Con deuda buena se ganó algo de tiempo, pero no alcanza

Aún con los yuanes que consiguió, el Gobierno necesita no entrar en mora con el FMI. Eso implica que algo tendrá que hacer en materia cambiaria y fiscal

El ministro de Economía, Sergio Massa

Desde su viaje a Pekín, el oficialismo ha dejado en claro que valora más endeudarse con China –”porque no pide nada a cambio”- que endeudarse con el Fondo -que está siempre estableciendo metas a cumplir-.

En ese momento, les comenté desde esta columna que, en realidad, estamos ante dos tipos de condicionalidades.

La del FMI, que, básicamente, consiste en acordar metas fiscales, de acumulación de reservas, de déficit fiscal y de financiamiento monetario al gobierno, consistentes con un conjunto de políticas, a cambio, en este caso, de refinanciar a 10 años cada uno de los vencimientos de deuda de capital que surgen del acuerdo anterior.

Aclaro que, en el lenguaje del Fondo la palabra “refinanciar” no existe. Lo que obliga a recurrir a la ficción de un nuevo crédito cuyos fondos se utilizan para pagar el viejo crédito.

China, por su parte, otorga una especie de “crédito de proveedores encubierto”, que, además de ser más caro que el crédito del Fondo, incorpora condicionalidades y límites al uso del dinero que aporta, direccionando las importaciones de bienes de capital, insumos, tecnología, productos terminados, o contratos estatales.

Lo cierto es que la discusión en torno “deuda buena” y “deuda mala”, condicionalidades buenas y condicionalidades malas, socios buenos y socios malos, prevaleció en la escena argentina en los últimos años.

En efecto, ya la administración Guzmán había establecido la diferenciación entre el endeudamiento externo y el endeudamiento en pesos en el mercado local.

El primero es malo, “porque no emitimos dólares”, el segundo es bueno, porque emitimos pesos.

Paradójicamente, el kirchnerismo prefiere defaultear a los argentinos pagando deuda con inflación y licuación.

También surgió esta distinción durante la pandemia, con la compra de vacunas. Era mejor comprarle las vacunas de inferior calidad a Rusia y a China, que obtener vacunas de última tecnología, de un laboratorio norteamericano que “pedía en garantía los glaciares”.

Pero este será tema para la definición geopolítica del próximo gobierno.

Desde el punto de vista estrictamente económico y de corto plazo, lo cierto es que el Estado argentino está aumentando el endeudamiento con China para, al menos transitoriamente, cubrir pagos al FMI.

Es decir, consiguió que le suban el límite de una tarjeta, para hacer el pago mínimo de otra que venció a fines del mes que acaba de terminar.

Sergio Massa en el FMI

Empalmo con la coyuntura, porque tanto el acuerdo con el FMI, como el uso del swap con China, desde que el Ministro Massa se transformó en el precandidato Massa, conservando su cargo de Ministro, pasó de ser parte de la política económica, a ser la parte económica de la política, más precisamente de la campaña electoral.

Me explico.

La Argentina vive las consecuencias de dos shocks muy fuertes.

Un shock interno, derivado de la imposibilidad de financiar el déficit fiscal y los vencimientos de deuda interna con el llamado mercado local de capitales. Y un shock externo, consecuencia de la caída de las exportaciones y de los ingresos por impuestos a la exportación, provocados por la sequía.

El primer shock surgió ya en la pandemia, pero se consolidó con el plan platita, destinado a pelear las elecciones de medio término y terminó de estallar a mediados del año pasado, cuando ya no se pudo renovar voluntariamente deuda pública.

Ese shock generó una emisión descontrolada de pesos. Ese exceso de pesos presionó sobre la brecha cambiaria. Y la brecha cambiaria presionó sobre la tasa de inflación y vació las reservas del Banco Central, que contrariamente a lo recomendado dejó atrasar el precio del dólar oficial. Todo esto sucedió aún antes de la sequía. Recuerdo que el “soja uno”, fue en septiembre del 2022, cuando todavía se ignoraban los efectos plenos de la falta de lluvia.

El shock externo, por su parte, al reducir la oferta de dólares comerciales drásticamente, le puso una condición terminal al problema del exceso de pesos.

Sin reservas en el Banco Central para compensar la demanda de dólares provocada por dicho exceso de pesos, se profundizaron las restricciones a los importadores- agolpados en la puerta del Banco Central para conseguir dólares a precio de liquidación- y la tasa de inflación saltó otro escalón.

El plan de muy corto plazo, tan cerca de un cambio de gobierno, para enfrentar la combinación de estos dos shocks, es de manual.

Un ajuste del tipo de cambio oficial, para aplacar la demanda de dólares de los importadores, y alentar cierta reacción de los exportadores.

Y una reducción del déficit fiscal que modere, aunque sea muy modestamente, la emisión monetaria, de la mano de continuar el ajuste tarifario y la licuación del resto del gasto.

Ni más ni menos, es lo que pide el Fondo para reencauzar el acuerdo y girar los dólares necesarios para pagarle al propio organismo los vencimientos que restan este año y, eventualmente, adelantar algún dinero extra para cubrir otros pagos e intervenir en el mercado pseudo libre del dólar.

Como le conté la semana pasada, el nivel actual de las reservas netas, muy negativas, no tolera, sin una crisis aún mayor, entrar en mora con el FMI.

Pero este plancito de transición hacia el nuevo gobierno que podría ser la hoja de ruta del Ministro Massa, entra en colisión con la hoja de ruta del precandidato Massa.

Y allí aparece el endeudamiento con China.

Los yuanes conseguidos le dan un poco de aire al gobierno.

Pudo enviar una señal de “buena voluntad” pagando los vencimientos de junio con el FMI sin tener cerradas todavía las nuevas condiciones del acuerdo y pudo atender alguna demanda de importaciones entregando yuanes a quienes traen insumos de China.

Y también les ofrece yuanes a quienes traen mercadería o tienen deuda en dólares, en la medida que se consigan a alguien dispuesto a recibir yuanes que tendrán que ser cambiados por dólares en alguna plaza del exterior.

El precandidato Massa, con la deuda buena de China, está pagando vencimientos de la deuda mala del Fondo, mientras gana tiempo, y sigue negociando, para minimizar los costos políticos de las medidas que tiene que instrumentar para mantener vivo el acuerdo con el organismo.

Pero aún con los yuanes, necesita no entrar en mora con el FMI y eso implica que algo tendrá que hacer, en materia cambiaria y en materia fiscal.

En términos de los tiempos económicos, en breve sabremos si ganó unos minutos, o ganó unos meses.

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