Todo lo sólido se desvanece en las internas

La psicología se convirtió en la materia prima para analizar la estrategia política alrededor de las PASO. La construcción del “poder” y el vínculo con el peronismo a lo largo de los años

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Daniel Scioli, Eduardo "Wado" de Pedro, Sergio Massa, Agustín Rossi y Juan Grabois, protagonistas del oficialismo de cara a las próximas elecciones presidenciales
Daniel Scioli, Eduardo "Wado" de Pedro, Sergio Massa, Agustín Rossi y Juan Grabois, protagonistas del oficialismo de cara a las próximas elecciones presidenciales

A pocas horas de la presentación de las fórmulas presidenciales que competirán en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) a realizarse el próximo 13 de agosto, va quedando cada vez más claro que la psicología se ha convertido en la materia prima elemental para el análisis de la estrategia política que hasta hoy han venido desplegando los principales candidatos.

Algo similar ocurre con lo que el diccionario, y la interpretación subjetiva del mismo, enseña sobre el concepto de traición. Sin dudas que su alcance semántico será varias veces modificado hasta los resultados definitivos de octubre.

Michel Foucault sostenía que “el poder es tolerable solo a condición de que enmascare una parte sustancial de sí mismo. Su éxito es proporcional a la capacidad de ocultar sus propios mecanismos”. La definición de la fórmula presidencial del kirchnerismo es una muestra cabal de lo afirmado por el filosófo francés.

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Sergio Massa se alzó con la candidatura presidencial de Unión por la Patria (UP) en los últimos minutos de la contienda. Siempre supo que en la aceleración final estaba la posibilidad cierta (y oculta) del premio mayor. El profundo rechazo que la fórmula integrada por Wado de Pedro y Jorge Manzur había provocado en gobernadores e intendentes justicialistas fue la puntada final que convirtió en una pesadilla los sueños generacionales de Cristina y de Máximo Kirchner.

El peronismo a lo largo de casi ocho décadas de historia ha venido demostrando una vasta experiencia en el ejercicio camaleónico del poder. Dicho de otra manera, tiene una enorme (y desinhibida) capacidad de poner y sacar máscaras a sus dirigentes sin que ninguno se ponga colorado. En épocas de definiciones de candidaturas esas máscaras adquieren formas de batracios. Habrá que ver si los egos (y los estómagos) heridos son curados con el reparto de cargos ante un eventual triunfo en las elecciones presidenciales de octubre.

Si bien Massa aprobó con creces su examen freudiano frente a un más que previsible ocaso del progrekirchnerismo, el candidato de UP deberá apelar a las dotes de un Harry Potter de las pampas para que la inflación no haga desaparecer su anhelado sueño presidencial. En este sentido, su continuidad al frente del Palacio de Hacienda es el gran dilema que deberá resolver en los próximos días.

Axel Kicillof, Sergio Massa, Eduardo Wado De Pedro y Máximo Kirchner, referentes del oficialismo
Axel Kicillof, Sergio Massa, Eduardo Wado De Pedro y Máximo Kirchner, referentes del oficialismo

Ya le han recordado lo sucedido a fines de marzo de 1989 cuando en medio de un brutal aumento inflacionario el candidato presidencial de UCR, Eduardo Angeloz, le solicitó al presidente Raúl Alfonsín la renuncia del ministro de Economía, Juan Sourrouille. Su reemplazante, Juan Carlos Pugliese, nada pudo hacer para mejorar los pésimos índices económicos. La primavera alfonsinista entró en su ocaso definitivo cuando el caudillo de Chascomús tuvo que adelantar las elecciones para el mes de mayo de 1989, que llevarían al entonces gobernador riojano Carlos Menem nuevamente al poder.

Con los pases de factura y las vendettas por venir, el tablero político del oficialismo no ayuda a Massa. Su compañero de fórmula Agustín Rossi es el jefe de Gabinete de Alberto Fernández. El dirigente rosarino fue otro que operó fuerte para voltear la desangelada dupla Wado-Manzur. Tampoco dudó el presidente en bajarle el pulgar a las ambiciones presidenciales de Daniel Scioli. ¿Estará pensando Massa en asumir la jefatura de gabinete una vez logrado el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y también en delegar el ministerio de Economía en un funcionario de su actual equipo?

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Cada día que pasa cotizan en alza las acciones políticas de Axel Kicillof. La provincia de Buenos Aires, una vez más, puede convertirse en el Triángulo de las Bermudas de muchos dirigentes. El gobernador kirchnerista será el juez que deberá arbitrar entre las ambiciones políticas de los intendentes y las necesidades económicas de La Cámpora.

Paréntesis histórico que sirve como precedente. En el año 2006, Alberto Fernández logró convencer a Néstor Kirchner de enviar a Daniel Scioli a la gobernación bonaerense para que el motonauta no compitiera con sus (fracasadas) ambiciones de liderar el justicialismo porteño para las elecciones municipales de 2007 que finalmente ganaría Mauricio Macri.

País extraño la Argentina en materia de afiliaciones políticas. Los tres principales candidatos presidenciales tienen raíz peronista, aunque el más consecuente de ellos provenga del partido del mayor dirigente antiperonista de la segunda mitad del siglo XX ¡Que terminaría aliado al gobierno peronista de Carlos Menem!

El embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli (REUTERS / Adriano Machado)
El embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli (REUTERS / Adriano Machado)

Algo similar ocurrió con el desempeño del dirigente sindical que más colaboró para destapar públicamente la participación de personajes marginales en la corrupción kirchnerista, y terminó siendo el principal asesor del candidato bochado por el candidato finalmente ungido que logró sus primeros puestos de poder político asesorado por ese mismo dirigente sindical y su esposa.

Por su parte, el precandidato y la precandidata de Juntos por el Cambio participaron en el gobierno de Carlos Menem (como también lo hiciera el actual presidente Fernández en el equipo del entonces ministro Domingo Cavallo). Uno como colaborador de Palito Ortega en el área de Desarrollo Social y la otra como diputada nacional en el año 1993 en los inicios de la convertibilidad. Ambos ocuparían después importantes cargos ejecutivos en el gobierno de la Alianza encabezada por Fernando de la Rúa. Gestión en la que también participarían peronistas históricos que luego aterrizarían en el kirchnerismo, borocotazo mediante.

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Estas tres biografías políticas cruzadas dejan traslucir un reacomodamiento ideológico. En este contexto hay que sumar la sinuosa figura de Javier Milei. La oferta electoral en la Argentina parece haber girado hacia la derecha. No queda del todo claro aún si esa inclinación desde el populismo de filo izquierda kirchnerista se traducirá en propuestas (hoy ausentes) de gobierno concretas en materia de seguridad, economía y relaciones exteriores.

Hasta la designación de Sergio Massa como candidato del oficialismo era casi seguro que el ganador de las PASO de Juntos por el Cambio sería el futuro presidente de la Nación. Y que, en caso de un balotaje, Milei ayudaría en tal sentido.

Con Massa en la cancha para octubre, Milei también será un protagonista de importancia. Basta saber qué programa económico, descartada su propuesta de dolarización, lo atraerá más para decidir su apoyo político en una eventual segunda vuelta.

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