Siguiendo o “plagiando” el modelo de Frédéric Bastiat, veamos cómo razonar en estos tiempos de escasez de insumos y bienes importados, en que el Gobierno insiste con que hay que proteger la industria nacional y apunta al modelo de sustitución de importaciones. El famoso Vivir con lo Nuestro.
Imagine una persona que está solo en una isla luego de naufragar. Tiene hambre y ve un cocotero. La única manera de comer uno de los cocos es treparse al árbol utilizando una cuerda que rescató del naufragio.
Toma la decisión y, trabajosamente, se sube al cocotero. Cuando llega a los cocos logra desprender, con gran esfuerzo, 4 cocos. Lo suficiente como para comer ese día. Baja y está con los brazos y piernas sin más fuerza. Esta tarea le lleva varias horas y es tan extenuante que luego le quedan pocas fuerzas para hacerse una choza y fabricarse una cama para poder descansar adecuadamente.
Un día el náufrago ve varias maderas y ramas sueltas, además de más sogas del naufragio que trajo la marea. Se le ocurre, entonces, que en un solo día podría construir una escalera lo suficientemente alta como para subir al cocotero sin gran esfuerzo y bajar los cocos. Pero si se dedica a hacer la escalera, ¿Qué comerá ese día?
Si come 4 cocos por día opta por comer 3, guardar 1 por día, y así al cuarto día tiene 4 cocos para alimentarse. Empieza entonces un período de 4 días de ahorro de 1 coco por día que le permitirá tener un día completo de alimento para poder dedicarse a fabricar su escalera y ese día no tendrá que treparse al cocotero para tener su alimento diario.
En la actualidad ese proceso se define como volcar el ahorro al mercado de capitales para financiar la inversión y mejorar la productividad.
Transcurridos los 4 días el náufrago ya tiene un ahorro de 4 cocos que le permitirá concentrarse en diseñar y construir la escalera. Ahora, con la escalera, que es un bien de capital, puede subir hasta donde están los cocos en pocos minutos y sin gran esfuerzo físico puede desprender 16 cocos.
Feliz de la vida ese día se sienta a la sombra a descansar y contempla los 16 cocos que consiguió, digamos, en media hora. “Esto es aumentar la productividad”, se dice a sí mismo.
Pero recuerda las teorías económicas de un país en que reinaban los K y se pregunta: ¿soy más rico ahora o soy más pobre? Según los K soy más pobre porque no tengo trabajo. Me sobra el tiempo. Ya no tengo que subirme trabajosamente al cocotero a bajar 4 cocos. Ahora, con este stock de capital llamado escalera, consigo 16 cocos que no voy a consumir porque no como tantos cocos por día y me queda el resto de la jornada sin hacer nada.
Con el stock de capital llamado escalera, consigo 16 cocos que no voy a consumir porque no como tantos por día y me queda el resto de la jornada sin hacer nada
Pero su subconsciente le dice que algo está mal. Y entonces recuerda el discurso de algún economista que en el país de los K llamaban destituyente y neoliberal.
A ese economista destituyente le repica en el cerebro con esta teoría. El náufrago tiene varias opciones con los cocos que le sobran. Una es que tiene alimentos por 4 días, así que si come 4 días no tiene que subirse todos los días a la escalera para bajar cocos, puede destinar un día a hacer la choza, otro a hacerse una cama confortable y otro día a descansar. Si opta por esta alternativa, al cuarto día comió normalmente, tiene una choza, tiene una cama más confortable y además pudo tomarse un día de vacaciones. ¿Es más rico o es más pobre?
Pero en su cabeza de náufrago le sigue repiqueteando el discurso K según el cual el modelo neoliberal genera pobreza y desocupación.
Interpretación forzada por la ideología
Si el náufrago siguió la receta del neoliberal recalcitrant, hizo un ajuste salvaje en la economía de la isla comiendo un coco menos por día. Y, como recita el credo K, el consumo genera progreso, si come un coco menos por día estará generando pobreza.
No le cierra nada. Los K le dicen que si sigue la receta liberal va a ser más pobre, pero mira lo que consiguió y concluye que ahora tiene mejores condiciones de vida, más alimentos y tiempo para el descanso.
El credo K recita: el consumo genera progreso, si come un coco menos por día estará generando pobreza
Pero, sigue pensando y se dice: una vez que arreglé la choza y construí una cama confortable, ¿qué hago con los 16 cocos que puedo bajar por día? Los K le dirían que es un desocupado porque no tiene más nada para hacer. El neoliberal le diría: bueno, baje los 16 cocos, 4 los come y los otros 12 los cambia con los isleños vecinos. A unos les entrega 4 cocos por pescados, a otros 4 por bananas y los restantes 4 los intercambia por ropa. Así tendrá para comer cocos, pescado y bananas, dispondrá de ropa nueva y, además, disfrutará de una cama más cómoda y una choza confortable.
La cabeza del náufrago le estalla porque ve que mejora su calidad de vida, accede a más bienes y sin embargo la teoría K le dice que es más pobre, que sí importa peces, bananas y ropa de las otras islas, su economía termina destruida por la competencia desleal de los aldeanos vecinos.
Le repica en la cabeza eso del modelo de sustitución de importaciones sobre el que tanto insiste el Vasco José Ignacio de Mendiguren de “vivir con lo nuestro”. La retórica de que si compra productos de las islas vecinas deja sin trabajo a los que viven en su isla.
Para poder exportar más tengo que importar más por definición. Los dos estamos mejor
Imagina un diálogo con el Vasco, y le dice: “pero Vasco, si importo ropa, peces y cocos es porque exporto más cocos. Para poder exportar más tengo que importar más por definición, los dos estamos mejor”.
Pero el Vasco le insiste: “Su razonamiento es una ilusión óptica. Un invento de los liberales que conspiran contra su bienestar. Por definición, si el isleño de vecino hace el intercambio es para ganar. Ud. tiene que exigirle que si hacen el intercambio su vecino pierda”.
Y Ud. Dice: “Lo del Vasco debe ser cierto. Después de todo es economista y progre. Los otros economistas como Cachanosky son unos liberales que disfrutan viendo a la gente en la pobreza, según me dicen los progres. Además, siempre me traen malas noticias”.
Por eso concluye: “Mejor sigo los consejos del Vasco y no intercambio mis cocos con la ropa, los peces y las bananas de las islas vecinas. Voy a proteger mi industria nacional. Mi fuente de trabajo. Y si el habitante de la isla vecina quiere hacer un intercambio me tiene que jurar que yo gano y el pierde en el intercambio”.
Pero se queda pensando y dice: “si los k tienen razón, me sobran los cocos que no voy a comer y tampoco voy a intercambiar por bananas, peces y ropa porque destruyo mi industria nacional y quedo desocupado. ¿Qué hago? De ahora en más solo voy a bajar los cocos que necesito. Voy a vivir con los nuestro”.
Pero medita un segundo más y dice: “¿Y para qué quiero la escalera si necesito solo cuatro cocos por día? Mejor la destruyo a ver si me entusiasmo y cometo el error de bajar más cocos y me fundo intercambiando bienes con los de las islas vecinas”.
El tiempo pasó. El náufrago volvió a treparse al cocotero con una cuerda, bajando solo cuatro cocos diarios. La choza volvió a romperse. La cama se fue venciendo y terminó como el día antes de construir la escalera. Eso sí: ahora tiene independencia económica y soberanía nacional. No depende para vivir de los “buitres” de las islas vecinas. Y podrá decir con orgullo: “este es mi proyecto nacional y popular”.
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