El candidato busca pasar el invierno mientras el Fondo piensa en dos veranos

Los dilemas estacionales se resolverán en los próximos días. El gobierno quiere ceder lo menos posible en la negociación, para salvar la campaña. El staff y la dirección del FMI, no ser la causa de un deterioro aún mayor de la economía argentina, del que deban ocuparse en el estío boreal y, a fin de año, en el del hemisferio sur

Massa y Gita Gopinath, la número dos del FMI.

Como ya es público, el FMI aceptó que los compromisos de la Argentina correspondientes a los vencimientos del 21 y 22 de junio pasados, que suman unos 2.700 millones de dólares, se consoliden en un solo pago a fin de mes.

Este pago al Fondo, sumado al correspondiente a los tendedores de bonos de la deuda externa, de unos 1.000 millones de dólares, que debe hacerse a principios de julio, llevarán las reservas netas del Banco Central a valores recontra negativos, cuasi insostenibles, haciendo imprescindible que esté asegurado el desembolso de 4.000 millones de dólares del propio Fondo, previsto también para julio.

Adicionalmente, el gobierno pretende lograr que se adelanten los desembolsos pendientes de todo el año, que suman unos 10.600 millones de dólares, aunque sea para “la vidriera”, y ya de máxima, algún dinero adicional, correspondiente a desembolsos futuros.

A diez años

De paso, recuerdo que cada desembolso cancela vencimiento de deuda del “viejo” acuerdo con Macri, y prorroga a 10 años, cada nuevo importe recibido. Es decir que, por ejemplo, el eventual desembolso de 4.000 millones de julio de 2023, hay que devolverlo recién en julio de 2033. (La deuda con el FMI, no es el problema de hoy, al contrario).

Retomo. Para que estos desembolsos se concreten es necesario replantear políticas y metas del acuerdo, dado que las actuales están totalmente incumplidas. Está en marcha, entonces, una negociación.

Por lo que se ha filtrado en los últimos días, esa negociación gira, principalmente, en torno a la política cambiaria, aunque, sospecho, también debe incluir cuestiones fiscales. En particular, las correspondientes a la continuidad en la reducción de los subsidios a la energía, cuyo esquema actual “termina” en agosto.

La política tarifaria más allá de agosto es una de las preocupaciones del FMI: la inflación devora la recomposición iniciada por el gobierno

Inflación y devaluación

Con una tasa de inflación y de devaluación en torno al 8% mensual, la no continuidad del ajuste tarifario implica que a fines de año los precios pagados por los consumidores apenas cubrirían entre el 20 y el 45% de los costos de la electricidad y entre el 20 y el 80% de los costos del gas domiciliario, dependiendo de los ingresos de cada hogar. Además de los que reciben tarifa social.

Y aquí estamos. El ministro-candidato no quiere aplicar un salto en el atrasado precio del tipo de cambio oficial, porque sostiene, con algo de razón, que sin programa y en medio de las elecciones, la devaluación es sólo más inflación y no una mejora del tipo de cambio real.

El Fondo, por su parte, si efectivamente estuviera dispuesto a entregar divisas para respaldar las exiguas reservas del Banco Central y, eventualmente, “administrar” la brecha cambiaria, sería, estimo, sólo a cambio de un mayor precio del dólar oficial, complementado con una política fiscal y monetaria más estricta que limite el traslado a precios del nuevo tipo de cambio.

La “contraoferta” del equipo económico, también según rumores periodísticos, consiste en devaluar parcialmente con algún impuesto especial a la mayoría de las importaciones, manteniendo la evolución actual del dólar oficial para otros productos, en especial los vinculados con alimentos y energía, de manera de moderar la tasa de inflación resultante, en especial para los sectores de menores recursos. Una especie de “dólar turista” para el precio de la mayoría de las importaciones.

Pero sucede que, con el racionamiento actual, ya muchas importaciones fijan sus precios a un valor del dólar distinto al oficial, porque el Banco Central sólo ofrece dólares a precio “de liquidación”, si las empresas consiguen posponer los pagos a sus proveedores, quienes no están demasiado dispuestos a aumentar su crédito contra sus clientes argentinos. De manera que el efecto de una mayor devaluación sobre los precios y la demanda de importaciones no parece tan claro.

Sin embargo, un eventual “impuesto país” a las importaciones, podría genera ingresos fiscales adicionales, de manera que la creación de este nuevo dólar, serviría para los dos propósitos, el de moderar la demanda de importaciones y el de lograr más dinero para el fisco, reduciendo algo el déficit fiscal.

Cómo devaluar

Massa y equipo, en una reunión de intercambio y negociación con el FMI

Obviamente, el monto y la forma de esta devaluación fiscal, si limita más las importaciones tiene efectos sobre el nivel de actividad, y alguna consecuencia, menor por lo comentado, sobre la tasa de inflación. Es por eso que el gobierno está intentando conseguir la mayor cantidad de dólares posibles del FMI, de manera de minimizar el racionamiento de las importaciones y su efecto sobre la actividad productiva, y poder además intervenir para tener “bajo cierto control” el mercado de cambios, en un período electoral en dónde la dolarización de portafolios se exacerba.

Dicho de otra manera, la prioridad del equipo económico, y más ahora que el Ministro es candidato a Presidente, es “pasar el invierno”, para mejorar sus chances en las PASO, aún a costa de comprometer el futuro que, en todo caso, parece que será para otro gobierno.

A las muchachas y los muchachos del Fondo les preocupa, en cambio, dos veranos. El que empieza ahora en el hemisferio norte, porque quieren irse de vacaciones con el acuerdo con su principal deudor cerrado. Pero también les preocupa el próximo verano argentino, dónde habrá un nuevo gobierno, con otros interlocutores y casi seguramente otras políticas, y no puede “desvestir” al nuevo rey, para vestir al actual.

Estamos, entonces, en medio de dos dilemas estacionales que se resolverán en los próximos días. El del gobierno que quiere ceder lo menos posible en la negociación para salvar la campaña electoral de este invierno. Y el de Georgieva, Gita y compañía, que buscan no ser la causa de un deterioro aún mayor de la economía argentina y no quieren “clavarse” en Washington en su verano. Pero tampoco desean entorpecer la tarea de los que se van a “clavar” en Buenos Aires, en nuestro verano.

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