan en un cementerio en el colegio secundario”.
Te puede interesar: Desmintieron los dichos de Patricia Bullrich sobre el número de estudiantes extranjeros en las universidades estatales: la matrícula es de 4,1 por ciento
Parte por parte.
“Hasta hace treinta años la Argentina era el país con mayor población universitaria de América Latina”.
Esta afirmación genera la sensación de que la población universitaria disminuyó en la Argentina en las últimas décadas. Lo que ocurrió fue lo contrario. En 1983, con el regreso de la democracia, la Argentina tenía una población de 28 millones de habitantes y solo había 350 mil estudiantes universitarios. En 1990, hace poquito más de 30 años, el plazo que menciona Bullrich, la democracia había más que duplicado los estudiantes hasta 650 mil, mientras la población apenas había aumentado un 15 por ciento, a 32 millones. Actualmente, las universidades albergan a 2.500.000 estudiantes: nueve veces más que en 1983, cuatro veces más que en 1990. Es decir, hay muchos más universitarios por habitantes que hace tres décadas. Cualquiera que tenga hijos en la universidad pública conoce el esfuerzo que requiere obtener el título, dada la exigencia de esas instituciones. Nadie regala nada. Por fuera de la gratuidad, la universidad pública es pura meritocracia. Por eso figura tan alto en los rankings mundiales.
“Hoy tenemos tan solo el 12 por ciento de nuestra población que llega a la universidad”.
Otro error. El número es mucho menor. Menos del 5 por ciento de la población va a la universidad. Es mucho mayor que antes, mayor que en la mayoría de los países de la regiión, pero mucho menor a lo que ella dice.
“La Argentina es el país con mayor cantidad de universidades públicas de América Latina”.
Otra vez se equivoca. La Argentina es el décimo país de la región con mayor cantidad de universidades, si se compara con el tamaño de su población. Algunos otros países la superan por mucho. Tiene 131 universidades, contra –por ejemplo-- 1297 de Brasil, 1173 de México. En cantidad de universidades –no en cantidad de estudiantes—en relación a su población queda rezagada respecto de Costa Rica, México, Nicaragua, Paraguay, Brasil, Colombia, Perú, Venezuela y Ecuador.
“Tiene 56 universidades públicas y tantas o más universidades privadas”.
En realidad, tiene 67 universidades públicas y 64 privadas. La preferencia por las primeras es abrumadora: el 81 por ciento de los estudiantes las elige.
“Estas universidades están vacías de alumnos”.
Como se desprende de los datos anteriores, la situación es inversa: hay cada vez más alumnos, década tras década, en un país con menos universidades que sus vecinos.
Esto podría tornarse muy extenso porque los errores siguen y siguen. Pero para adentrarse un poco más en el episodio, es necesario citar la segunda parte de la presentación de Bullrich: “La Argentina genera una educación que es una educación totalmente ideologizada. Enseñan en la primaria, en la secundaria, el modelo, como sucedió en la década del cuarenta, en la década del cincuenta, es el modelo de la Patria sometida al imperialismo norteamericano al separarse de nuestras raíces de España. Es decir, nuestra idea de desconocer nuestra historia. Nuestra historia está construida en base a un modelo ideológico de que nosotros estamos así porque nos hicieron ser así: porque los españoles, porque los americanos, porque el 12 de octubre no se festeja más en la Argentina”.
Ese segundo párrafo tiene varios problemas. El primero es que cuesta mucho entender lo que quiere decir: cómo salta de lo que se enseñaba en la década del 40 al 12 de octubre es una incógnita; o de qué manera llega a la reivindicación de las raíces españolas. Tal vez haya querido explicar que la educación argentina adoctrina a los alumnos para que sean de izquierda o antiimperialistas. Si es así, basta mirar las encuestas para percibir que semejante conspiración no está cumpliendo esos objetivos. Respecto de la universidad, basta que Bullrich pregunte a su alrededor. ¿En que universidad estudiaron su jefe de economistas Luciano Laspina, o todos los jóvenes economistas de Juntos por el Cambio? Laspina, como Hernán Lacunza, Martín Tetaz, Nicolás Gadano, Guido Sandleris, Nicolas Dujovne, Sebastián Galiani, todos ellos estudiaron en la Universidad Pública luego del regreso de la democracia.
Esto quiere decir que la Universidad Pública ha sido una fuente inagotable de los cuadros técnicos que rodean a Bullrich. Gracias a los conocimientos que adquirieron allí, todos ellos estudiaron luego en las mejores universidades de Estados Unidos. Por supuesto, antes que ellos, también Ricardo López Murphy, Daniel Artana, Federico Sturzenneger, Carlos Melconián: todos hijos de la universidad pública.
¿Dónde estudió Rodríguez Larreta?
En la UBA.
¿Dónde estudió Bullrich?
En la Universidad Nacional de San Martín.
Pudiéndose pagar la formación en otros centros de estudios, eligieron lo que consideraron mejor en algo central para sus vidas.
Entonces, lo que le ocurrió a Patricia el viernes no fue un error grosero del que rápidamente se retractó. Se trata de un párrafo impresionante donde se combinan yerros en datos precisos con un diagnóstico fallido sobre el ámbito al que se refiere, que es un ámbito muy sensible. La educación argentina padece problemas serios. Eso se ve en la mayoría de las pruebas internacionales donde participan los alumnos locales. Pero ese problema, justamente porque es serio, requiere una aproximación rigurosa: trabajo. Alguien que no entiende del tema, tiene altas chances de empeorarlo.
Una manera de defender a la candidata consiste en sostener que fue un mal momento, uno de esos episodios donde todo se desordena, se pone patas para arriba. Los candidatos están sometidos a mucha presión y entonces se equivocan. Si esto es así, ya hay un problema porque los presidentes la pasan peor que los candidatos. Pero además, no se trató de un episodio aislado. Si a alguna persona le pareció inquietante lo que acaba de leer por el nivel de improvisación, lo que sigue no la va a tranquilizar.
Hace poquito más de un año, los equipos de Educación de Patricia Bullrich ya habían sido sacudidos por una declaración inesperada, que la candidata hizo ante Alejandro Fantino. Propuso cerrar el Ministerio de Educación. Nadie se acuerda mucho de esto porque el evidente sesgo de gran parte de la prensa deja pasar estas cosas. Pero ocurrió. El primero que la cruzó no fue un populista, ni un kirchnerista. Desde la Coalición Cívica, Maxi Ferraro le explicó las funciones del Ministerio. Pero el debate se abortó rápido porque la mismísima Bullrich, al igual que el viernes pasado, se retractó. No sería la última vez.
Todo este problema con las declaraciones de Bullrich se reproduce casi área por área. La más problemática es, naturalmente, el área económica.
El 25 de marzo, Bullrich protagonizó el siguiente diálogo con Jonatan Viale y su equipo. Es un diálogo textual. No se tocó ni una coma.
— ¿Por dónde empezás el “hachazo”? — le preguntó Viale.
— Tenés que bajar subsidios, y subsidiar a la gente que no puede pagar una tarifa alta. Tenés que bajar el estado, digamos de una manera igual en todos lados. Tenés que hablar con las provincias, porque no puede ser que las provincias sean un gasta, gasta, gasta y no producen nada. Tenés que hablar con las municipalidades para la baja de impuestos como hicieron muchos.
— Pero bajás subsidios, suben tarifas, se te dispara la inflación...
— Es que vos vas a tener… vos tenés dos elementos que hoy te impiden… digamos… te impiden… la Argentina había crecido el año pasado y ahora está de nuevo en deflación. ¿Por qué estamos en deflación? Técnicamente estamos en una hiperinflación. El 102 por ciento…
— ¿Técnicamente?
— Sí claro. Pongámosle otro nombre para no asustar. Una super, super, inflación. ¿Por qué estamos de nuevo en deflación? Primero porque tenés un cepo…
— Recesión.
— ¿Eh?
— En recesión.
— Sí.
— ¿Cómo vas a hacer el año que viene para gobernar? Porque el año que viene va a ser peor a éste…
— No. ¿Cómo va a ser peor?
— Si vas a cortar todos los recursos del Estado, va a haber un ajuste.
— Permitime, permitime.
— Por ahí es necesario.
— Nooooo, pará, pará, pará, pará. Si vos hoy ajustás el Estado, vas a desajustar a la gente.
Como en el caso de las declaraciones sobre Educación, hay un momento donde las cosas que se dicen se tornan incomprensibles. ¿Deflación? ¿hiperinflación? ¿Superinflación? ¿Recesión? ¿Las provincias gastan, gastan, gastan, y no producen nada? ¿Si ajustás al Estado vas a desajustar a la gente? ¿Cómo funcionaría esto, por ejemplo, en el caso de los jubilados?
Muchas veces, cuando le han pedido alguna precisión, ha ocurrido algo similar. Ella se libera cuando tiene que hablar mal del actual Gobierno, o cuando emprende contra sus enemigos –Baradel, los mapuches, los beneficiarios de planes sociales, los tibios- pero entra en una especie de laberinto cuando le preguntan cómo sería el suyo.
Luis Majul le preguntó, por ejemplo, si eliminaría el cepo el primer día de Gobierno.
— Pero claro, por supuesto— afirmó, como si se tratara de lo más obvio del mundo.
— ¿No tenés miedo de que genere una hiper?
Otra vez, la confusión:
— Es que… no va a generar una hiper… porque la gente… si eso lo combinamos con el bimonetarismo… para que la gente también pueda utilizar, y tener una ingeniería jurídica muy fuerte, que pueda utilizar también el dólar, la gente va a utilizar el dólar y no va a tener miedo de irse… digamos, no se va a ir al dólar porque va a tener la posibilidad de utilizar el dólar como moneda corriente.
Muchos técnicos han advertido sobre la posibilidad de que la liberación del cepo el primer día provoque un nuevo salto en el nivel de inflación. Entre ellos, Hernán Lacunza, Domingo Cavallo, y hasta el aliado de Bullrich, Javier Milei, han dicho lo mismo.
Si algún candidato pretende liberar el cepo el primer día, debería explicar cómo evitará ese problema de manera clara, como si él o ella entendiera lo que va a hacer. Bullrich lo aclara con titubeos, vacilaciones…¡y finalmente retrocede!. Unos días después de las declaraciones con Majul, con Luis Petri a su lado, volvió a cuestionar la existencia del cepo, con mucha más articulación. Pero pegó un giro muy perceptible.
— ¿Entonces no está de acuerdo con Lacunza?—le preguntó un colega.
— Nosotros tenemos un programa. Laspina lo explica permanentemente. No vamos a decir ni el día… pero el cepo se tiene que ir lo antes posible.
Entonces ya no es el primer día, parece que es un tema complejo, como siempre lo ha sido, salir de un sistema de control de cambios. Tampoco se cerrará el Ministerio de Educación. ni la mitad de los estudiantes universitarios son extranjeros.
Esta nota solo incluye momentos donde Bullrich se contradice, yerra en datos o, simplemente, emite declaraciones extrañas, sin demasiada conexión lógica. No entra en otras cuestiones tan serias como esas, como la negativa a repudiar el ingreso al Planalto de militantes bolsonaristas –cuando lo hacía todo el mundo democrático regional- o su resistencia a rechazar la idea de Milei acerca de la venta de órganos o la solidez de ciertas propuestas, que también ha hecho, como la de bajar a cero las retenciones apenas asuma. Solo se refiere a aquellos momentos en los que la candidata trastabilla porque focaliza en un tema previo a cualquier diferencia ideológica: cuánto hay de declaraciones efectistas y cuánto de seriedad en su proyecto de Gobierno, cuánto hay de arrojo y cuánto de estudio en su construcción, y también por qué a veces las cosas que dice pierden toda conexión lógica.
Claro que un partidario de ella podría argumentar que está cansada por la campaña, que sus equipos van a suplir sus limitaciones, que los recortes son maliciosos, que los otros candidatos son peores.
Tal vez.
Pero son demasiadas veces.
Ojalá no haya allí un problema que podría ser realmente grave.
Por las dudas, mejor preguntárselo a tiempo.
Seguir leyendo: