Primer y único gobierno de unidad provincial
En 1991, fui elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires, cargo que ocupé durante dos mandatos consecutivos hasta 1999, constituyendo el Primer Gobierno de Unidad Provincia de la República Argentina.
El mismo día del triunfo me reuní con la oposición -la Unión Cívica Radical, el Frente Grande y el MODIN- y les manifesté que al igual que lo hice cuando fui intendente de Lomas de Zamora necesitábamos constituir una comunidad, para de esta manera poder gobernar todos juntos.
Los invité a que nos pusiéramos de acuerdo mediante la firma de un Compromiso Ético, y mi única exigencia fue que el primer punto sea para erradicar la corrupción.
Trabajamos durante varios días y finalmente conseguimos formalizar el siguiente decálogo:
1- Eliminar la corrupción estructural.
2- Construir un ámbito de convivencia con todos los elegidos para ocupar cargos legislativos y a los partidos de los que provienen.
3- Nuestra provincia debe arraigar a sus habitantes en los municipios del interior y en el conurbano realizar profunda regularización dominial.
4- Crear un Ministerio de la Producción y direcciones de producción en todos los municipios.
5- Crear estructuras en todos los municipios para prevenir la drogadependencia.
6- El incremento de la criminalidad hace imprescindible la creación de cárceles.
7- En materia de salud, hay que crear hospitales y garantizar su buen funcionamiento.
8- En materia Educacional crear establecimientos educativos funcionales.
9- Necesitamos que la totalidad de nuestros legisladores nacionales se comprometan a trabajar juntos para reformular la coparticipación federal que hemos perdido.
10- El Banco Provincia ha sido creado para ser puente del desarrollo, por lo tanto la mayoría de sus directores deberán provenir del campo, de la industria, del comercio y servicios y ser elector por las mismas entidades.
Además, tomando como experiencia la etapa municipal, le otorgué a la oposición la mitad de la gobernanza. Mientras el oficialismo se encargó de administrar los fondos presupuestarios, la oposición se hizo cargo de la Fiscalía del Estado, el Tribunal de Cuentas y del control del manejo económico de todos los municipios, y de todos los organismos de control creados o por crearse.
El 1 de marzo de 1999, durante mi último mensaje ante la Legislatura Provincial, pude mostrar el resultado de los ocho años de gobierno frente al Compromiso Ético asumido al comienzo del mandato. Además, quedó en evidencia la fortaleza que le otorga a un gobierno trabajar en comunidad. Que los 70 diputados provinciales votaran todos juntos le permitió a la provincia de Buenos Aires obtener logros que de otra manera hubiera sido muy difícil conseguir.
1. Eliminar la corrupción estructural:
En ocho años de gobierno no hubo una sola denuncia sobre corrupción.
2. Construir un ámbito de convivencia con todos los elegidos para ocupar cargos legislativos y a los partidos de los que provienen:
Esta fue la base para construir la comunidad gobernante.
3. Nuestra provincia debe arraigar a sus habitantes en los municipios del interior y en el conurbano realizar profunda regularización dominial:
Gracias a una tarea conjunta realizada con todos los Intendentes municipales, 412 mil familias se convirtieron en auténticas propietarias, las que de esta manera tuvieron un lote o una vivienda, donde echar raíces, criar a sus hijos, y cobijar sus sueños
4. Crear un Ministerio de la Producción y direcciones de producción en todos los municipios:
Se llevó adelante una política de concientización y de apoyo a la pequeña y mediana empresa. La provincia de Buenos Aires fue la primera en tener en todo el territorio nacional un Ministerio de la Producción desde donde se impulsó la creación de organismos municipales dedicados a la promoción del trabajo y de la producción.
La tarea se llevó adelante en los 13 corredores productivos; 43 parques y sectores industriales planificados y 2 zonas francas.
Establecimos que el Ministerio de Asuntos Agrarios estuviera en manos de la gente del campo.
Creamos el Instituto de Desarrollo Empresario Bonaerense.
Pusimos en marcha el Fondo de Garantías Buenos Aires (FOGABA), para facilitar el acceso al crédito de los pequeños empresarios bonaerenses.
Y también se crearon miles de microempresas a través de los programas: Casa Solidaria; Manos Bonaerenses; Programa País; Mujer Isleña; Mujer de Campo y Empresa Mujer.
5. Crear estructuras en todos los municipios para prevenir la drogadependencia:
Con el nacimiento de la Secretaría de Prevención y Asistencia de las Adicciones, pudimos crear junto a docentes, padres, jóvenes, organizaciones no gubernamentales y voluntarios, la red de asistencia y prevención más grande del país con 193 centros diseminados en toda la Provincia.
Con la colaboración de especialistas de la Unión Europea impulsamos para que los municipios puedan lanzar el programa “Ciudades Preventivas”.
Además, concebimos y organizamos los Torneos Juveniles Bonaerenses como abordaje inespecífico para prevenir las adicciones, generando centros de interés más atractivos que los vicios sociales, como expresé anteriormente.
Sería muy injusto no reconocer la tarea que a partir de 1983 desarrollaron el Gobernador Alejandro Armendáriz y la Vicegobernadora Elva Roulet quienes, no obstante tener 95 intendencias de cuño radical, no hicieron diferencias entre oficialismo y oposición gestionando un verdadero gobierno de unidad.
Como ya lo hemos expresado, el ejemplo más claro fue cuando el gobernador Armendariz se enteró de que en Lomas de Zamora se había logrado votar por unanimidad dos Ordenanzas Municipales –la Comisión Comunitaria para la prevención de la Drogadependencia y el Área de Toxicología y Rehabilitación Social- que dieron lugar a las UFF (Unidad de Fortalecimiento Familiar para prevención de las Adicciones). Ambas ordenanzas fueron las primeras en su temática a nivel continental.
Fue así que él me llamó para extender el llamado “Modelo Lomas” al resto de los municipios de la provincia. Un año después, me propuso convocar a todos los representantes de Salud de las provincias argentinas dando lugar a la creación del “Modelo Argentino para la prevención de las adicciones”.
6. El incremento de la criminalidad hace imprescindible la creación de cárceles:
En 1978 se había construido la última cárcel bonaerense. Nosotros ejecutamos cinco nuevas cárceles ubicadas en Florencio Varela, Magdalena, Melchor Romero y Campana, y el complejo de General Alvear.
Además se construyeron 6 módulos carcelarios con una capacidad para dos mil reclusos, anexados a distintas unidades penitenciarias.
7. En materia de salud, hay que crear hospitales y garantizar su buen funcionamiento:
Se inició una gran tarea de recuperación y equipamiento de la red hospitalaria. En cuarenta años sólo se construyó un hospital, pese a que la población se triplicó.
Nosotros, en ocho años, construimos trece grandes hospitales. Ocho en el Gran Buenos Aires, con una clara orientación materno-infantil:
“Domingo Mercante”, de José C. Paz; “Arturo Oñativia”, de Almirante Brown; “Héroes de Malvinas”, de Merlo; “Carlos Boccalandro”, de Tres de Febrero; “Evita Pueblo”, de Berazategui; “Mariano y Luciano de La Vega”, de Moreno; “Cecilia Grierson”, de Presidente Perón; “Mi Pueblo”, de Florencio Varela.
Y cinco en la Provincia Interior: los hospitales de Monte Hermoso y de Olavarría, y los de Vedia, Salto y San Cayetano.
8. En materia educacional crear establecimientos funcionales:
Triplicamos los recursos destinados al sistema educativo, al aumentarse de 1.200 millones de pesos convertibles en 1992, a 3.400 millones en 1999. El 35 por ciento del último presupuesto superó ampliamente la media de América Latina. De esta manera construimos 1.285 escuelas y jardines nuevos, y ampliamos y refaccionamos 8.000 establecimientos más.
Otro hecho destacable es que en una década se crearon en nuestro territorio seis nuevas universidades, la misma cantidad que en todo el siglo. Hablamos de las Universidades nacionales de Quilmes, La Matanza, Tres de Febrero, Lanús, General San Martín y General Sarmiento.
9. Necesitamos que la totalidad de nuestros legisladores nacionales se comprometan a trabajar juntos para reformular la coparticipación federal que hemos perdido:
Se avanzó en un proceso de descentralización que se acompañó con un aumento inédito de la coparticipación en el presupuesto provincial. De los 460 millones de pesos convertibles del año 91, se pasó a 1.063 millones de pesos convertibles en 1999.
10. El Banco Provincia ha sido creado para ser puente del desarrollo, por lo tanto, la mayoría de sus directores deberán provenir del campo, de la industria, del comercio y servicios y ser electos por las mismas entidades:
Como primera medida, nos negamos firmemente a privatizar el Banco de la Provincia de Buenos Aires. Entre 1991 y 1998 se multiplicó el volumen de operaciones. Aumentaron los depósitos un 352% y los préstamos en un 96%. Se llegó a absorber el 12% del total del sistema bancario argentino sin recurrir a maniobras especulativas, ni elevar las tasas de interés.
Además y tomando como modelo el sistema norteamericano de fomento microempresarial, creamos un Fondo de Riesgo Bancario, gracias al cual la Provincia salió como garante de créditos de hasta 520 mil pesos convertibles destinados a las PyMEs. Al mismo tiempo se crearon sucursales del Banco Provincia en España y en Italia.
Conformando el primer y único gobierno de unidad nacional
Los argentinos debemos recordar, con legítimo orgullo, que nuestro país fue el único de toda Latinoamérica que, en medio de una de sus crisis más profundas ocurrida en 2001, encontró el modo de recuperar el rumbo sin quebrar su orden institucional. Durante esos días quedó comprobado el valor del ámbito parlamentario como expresión de democracia, diálogo y búsqueda de consenso.
La caída de Fernando De la Rúa y la falta del Vicepresidente -por la renuncia de Carlos “Chacho” Álvarez el año anterior- dejó al descubierto que la única vía institucional para afrontar el vacío de poder reinante era el Congreso de la Nación.
El 21 de diciembre y en su carácter de presidente provisional del Senado, Ramón Puerta asume como jefe de Estado y tal como lo establece la Constitución Nacional convocó a la Asamblea Legislativa para elegir sucesor.
Así, el 23 de diciembre es elegido Adolfo Rodríguez Saá con 169 votos a favor y 138 en contra. El 45% de votos en contra y por solo dos meses de mandato hicieron que el final de su gobierno estuviera sentenciado.
Tras la renuncia de Rodríguez Saá a los siete días del juramento, Ramón Puerta dimite como presidente provisional del Senado y la jefatura del Estado recayó sobre el segundo en la línea sucesoria, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, quién el 31 de diciembre convoca a una Asamblea Legislativa de forma urgente para el 1 de enero.
En ese momento fue cuando comienzan a contactarme, desde diferentes compañeros de mi partido hasta el doctor Raúl Alfonsín, e integrantes de otras fuerzas, para decirme que debía aceptar asumir la presidencia de la Nación.
Mi primera respuesta siempre fue negativa, pero ante la insistencia puse una sola condición: solamente lo aceptaría si la Asamblea Legislativa me votaba por unanimidad, porque la única manera que entiendo la gobernanza es mediante un trabajo en comunidad donde, como dije anteriormente lo colectivo esté por encima de lo individual.
Con 262 votos a favor (94%), 21 en contra y extendiendo el mandato hasta completar el período presidencial, asumo como presidente el primer día del año 2002.
Planteé que venía sólo a cumplir tres objetivos básicos: reconstruir la autoridad política e institucional, garantizar la paz y sentar las bases para el cambio del modelo económico y social.
Inmediatamente comencé el armado del gabinete ministerial con solo 11 ministerios: Jorge Capitanich, Jefe de Gabinete; Juan Pablo Cafiero, Vicejefe de Gabinete; Carlos Ruckauf, Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto; Rodolfo Gabrielli, Ministro del Interior; Jorge Remes Lenicov, Ministro de Economía; José I. de Mendiguren, Ministro de la Producción; Alfredo Atanasof, Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social; Jorge Vanossi, Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos; Horacio Jaunarena, Ministro de Defensa Ginés González García, Ministerio de Salud y Ambiente; María Nélida Doga, Ministerio de Desarrollo Social; y Graciela Giannettasio, Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología.
De acuerdo a lo conversado previamente con Raúl Alfonsín, dos ministerios debían ser ocupados por gente de su partido, la Unión Cívica Radical. Por eso en Defensa fue nombrado Horacio Jaunarena y en Justicia, Jorge Vanossi.
Además, consideré en ese momento que era indispensable que el sector productivo tuviera, el primer Ministro de la Producción de la República Argentina, por eso le pedí al sector productivo que eligieran un candidato: José Ignacio de Mendiguren fue la persona indicada.
Al sector gremial le pedí un representante para el Ministerio de Trabajo y decidieron que sea Alfredo Atanasof.
Y porque desde siempre entendí que determinados ministerios debían ser conducidos por mujeres, dispuse que María Nélida Doga y Graciela Giannettasio se hicieran cargo de los Ministerios de Desarrollo Social y Educación, respectivamente.
Otra de las condiciones que dispuse para conformar mi gabinete fue que ninguno viniera a aprender. Porque el más sabio, el que más libros escribió o dio mayor cantidad de conferencias, tal vez le falte una condición indispensable que es el liderazgo para manejar un ministerio.
Nuevamente, y de la misma manera que lo hice al frente de la Municipalidad de Lomas de Zamora y de la Gobernación de la provincia de Buenos Aires, logramos conformar una verdadera comunidad de gobierno.
Algo que me gustaría destacar es que una vez conformado el gabinete y tras agradecerles que se estaban incorporando a un gobierno que según el clima de época tal vez duraría quince días, les dije que al que hablara mal del gobierno saliente le tocaría “roja directa”. Esto hizo que aún los que dejaban sus funciones se sumaran a la comunidad.
Al asumir, el grito de guerra de la población de todos los días y a toda hora era “que se vayan todos”. Ante una movilización en Plaza de Mayo y adyacencias, convoque a siete dirigentes de los más representativos para que nos reuniéramos en Casa de Gobierno. Los recibí junto a todo el periodismo, y lo primero que les dije fue que tenían razón en sus quejas y que de no estar sentado en este sillón, seguramente me encontraría en la plaza protestando junto a ellos.
Además, les informé para su tranquilidad que no iba a enviar ningún proyecto al Parlamento Nacional sin que antes pasara por la Mesa del Diálogo Argentino.
Mesa del Diálogo Argentino
Se trató de un espacio de concertación impulsado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) y la Iglesia Católica, integrada por los obispos Casaretto, Juan Carlos Maccarone, Ramón Staffolani; el Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina Estanislao Karlic, los representantes del Gobierno nacional Juan Pablo Cafiero, Antonio Cafiero y José María Díaz Bancalari; los laicos Cristina Calvo y Justo Carbajales; y los representantes del Pnud, Carmelo Angulo Barturen y Carlos Sersale.
El compromiso era que la Mesa del Diálogo analizara los proyectos y me contestaran en diez días, y de no hacerlo, lo enviaría al Congreso de la Nación de manera inmediata.
Como queda demostrado era la civilidad en su conjunto la que tomaba todas las decisiones de Estado.
Cuando asumimos la presidencia, la Argentina estaba literalmente fundida. No había plata para pagar sueldos, aguinaldos, millones de argentinos no tenían lo necesario ni para alimentarse. Tampoco teníamos acceso al financiamiento eterno, ni al interno. Fue así, que en el marco de la Mesa del Diálogo Argentino nos reunimos con los representantes del campo, uno de los sectores más pujantes de nuestra economía, y le solicité a José María Díaz Bancalari que les plantease que necesitábamos establecer una retención del 10% al sector, pero uno de los dirigentes –literalmente- le respondió: “No te cago a trompadas porque estaban los curas presentes”. Pero sólo unos días después ocurrió lo que di en llamar el milagro del diálogo.
Durante otra reunión Eduardo Buzzi tomó la palabra en su carácter de presidente de la Federación Agraria Argentina y dijo: “Las cuatro entidades agropecuarias habíamos dicho que no queríamos retenciones y no queremos retenciones, pero ciertamente en algún momento empezamos a entender que había que hacer algún aporte para resolver la emergencia social y la crisis social. Empezamos a entender que era importante que se resolviera con algún aporte de las exportaciones agropecuarias de la misma manera en que deben aportar los que ganaron durante diez años, de la misma manera en que deben aportar los sectores más concentrados en esa lógica que necesitamos construir que es la distribución equitativa del ingreso y la igualdad en el esfuerzo y el sacrificio. Y ahí está la obligación del Presidente de la Nación de tomar la decisión de las retenciones a las exportaciones, lo que nos interesa es que parte de esa retenciones, que por supuesto que no nos gustan, puedan volver en políticas activas que además de tocar los efectos estén atacando las causas del problema. Y las causas del problema se tratan con la contención de la gente en condiciones dignas viviendo con prosperidad y expectativa en el interior del país”.
Más allá de los logros obtenidos lo más importante fue que en los primeros 120 días de gobierno, la Argentina comenzó a salir de la difícil crisis por la que atravesaba.
El plan económico productivista permitió que la economía argentina cambiara radicalmente, sobre todo a partir del segundo semestre del 2002 y acentuándose definitivamente en el arranque de 2003.
Se entregó una situación económica en paulatino ascenso, pero sin desequilibrios, con superávits gemelos y tipo de cambio real alto. Además, comenzamos a crecer al 3% con una proyección para el 2003 del 7%
Ésta siempre fue nuestra forma de gobernar y de trabajar, en conjunto, con diálogo y estableciendo objetivos o misiones. Cuando está todo por hacerse siempre hay que comenzar por cuatro o cinco objetivos básicos.
Todas estas explicaciones no tienen como fin destacar el accionar de un gobierno, sino por el contrario ver en la práctica cómo funciona una comunidad política con el objetivo de gobernar: pensando juntos, trabajando juntos y ejecutando juntos.
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