Antes de referirnos a un tema litúrgico de gran actualidad recordemos que litúrgicas son todas aquellas acciones (obras, palabras) de todos los bautizados (laicos y consagrados) relacionadas con el culto, o cosas relativas a él. El 18 de febrero pasado, segundo domingo de la Cuaresma (40 días que preceden a la Pascua de resurrección) Francisco manifestó que era necesario ponerse en camino sinodal, un camino cuesta arriba que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración. Después el Papa hizo una analogía entre lo que la Iglesia pide a sus fieles para la Cuaresma -llevar una vida sencilla, sobria, austera, de reflexión- afirmando que son similares a los requisitos que se requieren para que clérigos y laicos recorran un camino sinodal.
Este recorrer un camino sinodal consiste en que pastores y fieles, curas y laicos “caminen juntos”, sean “corresponsables en la Iglesia” en una praxis superadora de esa separación tajante entre unos y otros, manteniendo, desde luego, la autoridad sacerdotal y la identidad laica de los laicos. En tal sentido el Papa invita a todos a superar la tentación más grave de este momento que radica en las divisiones dentro de la Iglesia tales como “el clero separado de los fieles, la fe intelectual de algunas élites (por ejemplo, agrega este cronista, la de algunos claustros universitarios católicos) separada de la fe (y de la necesidad) popular, la Curia romana separada de las Iglesias particulares, los obispos separados de los sacerdotes, los jóvenes separados de los ancianos, los cónyuges y las familias poco involucrados en la vida de la comunidad, los movimientos carismáticos separados de las parroquias…”. Caminar unidos respetando las obligaciones de nuestra misión y respetando la diversidad.
Evangelii Gaudium
Recordemos que la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, primer gran documento pontificio con el que Bergoglio comienza su papado, como su título indica, está focalizada en la principal misión que Cristo encomendó a sus discípulos: ”Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” (Marcos 16:15-18).
Esta misión recae en cabeza de todos y cada uno de los bautizados, individual y colectivamente. Para desarrollar esa obra cada uno debe abrirse al Otro, “salir” del “sí mismo”, del ego-centrismo. La comunidad cristiana debe abandonar la iglesia a “puertas cerradas”, de élite, sectaria, quieta y abrir la puerta sagrada de la parroquia tanto para entrar como para “salir”. Abierto a los otros, en especial, a los vecinos e integrantes de la comunidad y a los extranjeros que también son prójimos a veces próximos, o los que hoy fluyen de África y de Asia a Europa o de América Latina a Estados Unidos, o los que en olas inmigratorias partieron de Europa y poblaron nuestras tierras o quienes durante décadas de nuestra historia más reciente fueron migrantes paraguayos, bolivianos y peruanos radicados en la CABA, Barracas o el Conurbano bonaerense.
La unidad de clérigos y laicos
Ahora bien, al des-ensimismamiento, al servir a los que nos necesitan, especialmente a los pobres, el participar de una Iglesia abierta, no parece ser suficiente. Hoy la realidad nos exige la unidad de clérigos y laicos.
El ser cristiano es una praxis, una acción particular que coincide con sus efectos y así en el ser cristiano, que es un ser en relación con el Otro, con Dios y la naturaleza vive y se realiza el Evangelio. Se realiza la misión. Hoy, Francisco nos dice que la misión es desarrollar esas acciones en comunidad.
Seguir el hermoso ejemplo de los católicos que dan la vida por amor
La evangelización tiene capítulos dramáticos y el Santo Padre llamó muchas veces a rezar y pedir por los perseguidos a causa de difundir las enseñanzas de Cristo y propagar la fe como sucede en muchos países del planeta. En muchos puntos de las caras del poliedro las misiones hacen realidad lo que predican. Basta con observar las experiencias concretas de los misioneros en la India, China o la Amazonia de América Latina. “También hoy -dijo el Santo Padre este año -en muchas partes del mundo sigue habiendo numerosos mártires que, en imitación de Jesús y con su gracia, aún en medio de la violencia y de la persecución dan la mayor prueba de amor, ofreciendo su vida.”
La persecución a la Iglesia Católica en Nicaragua, la matanza que sufren en la República democrática del Congo (Maboya) por las milicias de Ruanda (G. M 23), el martirio de Eduardo Mendua, laico indígena de nacionalidad Cofán de Sucumbios, Ecuador, que según nos informa Monseñor Rafael Cob presidente de la Red Eclesial PanAmazónica (REPAM) lideraba la oposición de su pueblo ancestral ante los graves daños al ambiente e invasión de su territorio por parte de una explotación petrolífera, y por cuya causa, fue acribillado el 26 de febrero de este año.
Es preciso que lo hagamos en comunidad: una experiencia para imitar
El Santo Padre nos dice que ya no basta con que seamos valerosos ante el peligro y la adversidad y vayamos juntos fieles y clérigos. Debemos hacerlo “en comunidad”.
El caso de las “parroquias unidas” de la milenaria Valencia, España, a orillas del Mediterráneo de lo cual nos trae una nota de la Revista Vida Nueva (Nro. 3 de marzo 2023) nos servirá de ejemplo. En efecto, ahí los sacerdotes y laicos de veinte parroquias iniciaron un camino sinodal original y transformador, uniéndose para caminar extendiéndole sus manos a los otros, los que están afuera.
La iniciativa compartida por veinte parroquias valencianas evangelizadoras promovida por la Universidad Católica de Valencia, está presidida por un equipo de ocho investigadores que cuenta al frente con el sacerdote Santiago Pons Doménech, decano de la Facultad de Teología. Como se enuncia las 20 parroquias en primer lugar se autoconvocaron y lejos de juntarse para elaborar nuevos conceptos se propusieron “hacerse comunidad” y en comunidad salir descubriendo en el terreno del camino sinodal la virtud sagrada de la ayuda al otro que herido nos interpela. Y acometer la acción evangelizadora, no recitando los Evangelios sino viviéndolos y no viviéndolos en forma individual sino en común, haciendo el Evangelio, descubriendo su alma.
“No es el molde de la nueva parroquia”
Para refundar estos espacios (sagrados) es fundamental -dicen en diálogo con la Rev. V.N. -ser comunidad. “En la medida en la que se genera un vínculo social y se tiene una memoria de vínculo, se crea esa conciencia de ser parroquia, un valor clave en medio de una sociedad líquida, dispersa e individualista”. Y agregan: “No se trata de crear una factoría de católicos ni de generar católicos ilustrados que viven a su manera y que solo acuden al templo como si fuera un supermercado. Tampoco tiene sentido encerrarse con unos pocos elegidos en un ensimismamiento litúrgico o en una isla teológica”. Dicen ellos.
Es la elaboración a partir de la experiencia de buenas prácticas
Esta acción común y novedosa no significa identificar un “modelo” ni un “molde” de parroquia, sino un conjunto de buenas prácticas que se hacen efectivas según sus necesidades y recursos, pero que les otorga un aire de familia”. Sí, es necesario, “estar de vuelta”, “ser crítico, tener una santa insatisfacción que te lleve a ir más allá de la desazón de que no basta con cambiar de horarios, de carteles o de método”. Dicen los valencianos.
Sus guías afirman que también es necesario hacer un examen comparativo con otras estructuras humanas que pueden ayudar como las del mundo del trabajo o de la empresa moderna, incorporando nuevas tecnologías y las modernas herramientas de comunicación social.
¿Cómo asumir tareas conjuntas entre clérigos y laicos sin generar conflictos de autoridad?
El párroco, el sacerdote, es el pastor. El pastor “no siempre va adelante” decía Jorge Mario Bergoglio a quien como cura le gustaba caminar en el medio del rebaño, excepto que la liturgia le indicara otra cosa, “es la cabeza y cuida de todos, -dice Pedro Pancorbo Contreras, policía de 49 años, uno de los voluntarios de la Parroquia San Pedro Poveda de Jaén, pero si no cae en la cuenta que necesita un equipo potente y comprometido de laicos, llegará a poco y se desgastará.”
Luego, como lo advierte Francisco hay algunos peligros que evitar: la “peste” de los seglares “clericalizados”, porque “los laicos han de ser laicos”, los que ideologizan la misión y adhieren a sistemas rígidos de ideas que distorsionan la realidad, “la ideología” es también una peste. Luego, se equivoca quien confunde las disquisiciones teóricas o filosóficas con la acción misionera.
Para evitar desviaciones y conflictos es preciso partir de comprender la relación clérigo-laico, por parte de unos y otros. Es necesaria una formación de los Santos Evangelios, en el desarrollo de la misión y laicos -dice Pedro -enamorarnos de Cristo y la pasión por evangelizar. A partir de ahí, se suman la vivencia comunitaria de la fe, una formación bíblico-doctrinal y el compromiso misionero. Todas estas patas son indispensables agrega Pedro, jefe del equipo que levantó la Parroquia San Pedro Poveda y lleva realizadas múltiples obras conjuntamente con Cáritas y Manos Unidas en la Comunidad de Andalucía.
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