Desaparición de la niñez

Es urgente que los gobernantes planifiquen abordajes que garanticen el derecho al juego y a la educación

El uso de la tecnología puede ser una herramienta o una amenaza en los primeros años de la vida

A finales de los años 90, Neil Postman vaticinó la desaparición de la niñez. Para ser específicos, el autor habló de la finalización de la niñez como categoría de análisis y no de la desaparición del niño.

Para esclarecer el tema, es necesario recordar que fue en la modernidad que comenzó la valoración del niño como un individuo particular, más que como parte del linaje o como un adulto en miniatura, tal como se lo consideraba hasta entonces; esto hace que, a partir del S XVII, este concepto gane autonomía, surgiendo así la infancia, una etapa singular a la que hay que considerar diferente a la adultez. De hecho, dentro de la historia de la educación, J. Comenius, con su obra “La Didáctica Magna” (1632), dio el puntapié inicial para la conceptualización de la infancia y la obra de Jean J. Rousseau: “Emilio o de la educación” (1762) es la una de las primeras reflexiones y la piedra fundamental para la consideración del niño con capacidad de ser formado, de ser educable.

Volviendo a Postman, plantea que el fin de la niñez llegaría al término de siglo XX provocada por el fenómeno televisión, a la cual definió como un desastre social de gran magnitud y que hizo estragos porque borró la diferencia entre adultos y niños y transformó en público lo que antes era privado. Este sociólogo sostiene que, en estos últimos años, los más pequeñitos comenzaron a acceder a secretos propios de la edad adulta acerca del sexo y del dinero. En cuanto a la sexualidad, plantea que la pantalla chica muestra escenas íntimas a toda hora y que basta con prender la “caja boba” para acceder a contenido de adultos y, a su vez, en cuanto al dinero, que los más chicos participan en las decisiones familiares acerca de cómo y en qué gastar la plata o resuelven dónde serán las vacaciones de la familia o qué juguete se comprarán; “son niños sin-vergüenza que no han construido relaciones de autoridad con los adultos” (Postman, 1994:86). Y, consecuencia de esto, lejos de convertir a los chicos en grandes, los proyecta a la mayoría de edad sin herramientas para afrontar y elaborar lo que ven en TV, siendo esta muy masiva porque es fácil de mirar y sin segregación de la audiencia. Y si a la hipótesis de Postman le sumamos los dispositivos tecnológicos actuales, esto profundizaría mucho más su idea; 24 horas de infoxicación, de acceso a información confusa y de canales que ofrecen múltiples variantes convirtiendo a los chicos en consumidores más que espectadores.

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Pero la desaparición de la niñez va mucho más allá de la televisión. Hay otras escenas aún más graves. En Rosario, niños y niñas – balaceras mediante- viven hechos diaria y cotidianamente donde presencian la muerte de sus padres, madres u otros familiares o, en el mejor de los casos, ven cuando balean su casa o la de algún vecino. Eso también implica el desvanecimiento de la infancia, de esa etapa subjetiva esencial y de grandes y profundos aprendizajes. Es por eso que las infancias no pueden quedar libradas al azar, necesitan experiencias cuidadas y planificadas, donde se haga foco en los barrios para abordar problemáticas situadas y que sean prioridad en las políticas públicas.

ILUSTRACIÓN - Los dispositivos electrónicos que se utilizan en la actualidad exponen a los niños a situaciones de riesgo. Foto: Franziska Gabbert/dpa

Decía el periodista Roberto Caferra en su programa radial del sábado pasado: “los ciudadanos comunes andamos en puntitas de pie mientras los violentos se adueñan de la ciudad”, yo agregaría: andamos en puntitas de pie porque el Estado duerme y, en plena campaña electoral, coloca el cartel: NO MOLESTAR.

Es urgente y prioritario que los gobernantes analicen las circunstancias particulares de los barrios y planifiquen abordajes con espacios públicos que garanticen el derecho al juego y a la educación y así visibilizar a la niñez, hoy tan desprotegida.

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