El legado sorpresa de Cristina: volveré y seré Sergio Massa

Con ayuda de los gobernadores, el ministro torció la decisión de la Vicepresidenta que prefería a Wado. Amenazó con dejar el Gobierno y vaticinó un final con derrota y en llamas que asustó al peronismo

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El tuit apareció a la madrugada, dos horas después del cierre de las candidaturas. Estaba bien escrito, claro, como se espera de un escritor de la talla de Mempo Giardinelli. Una pluma respetada que supo alumbrar “El Santo Oficio de la Memoria” y que, a los 76 años, un exilio en México durante la dictadura y unos cuantos premios literarios, se ha ganado un merecido espacio de atención en la intelectualidad del kirchnerismo. Ese océano, al comienzo embravecido y al final siempre obediente, en el que se ha transformado.

No. Yo no quiero que la Embajada gobierne a la República. No quiero que Massa sea virrey. No quiero virreyes. No me gusta que Cristina se haya entregado. No confío en el peronismo genuflexo, ni en cipayos al servicio de poderes extranjeros. Ni en traidores con ropajes peronistas”.

Mempo estaba enojado con la designación de Sergio Massa como el candidato a presidente de Unión por la Patria. Tan enojado que armó un frente (Coalición Paz Democracia y Soberanía) y lo inscribió en una decena de provincias para seguir dando la batalla electoral.

Hubiera preferido, como otros tantos kirchneristas de paladar negro, que el elegido por Cristina fuera Eduardo De Pedro. Wado, Wadito, como le dicen los que no lo quieren. El hijo de la generación diezmada, como lo definió Cristina para hacer ilusionar a ese colectivo de jóvenes viejos que se hace llamar La Cámpora. Tendrán que esperar otros cuatro años. Por eso, para matizar la espera de la revolución, nada mejor que buscarse un lugar cálido en las listas de candidatos.

Si hasta le hicieron filmar un video con el actor Esteban Lamothe al pobre Wado. Los dos tan parecidos, vestidos con el mismo saco y la misma camisa, conectados ideológicamente, tonteando un par de ironías y jugando a la fama breve de la viralización. Fueron veinticuatro horas, o tal vez treinta, no más. La primavera en la que el kirchnerismo soñó con De Pedro como candidato.

Wado, el hijo de la
Wado, el hijo de la generación diezmada, como lo definió Cristina Kirchner (REUTERS/Mariana Nedelcu)

No es que Cristina no les enviara señales de alerta. El candidato a vice que le había puesto a De Pedro era el tucumano Juan Manzur. Peronista ortodoxo, amigo de los Estados Unidos y del estado de Israel. Anti abortista y conservador. Pero bueno, estaba Wado en la fórmula y se podía extender el jolgorio. Había espacio para seguir romantizando la etapa más trágica de la Argentina. Aquella de la violencia armada, previa al horror de la dictadura.

En esa fiesta estaba el kirchnerismo, cuando apareció el mensaje en las redes sociales. Al anochecer del sábado electoral. El texto breve como un puñal con el logo flamante de Unión por la Patria. El candidato a presidente será Sergio Massa. Muy pocos lo sabían. Máximo Kirchner, claro. Wado De Pedro, obviamente, el novio engañado. Y dos o tres del círculo áulico. Nadie más.

El ministro de Economía había jugado su carta. La más fuerte. La que tenía preparada desde hacía mucho tiempo por si a Cristina Kirchner (y a Alberto Fernández) se les ocurría la desfachatez de menoscabarle la candidatura. Si había aceptado el incendio de la economía era solo para preparar el camino de su postulación.

- Me voy a la mierda…, me llevo a mi gente, me voy a mi casa, sigan ustedes con la economía, vayan a Washington a negociar con el Fondo a ver que pueden hacer…

El mensaje de Massa se fue transmitiendo de gobernador en gobernador, y de intendente en intendente. A todos los recorría la misma preocupación: la posibilidad de una derrota catastrófica del peronismo en las PASO y un derrumbe del Gobierno en el día después. “Hablen con ellos”, cerró el ministro en cada uno de esos diálogos del jueves y del viernes. Ellos eran, obviamente, Alberto Fernández y Cristina Kirchner. La presión pasaba en esas horas de definición al Presidente y a la Vicepresidenta.

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Entonces Cristina tomó la decisión que había evitado en las últimas semanas. Se atrincheró en su oficina del Senado para decirle a Wado de Pedro que tendrá que esperar una nueva oportunidad. Y se reunió después con Massa para acordar los términos de su derrota. Aceptó que el ministro de Economía se convirtiera en el candidato presidencial, pero lo rodearía de kirchneristas para fortalecerse desde el Congreso: De Pedro y Juliana Di Tullio irán al Senado; Máximo Kirchner seguirá en Diputados y, lo más importante para la Vicepresidenta, intentará retener la Provincia repitiendo la dupla Axel Kicillof-Verónica Magario para gobernador y vice. La fortaleza bonaerense.

La estrategia electoral de Cristina siempre fue la misma. Con la sensación de que el Gobierno perderá inevitablemente las elecciones presidenciales, el objetivo de la Vicepresidenta fue refugiarse en la Gobernación de la Provincia; hacer política con sus cajas de financiamiento y sostener una cuota importante de poder en el Senado y en la Cámara de Diputados. Y si la oposición llega a la Casa Rosada, posicionarse con banderas de la izquierda, culpar al FMI por el desastre económico que generó el Gobierno kirchnerista y avalar las manifestaciones de protesta aunque incluyan la modalidad de la violencia. El modelo experimental que se generó en Jujuy es una proyección de lo que podría venir.

A Massa le toca el desafío más difícil que ha tenido un candidato oficialista desde la restauración democrática de 1983. Ganar las elecciones presidenciales arrastrando como ministro de Economía una inflación anual de tres dígitos, un dólar desbocado por la falta de reservas y la emisión descontrolada, y un índice de pobreza que estaría por encima del 50% si no se contaran los planes sociales. No hay antecedentes de una situación semejante que no haya sido aprovechada por los opositores de turno.

Pero ya se ha comprobado la audacia de Massa para intentar sacarle el jugo político a situaciones tan desfavorables como la que enfrenta. Son conocidos sus buenos vínculos con sectores empresarios; sus contactos en Washington dentro de los organismos internacionales de crédito y también en el Departamento de Estado de EE.UU. Pero el dato más relevante es haber provocado una reacción en el peronismo a favor de su postulación presidencial. Es la segunda vez que desafía a Cristina (la primera fue en 2013, cuando la enfrentó en las urnas y la derrotó con la estructura del Frente Renovador), aunque ahora lo hace preservando su relación con sus aliados kirchneristas.

Massa hoy comenzó las negociaciones
Massa hoy comenzó las negociaciones con el FMI y con el Club de París

En la tarde del domingo, Massa dio a conocer la información de que estaría temprano en el ministerio de Economía para encabezar una reunión de su gabinete y activar las negociaciones con el FMI y con el Club de París, donde intentará aprovechar su buena llegada al equipo de Nadia Calviño, la ministra de Hacienda de España. Massa intentará obtener un refuerzo de la ayuda financiera tirando sobre la mesa su nuevo estatus: negociar como ministro de Economía y candidato a presidente.

Cuenta con otra ventaja adicional. Ninguna de las dos elecciones celebradas el domingo alumbró un triunfo opositor. En Formosa, como hace treinta y seis años, volvió a ser reelecto Gildo Insfrán. Y en Córdoba, si bien el kirchnerismo quedó en la franja del papelón (menos del 3% de los votos), el triunfo del peronista Martín Llaryora (el candidato del gobernador Juan Schiaretti), evitó que se produjera una tormenta que anticipara una ola de votos opositores en una de las provincias clave de la Argentina.

Con todas las candidaturas presidenciales oficializadas, los sondeos proyectan una elección en la que Massa y Javier Milei (los dos ya como postulantes directos a la presidencia porque en las PASO no compiten con nadie), junto a Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, que compiten ferozmente por la postulación presidencial de Juntos por el Cambio, se repartirán la mayor cantidad de votos. La elección de cuatro cuartos que pasará a ser de tres tercios después del examen de las primarias.

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Con un movimiento tan afecto a los símbolos históricos como es el peronismo, hay que destacar primero la más repetida de las frases de Perón: “La única verdad es la realidad”. Y la realidad indica que el candidato de estos tiempos es Massa, un pescador de oportunidades que ha pasado de prometer prisión a “los ñoquis de La Cámpora” a facilitarle a Cristina las condiciones para el sobreseimiento en la estratégica causa de la Ruta del Dinero K.

Y si se recuerda a Eva Perón, se debe admitir que su discurso de renunciamiento a la candidatura a vicepresidenta poco antes de su muerte y su frase más célebre (“Volveré y seré millones”), debería ser reemplazada por un concepto que le calza a la perfección a este momento político de Cristina Kirchner.

Ahora que Cristina no es candidata y ni siquiera está en la fórmula presidencial, podrá reformular aquella promesa a futuro que hizo Evita. Claro que Cristina no volverá como millones ni con la proyección de un candidato que invite a recrear la desgastada épica del pasado, como pudo suceder con Wado de Pedro.

Simplemente, y si las circunstancias tan adversas se lo permiten, Cristina volverá como Sergio Massa. El candidato que el kirchnerismo debe compartir con la Casa Blanca y con algunos directores del FMI. Pero, por sobre todas las cosas, un candidato que intentará sobrevivir hasta octubre con chances de llegar a la Casa Rosada y de disputarle a su aliada y enemiga los códigos cifrados de ese monstruo electoral llamado peronismo.

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