De los tres tercios de Cristina a una elección de cuatro cuartos

La Vicepresidenta incluyó a Milei entre los candidatos a ganar las elecciones. Pero la chance de una ruptura en Juntos por el Cambio conduce a un escenario electoral aún más fragmentado

Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta

Él fue funcionario de los dos. Sacude la cabeza resignado y dice que no sabe cómo se resuelve. Cuenta que nadie lo bancó como Mauricio, y que nunca trabajó mejor que con Horacio. Recuerda anécdotas de aquellos tiempos perdidos. Y por momentos parece a punto de llorar. Pero no. Esto es política y hace varias semanas que prefirió salir del medio. La batalla ahora es a todo o nada.

“Son dos Fórmula Uno corriendo a 300 kilómetros por hora, pero de frente y a punto de chocar”, dice el dirigente que cree estar viviendo la peor catástrofe de los veinte años de la historia del PRO. Macri la corrió a Patricia Bullrich a un costado y se subió al ring. Ya no hay renunciamiento ni gesto de grandeza mirando el futuro. Allí, en el otro rincón, está Rodríguez Larreta. La disputa es por el nuevo liderazgo. Y uno de los dos terminará derrotado.

Cada uno tiene un argumento y tal vez una parte de la razón. La posibilidad de convocar al cordobés Juan Schiaretti para que sea uno más en Juntos por el Cambio es apenas una excusa. Macri dice que Rodríguez Larreta se equivocó. Que no entiende la jugada. Que no sabe lo que quieren los votantes de la coalición. Y que está poniendo a Luis Juez al borde de la derrota en Córdoba.

Cuando se reúne con los empresarios, algunos de ellos amigos y otros ex amigos, Mauricio les cuenta que Horacio es tibio. Que no tiene lo necesario para ser presidente. Que Patricia es mucho mejor candidata y que él la va a ayudar a armar el gabinete.

Antes decía que el futuro equipo de gobierno iba a ser todo suyo. Pero ya no lo dice. Bullrich le paró el carro. La ex ministra de seguridad tiene pocas pulgas. “Remember Moyano”, se sonríen los bullrichistas. Ese TikTok del programa de Mariano Grondona.

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Horacio responde que ya estaba podrido. Que los trolls de Macri y de Bullrich unían fuerzas en las redes sociales con los ejércitos de Javier Milei. No vas a ser presidente, larrata en vez de Larreta, sos amigo de (Sergio) Massa, se sumaban los hashtags. “Como si los amigos de Mauricio y Patricia estuvieran todos a punto de ser canonizados”, sacuden. ¿Ahora resulta que Macri apoyaba a Juez? Si él quería de candidato en Córdoba a Rodrigo de Loredo.

El arrebato larretista no se detiene allí. ¿El problema es que el Gringo Schiaretti es peronista? ¿Y (Miguel Angel) Pichetto?, ¿y (Ramón) Puerta?, ¿y (Diego) Santilli?, ¿y (Cristián) Ritondo?, ¿y Patricia? La lista es más larga. Pero basta con esos nombres.

Quizás el punto más débil del planteo de Rodríguez Larreta, acompañado por Gerardo Morales, por Elisa Carrió, por Facundo Manes, por Martín Lousteau y por Pichetto, tiene que ver con la superposición de fechas. Nadie le pudo responder en forma contundente a Luis Juez cuando llegó a la sede del Comité Nacional de la UCR y les dijo a todos que un acuerdo con Schiaretti lo dejaba sin banderas para ganarle en Córdoba.

Es que la elección para gobernador cordobés es el domingo 25 de junio, veinticuatro horas después del cierre de listas. Si hay acuerdo con Schiaretti, Juez debería ir a las elecciones con el gobernador cordobés formando parte de Juntos por el Cambio. Y, lo que es peor, quizás siendo candidato en alguna de las boletas.

El gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti

Lo que nunca dirá en público Rodríguez Larreta ni Morales es lo que le dicen sus encuestadores sobre Córdoba. Que Juez estaría entre diez y quince puntos por debajo del peronismo schiarettista en los sondeos previos. Pero cada dirigente en la Argentina sabe que las encuestas en este tiempo no son instrumentos fiables.

Lo más probable es que la incorporación de Schiaretti a la interna de Juntos por el Cambio para ampliar la base de sustentación de un próximo gobierno termine frenada por la oposición de Bullrich y Macri con el apoyo radical explícito de Alfredo Cornejo, y el aval bastante más subterráneo de Ernesto Sanz y de Jesús Rodríguez.

El internismo endovenoso del radicalismo parece haberse transfundido a los dirigentes del PRO. “Que se rompa, pero que no se doble”, es la frase que la UCR inmortalizó hace un siglo. Los socios del partido fundado por Macri se lo han tomado en serio.

Rodríguez Larreta está forzando su mayoría en el consejo directivo del PRO para garantizar el ingreso de José Luis Espert como candidato a presidente en la interna de Juntos por el Cambio. Bullrich se opone y prefiere que sea candidato a gobernador porque cree que el economista liberal le puede sacar votos fundamentales a ella. En la lista de espera está también Margarita Stolbizer, que apoya las postulaciones de Manes y de Larreta, en ese orden. Los dos podrían quedar bloqueados por el efecto Schiaretti. Los famosos daños colaterales de cada guerra.

Hace cuarenta días, Cristina Kirchner habló en el Teatro Argentino de La Plata, para protagonizar uno de los tantos clamores por su candidatura presidencial que nunca se concretaron. Además de su clásico de la victimización judicial, la Vicepresidenta reveló en público un dato que los dirigentes y encuestadores venían hablando en privado. Que el escenario electoral había dejado de ser un mano a mano entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Y que Javier Milei, al que calificó de “mamarracho”, se metía en una pelea de tres tercios. Algo era cierto. La corrida cambiaria que casi tumba a Massa había favorecido al candidato de La Libertad Avanza y lo ubicaba a tiro de pelear el ballotage.

Cristina Kirchner durante el acto que encabezó el 25 de mayo. (Foto: AP Foto/Mario De Fina)

La novedad anunciada por Cristina empezó a ser repetida en todas las tertulias políticas y empresarias. Pero como todo es efímero en el país de los brotes verdes que nunca llegan a árboles, el escenario electoral de tres sectores disputándose el poder futuro se fue reconfigurando con extrema velocidad.

En estos días, son varios los encuestadores que están midiendo la intención de voto presidencial a la luz de la grieta de Juntos por el Cambio y la irrupción del fenómeno Schiaretti dentro de la interna de la coalición opositora. Prefieren esperar a tener las mediciones completas, pero ya tienen un nombre para la nueva cara de la fragmentación electoral: escenario de cuatro cuartos.

En este esquema, se ubican los votantes del Frente de Todos, los de Javier Milei y se dividen en dos sectores los de Bullrich (con el respaldo de Macri), y por otro lado los de Rodríguez Larreta con el de Morales, Carrió y Pichetto. Si a Schiaretti le bloquean la posibilidad de competir en las primarias de Juntos por el Cambio, la alternativa podría ser un acuerdo programático de diez puntos y una foto de los acuerdistas como parte de una promesa para después de las PASO siempre que terminen venciendo al tándem Patricia-Mauricio. Se trata de un escenario impensado hasta hace muy poco.

La incógnita de la elección de cuatro cuartos que comienzan a registrar algunos encuestadores es, previsiblemente, cómo se dividirán esos votos. Si hay un 10% de votantes que optarán por las propuestas de izquierdas y de algunos partidos menores que siempre se presentan, el 90% restante se repartiría entre las cuatro opciones mayoritarias. Los últimos sondeos registraron un leve freno en el ascenso que venía teniendo Milei y también otro freno en la caída que no lograba detener el kirchnerismo.

Si la elección llegara a dividirse en cuatro cuartos, el escenario que puede terminar de configurarse si se consolida la ruptura de Juntos por el Cambio, la incógnita siguiente será determinar cuáles de las propuestas electorales logra superar el 20% de los votos. Siempre la comparación por piso electoral favorece al peronismo, que con el núcleo duro kirchnerista de Cristina y lo que le puedan aportar Massa (o Daniel Scioli), podría mejorar ese porcentaje pese a la altísima inflación mensual y a la carencia de reservas que expone a la Argentina a la disparada del dólar.

En el caso de Milei, la mayoría de los encuestadores lo ubican superando el 20% y aproximándose al 25% con chances de seguir subiendo, sobre todo si la economía vuelve a descontrolarse antes de las PASO del 13 de agosto. Algunos le adjudican, además, el complemento posible de un voto vergüenza.

Claro que la variable que tendrá impacto fundamental sobre los sondeos de intención de voto presidencial será la interna sin luz al fondo del camino que está atravesando Juntos por el Cambio.

La coalición opositora lleva ocho años resistiendo diferencias entre sus integrantes, pero hasta ahora siempre había esquivado la posibilidad de una ruptura sin retorno. Todos sus integrantes dicen públicamente que ese momento no llegará tampoco en estos comicios y que la definición entre los que quieren ampliar el espacio junto a Rodríguez Larreta y Morales, y los que prefieren mantener el formato restringido de 2019 como Macri y Bullrich, se resolverá únicamente cuando se vote el 13 de agosto.

Parecen lujos demasiado exuberantes para una sociedad que tiene a la mitad de su población y a casi dos tercios de sus chicos bajo la línea de pobreza. Lujos inexplicables para un país que lleva cuatro décadas tratando de estabilizar la inflación en un nivel parecido al de cualquiera de sus vecinos regionales.

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