¿Es posible una guerra civil en Rusia?

Tanto el presidente Vladimir Putin como el líder del grupo mercenario Wagner, Yevgueni Prigozhin, alertaron sobre el peligro de un enfrentamiento interno

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Yevgeny Prigozhin, jefe del contratista militar privado ruso Grupo Wagner
Yevgeny Prigozhin, jefe del contratista militar privado ruso Grupo Wagner

La crisis interna que se ha desatado en Rusia con el motín que lideró el jefe de la compañía de mercenarios Wagner, parece más el inicio de un proceso que un hecho cerrado. El líder de dicho grupo armado, Yevgueni Prigozhin, a fines de mayo denunció que su país enfrentaba el riesgo de un estallido, como el que tuvo lugar en 1917 en plena Primera Guerra Mundial, que llevó a Lenin al poder. Cabe señalar que la mencionada circunstancia derivó en una sangrienta guerra civil que duró un lustro. Con esta apreciación coincidió el presidente Vladimir Putin, quien en sus primeras declaraciones durante el motín señaló que éste podía terminar en una guerra civil en Rusia. Ambos, en forma coincidente pero no coordinada, pusieron el escenario concreto de guerra civil, del que Rusia tiene una experiencia histórica muy concreta. Ninguno de los dos habló de golpe de estado o crisis institucional.

Probablemente el riesgo al que aludieron ambos sea real. Para tener una visión de qué fue la guerra civil rusa -que tanto Putin como Prigozhin conocen claramente-, es útil recurrir al libro del historiador inglés Antony Beevor: Rusia: Revolución y guerra civil, 1917-1921, publicado en 2022, coincidiendo con la invasión rusa a Ucrania. No es una obra improvisada y tiene casi 700 páginas, es decir, no fue un trabajo de ocasión, sino que las circunstancias le dieron un significado relevante. Tampoco es un ensayo que busque plantear explicaciones o hipótesis. Es una narración ágil e informada que se explica por sí sola.

El 6 de junio, desde Infobae, destacábamos el riesgo que implicaba la advertencia de Prigozhin sobre la guerra civil en simultaneidad con el despliegue de armas nucleares tácticas rusas en Bielorrusia. Decíamos entonces que “en mayo, en la guerra de Ucrania, mientras Rusia desplegaba armas nucleares tácticas en Bielorrusia, el Jefe del Grupo Wagner advirtió sobre el riesgo de una guerra civil en su país”. Lo que se desplegó no fueron bombas atómicas, sino misiles con cargas limitadas, con una onda expansiva controlada. Pero en caso de utilizarse llevarían a una peligrosa escalada, aunque no al “holocausto nuclear”.

El jefe de dicha organización de mercenarios, Yevgueni Prigozhin, tras anunciar la toma de Bajmut, pronosticó que “esto puede terminar como en 1917, en una revolución”. La cuestión es que dicha revolución precipitó a Rusia en una sangrienta guerra civil que duró casi seis años. Los ejércitos regionales, locales, étnicos y la organización militar de los grupos más radicalizados, crearon una situación anárquica que prolongó el conflicto, del que participaron las potencias europeas vencedoras, en la casi totalidad de los casos apoyando al bando anticomunista, que fue derrotado. Decíamos también que, al mismo tiempo, “Prigozhin tiene una agenda política que tiene presente la elección presidencial rusa, que se realiza el 17 de marzo de 2024″. Frente a las incursiones de fuerzas ucranianas en territorio ruso, Putin parece indeciso y sin capacidad de reacción. Esto es lo que quiso aprovechar el líder de Wagner para intensificar sus críticas contra la conducción militar rusa, responsabilizándola de los fracasos militares, y comenzando a atacar indirectamente al Presidente, acusándolo por no reaccionar.

Vladimir Putin y el general Sergei Surovikin, comandante de las fuerzas rusas en Ucrania
Vladimir Putin y el general Sergei Surovikin, comandante de las fuerzas rusas en Ucrania

Pareció darse una situación semejante a la actual en el conflicto de 1917, cuando las fuerzas del Zar quedaron luchando al mismo tiempo en dos frentes: los alemanes y sus aliados, y los comunistas. Hoy los leales a Putin denuncian la traición de Prigozhin al sublevarse en plena contraofensiva ucraniana. En octubre de 1917 tiene éxito el golpe de Lenin contra el Zar, y tras imponerse, en febrero de 1918 firma el acuerdo de paz de Brest-Litovsk. El esfuerzo de guerra frente a Alemania se había mantenido durante cuatro meses. Por su parte los comunistas, en cuanto lograron afirmarse en el poder, firmaron la paz.

Fue la más costosa en la historia rusa. El país tuvo que aceptar concesiones territoriales sin precedentes, que lo retrotraían al siglo XVII en cuanto a su extensión geográfica. Perdió Ucrania, Estonia, Lituania, Letonia, Bielorrusia y Finlandia, así como también Polonia. Quedó además sin el Cáucaso. Tuvo que aceptar entregar territorios que implicaban un tercio de la producción de alimentos, un tercio de su población y el 90% del carbón que extraía. La guerra según Beevor duró hasta 1921, pero para la mayoría de los historiadores rusos hasta 1923, aunque en Asia Central se mantuvo hasta 1930. Las estimaciones sobre los muertos llegan a los 10 millones, una cuarta parte de ellos por acciones militares o represión; las otras tres por hambre o pestes. Esta cifra es equivalente a la totalidad de muertos en la Primera Guerra Mundial.

El 27 de junio, ante un auditorio militar, Putin buscó recomponer su debilitada posición como líder político y comandante de las Fuerzas Armadas, al decir que “se frenó una guerra civil”. Es probable que haya sido así. Las situaciones son diferentes, pero Rusia muestra constantes, aunque más no sea circunstanciales. En noviembre de 1917, a un mes y medio del golpe de Lenin, el naciente Ejército Blanco que respondía al Zar, comienza su insurrección contra el gobierno comunista, que ocupó la ciudad de Rostov, la misma que tomó Prigozhin.

La guerra civil mostró una diversidad y atomización muy alta desde el punto de vista militar. Los rojos organizaron un ejército de millones de hombres, donde convergían los grupos comunistas, trabajadores, campesinos y ex oficiales del ejército zarista. Los blancos eran una suerte de confederación de fuerzas integrada por restos del ejército zarista, el ejército verde de los nacionalistas ucranianos, la mayoría de las fuerzas cosacas y los atamanes, señores de la guerra con mucha autonomía, alianzas cambiantes y fuerte presencia de delincuentes y ex presidiarios. Los atamanes tenían un perfil similar al del Prigozhin hoy. El mando único en las fuerzas blancas finalmente derrotadas nunca existió realmente.

La intervención extranjera en esta guerra civil fue importante y significativa. Los aliados triunfantes en la guerra, bajo el impulso del ministro de Guerra británico, Winston Churchill, organizaron una fuerza expedicionaria donde estadounidenses y franceses compartían el esfuerzo, que tenía una conducción difícil de articular, en apoyo de las fuerzas anticomunistas. Pero también, en el extremo oriental de Rusia, fuerzas japonesas apoyaban a grupos que enfrentaban a Moscú desde allí. También intervinieron civiles chinos integrando el esfuerzo militar de los rojos. Los prisioneros checos en poder de Rusia fueron liberados y organizaron una legión de 30.000 hombres que adquirió autonomía y una influencia militar importante. Pero más allá de las similitudes, la gran diferencia se encuentra en el arma nuclear, que más de un siglo atrás no existía.

A ello se suma que algunos consejeros del propio presidente ruso estarían aconsejándole no presentarse a la elección presidencial de marzo, dentro de nueve meses. Cabe señalar que de acuerdo a la constitución, Putin puede permanecer en el poder hasta 2036.

Pero algunos consejeros estarían recomendándole lo contrario: que no se presente a la reelección. Quizás sea el giro menos esperado.

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