La Inteligencia Artificial ha irrumpido con fuerza en nuestras vidas. La llamada Inteligencia de las Cosas (IoT por sus siglas en inglés) nos permite controlar las actividades del hogar, de manera remota a la vez que, tomar rápidamente decisiones, ya que esta tecnología nos permite acceder a voluntad, a un cumulo de datos ya procesados que nos ayuda en la toma de decisiones.
Esto es en resumidas cuentas un ejemplo de lo que la inteligencia Artificial puede brindarnos en el plano personal, familiar.
Sin embargo, este tipo de expansión humana (tal como define la experta Rebeca Hwang a la inteligencia artificial), encuentra un vasto campo de acción en las actividades de carácter público.
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En el campo de la seguridad, los ciudadanos, ya están familiarizados con sistemas de monitoreo preventivo a través de redes nodales de cámaras inteligentes, las que asociadas al software correspondiente pueden de manera proactiva, suministrar información que va, desde el campo de la meteorológica hasta la detección en tiempo real de personas que en conflicto con la ley, registran orden de captura activa.
También nos posibilita medir la densidad del transito en diferentes lapsos horarios y hasta determinar que lugares son aconsejables para trazar una senda de recorrido peatonal, para niños que concurren desde sus hogares a las escuelas, señalando para ello los sitios con mayor probabilidad de incidencia en términos de potencialidad disruptiva de la seguridad.
Sin embargo, las bondades de este tipo de aplicaciones, hace rato que han trascendido al mero empleo en sitios abiertos, convirtiéndose en una opción cualitativa para la gestión de los espacios penitenciarios, sobre todo en aquellos sitios donde el crimen organizado comienza a evidenciar grados de control, con el riesgo hacia la seguridad publica que ello trae aparejado.
Seguridad penitenciaria a la luz del algoritmo
En materia penitenciaria la aplicación de algoritmos no es nueva ni mucho menos, propia de nuestro sistema. En el ámbito del Servicio Penitenciario Federal, desde que la clasificación inicial por riesgos fue apartada de las practicas actuariales, los algoritmos perdieron vigencia dado que se volvió al viejo esquema de valoración clínica o subjetiva en la lógica del concepto de peligrosidad.
Este (concepto) se entiende como una característica o disposición que predispone al sujeto a cometer delitos en el futuro, y el método predominante para determinarla es el método subjetivo o juicio clínico del experto que participa en el abordaje terapéutico de la persona condenada (criminólogo, psiquiatra o psicólogo), en conjunción con la opinión personal del Juez.
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Este método clínico tiende a considerarse poco fiable, sesgado, y carente por insuficiente, de base empírica.
En los principales sistemas penitenciarios a nivel global, la probabilidad del riesgo de reincidencia es medida por algoritmos, que toman la gobernanza de datos generados por las acciones y hechos protagonizados por los privados de la libertad. Y los traducen en probabilidades de mayor o menor posibilidad de reincidir en el delito, aconsejando en consecuencia modalidades de tratamiento penitenciario en la lógica del desistimiento del delito. Todo esto con la mira puesta en la protección pública.
De esta manera, la segmentación de alojamientos basados en el mayor o menor índice de riesgos que los internos presentan (riesgos para si mismos, para su entorno o para la sociedad), permitirá establecer las características de la cárcel conveniente para cada perfil de interno y la mayor o menor complejidad que en términos de seguridad cada establecimiento requiera.
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Esta vez la decisión no será basada en la opinión (falible y potencialmente influenciable de un experto penitenciario), sino en el resultado entregado por el accionar de algoritmos entrenados en la valoración de los datos precedentes (antecedentes) para que, frente a un caso concreto (interno portador de dichos antecedentes), puedan predecir una solución (nivel de riesgo y establecimiento penitenciario acorde al riesgo, donde ser alojado).
En honor a la verdad, también existen casos registrados donde la actividad desplegada por los algoritmos, está siendo cuestionada. En el estado de Florida (EE.UU.), el programa COMPASS predijo con exceso el riesgo de que muchas personas de algunas minorías (afrodescendientes, hispanos y asiáticos), cometieran nuevos delitos o violaran las reglas después de lograr su egreso de la cárcel.
Otro de los programas observados por el mismo defecto es el PATTERN, también aplicable en algunos estados de la nación del norte.
En tanto que, en España, organizaciones intermedias han objetado judicialmente, el empleo de RISCANVI, programa de medición y evaluación del riesgo de violencia que presentan los privados de la libertad.
Cambio de paradigma
Los incidentes de corte violento, en el interior de los módulos o pabellones donde se alojan personas privadas de la libertad, son motivo de preocupación permanente, por lo que se ha planteado la posibilidad de prevenirlos mediante el empleo de la Inteligencia Artificial (I.A.).
Esto constituye un paso inexorable en el marco del quiebre paradigmático de un sistema basado en el trabajo personal y subjetivo, a otro que contemple y ponga en valor las nuevas tecnologías y una metodología más objetiva y analítica.
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Países como China, en su moderno establecimiento penitenciario de Yan Cheng, o los Estados Unidos de Norte América en su sistema de unidades categorizadas como super Max (por caso, en ADX Florence de Colorado), Gran Bretaña en su cárcel de Altcourse, o el Changi Prison Complex de Singapur utilizan la inteligencia artificial, no solo orientada a la medición de riesgos de violencia o de fuga de la población reclusa, sino principalmente en el control de personas y dispositivos que interactúan en estas unidades.
Ante un escenario crítico, en este tipo de cárceles, los algoritmos pueden tomar el control del sistema de monitoreo de los sectores de alojamiento e impedir que, uno o varios internos, puedan desplazarse sin ser advertidos, fuera de los espacios asignados de acuerdo a sus permisos de circulación interna.
Las cámaras con que cuentan estos dispositivos, son capaces de detectar a través de la inteligencia biométrica un promedio de 200 rostros por segundo, matcheándolos contra bases de datos donde consten sus respectivos permisos o restricciones de circulación y los antecedentes de quienes conviven en ese espacio.
Cuentan con un software predictivo asociado que interpretara cuando uno o varios internos se encuentran en la fase de planificación de acciones violentas o bien cuando sus actitudes denotan, ansiedad, contracciones musculares o aceleración cardíaca, pudiendo inferir el sistema que esta serie de eventos fisiológicos serian el preludio de un determinado acto disruptivo del orden interno de la prisión.
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La respuesta será inmediata y sus acciones escalaran desde disparar la alerta al personal “humano” de las prisiones (a la luz de la experiencia es lo más aconsejable), hasta la toma gradual del control de accesos y elementos de seguridad disuasiva con que cuentan estos establecimientos penitenciarios (activación de incapacitadores acústicos, ataque con sistemas hídricos de alta presión, anulación de sistemas de telefonía pública, desconexión del sistema eléctrico, evaluación del riesgo igneo y su anulación inmediata, etc.).
Inteligencia artificial en el análisis de información penitenciaria
Como bien sabemos el análisis de la información penitenciaria resulta fundamental para la seguridad ciudadana, sobre todo en lugares donde se alojan integrantes de estructuras complejas del crimen organizado local y transnacional.
En nuestro sistema penitenciario, por cuestiones que no han sido lo suficientemente debatidas por los representantes de la sociedad (congreso e instituciones intermedias), las actividades que despliegan este tipo de internos no son seguidas de manera sistémica, por lo tanto, tampoco integradas e interpretadas por analistas, actividad que sin dudas podría trazar un horizonte de escenarios futuros probables a los efectos de neutralizarlas.
En esta lógica, la capacidad que provee la Inteligencia Artificial, como elemento predictor de eventos futuros, puede traducirse en un invalorable aporte a la seguridad Penitenciaria, en principio y finalmente a la seguridad pública.
Los dispositivos de Inteligencia Artificial tienen la aptitud (en caso de haber sido adecuadamente parametrizados) de integrar, interpretar y analizar los datos que, de otro modo permanecerían dispersos sin escalar al estadio de información y nunca calificarían como conocimiento aplicado.
La simple auscultación de un sistema que integre los datos que a diario se producen en las cárceles, arrojaría por defecto (y también a demanda) un esquema de relaciones internas y externas que de otro modo solo serian advertidas si estas confluencias, generaran consecuencias por actividades ilícitas.
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En ese caso sería de un modo reactivo, despreciando la puesta en valor del análisis preventivo y en línea que la Inteligencia Artificial hoy puede generar, con el potencial invalorable de salvar vidas humanas en riesgo por la actividad criminal.
En la lucha contra las acciones del crimen organizado, entendiendo que dicha actividad no cesa con la detención de sus integrantes, sino que continua en los establecimientos penitenciarios, esta variedad en el análisis informativo de amplio espectro, generada a través de aplicaciones de Inteligencia Artificial, no es algo deseable a futuro sino una imperiosa necesidad.
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