Cada vez vemos con mayor frecuencia en redes sociales o conversaciones de WhatsApp respuestas de nuestros hijos, colegas de trabajo o compañeros de estudio a través de memes, es decir viñetas con imágenes, textos o contenidos multimedia cortos, generalmente en tono irónico, que se utilizan para expresar una idea o una emoción, de un modo rápido y sencillo.
Este es un fenómeno sociocultural muy común hoy en día, especialmente entre los jóvenes aunque se ha extendido tanto su uso que cada vez es más utilizado por personas de todas las edades. Ahora bien, ¿qué se esconde detrás de esta tendencia?
En tiempos donde cada vez somos más visuales, y tanto los tiempos de lectura como de atención son cada vez más breves, los memes son una nueva forma de comunicación, ya que son un medio para responder sobre una determinada conversación en el “mundo digital”. El razonamiento es simple: en un mundo donde la imagen es un lenguaje poderoso, ¿para qué dedicar un minuto de nuestro tiempo a escribir algo si podemos transmitir lo mismo en un segundo?
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Como sostiene el reconocido filósofo y ensayista surcoreano Byung-Chul Han, experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, este fenómeno cultural muestra que “la comunicación digital favorece a lo visual por sobre lo textual”. Hasta aquí no habría ningún inconveniente, pero más allá de haberse convertido en una nueva expresión cultural de nuestra época, el avance de la comunicación viral plantea importantes desafíos ya que como toda herramienta puede ser utilizada para hacer el bien o el mal dado que en el marco de una comunicación malintencionada se puede buscar engañar, desacreditar, o dañar a otra persona, partido político o tribu.
Esto último puede tener graves consecuencia cuando esta sátira se transforma en una estrategia deliberada para dañar a terceros generando noticias falsas -de gran impacto visual y en diversos ámbitos- que pueden ir desde el ciberbullying, extorsiones sexuales o deep fakes que se vuelven virales porque trascienden de un chat “privado” y pasan a enviarse dentro de otros grupos de WhatsApp, redes sociales o incluso en medios de comunicación. En estos casos los memes serán publicados por terceros, que compartirán la noticia sin detenerse a verificar su fuente (o potencial daño), lo que generará una escalada tan masiva que ya ni siquiera se sabrá si la imágen, o el video cortito, era real o no.
Tal es el poder de este fenómeno cultural, cuyo principal objetivo es facilitar la comunicación entre quienes lo propagan a partir de la síntesis de una idea, que hasta políticos los han utilizado como medio de llegada al público masivo con el objetivo de denostar a un determinado grupo de personas opositoras, mentir sobre un adversario o con la finalidad de justificar medidas sin la necesidad de argumentarlas debidamente, algo tan básico y fundamental para nuestras democracias.
El desafío que trae en el mundo digital es que, en medio de tanto exceso de información y confusión, los memes se pueden usar estratégicamente para eludir controles de contenidos, difundir rumores, falsedades y conspiraciones, sabiendo que se cuenta con la excusa de que es una sátira y de que, supuestamente,”nunca hubo otra pretensión con dicho contenido”,lo que les brinda la excusa perfecta, a los autores intelectuales, para desligarse, rápidamente, de responsabilidades.
Por lo tanto, como ciudadanos responsables debemos educar a las personas en que tengan pensamiento crítico al momento de recibir una información de este estilo y piensen si realmente estamos compartiendo algo valioso y certero, para evitar ser cómplices de una acción negativa digital que solo busca desprestigiar a otra persona o grupo social a través de información falsa y malintencionada.
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