Umberto Eco (1932- 2016) es un destacado filósofo italiano, autor de apreciables obras tales como El nombre de la rosa, El péndulo de Foucault, Baudolino, Arte y belleza en la estética medieval, Apocalípticos e integrados y Obra abierta, entre otras destacadas novelas y ensayos.
En este último libro mencionado, Eco (1962) se refiere a la obra de arte como abierta, - una condición inherente a la misma- señalando la pluralidad de sentidos que conviven en una obra que puede plasmar la máxima ambigüedad y depender de la intervención activa del espectador.
Obra abierta no significa una falta de estructura, según este filósofo, sino que existe una estructura detrás del texto que se adapta y soporta otras estructuras dentro. Tal concepción asume que la obra posee una polisemia y una polifonía; por eso la obra es simbólica, ya que el símbolo no es imagen sino pluralidad de sentidos. En esa obra abierta el autor organiza una trama de efectos comunicativos de modo que cada usuario pueda, a través de un juego de respuestas, comprender la obra misma y la forma imaginada por el escritor, sin caer en la indefinición ni en que la reacción del lector escape al control del autor.
Si se toma como metáfora el título del libro de Umberto Eco, ¿por qué no pensar el aula como una obra abierta? ¿Por qué no plantear múltiples perspectivas que no se agoten en una sola mirada y donde los horizontes estén siempre abiertos?, ¿Por qué no permitir múltiples respuestas a un mismo cuestionamiento? Y así como la percepción es un proceso abierto a muchos resultados posibles, la inteligencia también podrá construir procesos variables en cada sujeto.
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La visión griega del cosmos como universo ordenado ya no es la visión que tenemos en estos días; los cambios vertiginosos, especialmente de la última centuria, hacen que podamos contar con el desorden, pero no como obstáculo, como algo ciego e incurable, sino como la ruptura a un orden tradicional que el hombre occidental creía inmutable y definitivo.
Si para Umberto Eco el arte es tendencia hacia lo ambiguo y lo indeterminado marcando la condición de crisis de nuestro tiempo y, a su vez, es poética porque expresa la posibilidad de una apertura a una transformación de los propios esquemas de conocimiento, el aula, como el arte, no desvelará un nuevo conocimiento sobre la realidad, sino que la reconstruirá y la resignificará. En este sentido aprender no es replicar un saber acabado, sino una apropiación significativa de saberes y habilidades y la comprensión de ciertos conceptos; pero para ello se necesita de una enseñanza que acompañe ese proceso y que “ondule” (Cabo 2022) según las características de los estudiantes, de los docentes y de las escuelas según el barrio en el que está inserta.
En el aula, planteada como una obra abierta, no implica que haya un docente que enseñe cantidad de información, sino que enseñe a distinguir cómo emplear lo que se sabe, cómo aprender más y, sobre todo que el alumno comprenda qué contenidos aprendió, para qué y cómo lo hizo; especialmente con un buen docente que evalúa de manera coherente con su forma de enseñar, quien valora conocimientos, habilidades y promueve que cada uno pueda superarse y acompaña cuando hay dificultades de aprender.
La intervención activa del espectador y el respeto a la idea original del autor en la propuesta de obra abierta de Eco, podrá ser el equivalente a un estudiante que construya sus propios saberes mediado por un docente -convencido de lo que hace- que guía la enseñanza en pos del aprendizaje. Ni tan fácil, ni tan difícil, solo ganas de proponer otros recorridos en el aula.
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