España e Italia se hicieron ricas y en consecuencia se volvieron conservadoras. Ser conservador es la consecuencia lógica de tener algo que uno quiere guardar. El crecimiento de la pobreza paralelamente al crecimiento de la derecha es una consecuencia irracional que para nosotros carece del más mínimo sentido. Estamos de visita por Italia donde no se ve ese dolor de los caídos que hay en nuestras tierras desde que decidimos parecernos a Estados Unidos donde abundan porque no son resultado de la riqueza que falta sino del desprecio que el vencedor tiene por el vencido en sociedades en las que no importa otra cosa que la ganancia y la codicia.
El Santo Padre nombró un nuevo Arzobispo de Buenos Aires y las reacciones fueron sin duda muestra de una pequeñez en la opinión apresurada y de un gran desconocimiento de su historia de vida. Algún frívolo mostró una foto, otro un discurso y finalmente uno de los más serios periodistas, y quizás el más lúcido e inteligente, escribió respetuosamente acerca del nuevo Arzobispo a quien dijo respetar como historiador, como teólogo y por su obra pastoral aclarando que esas descripciones que escuchamos no se correspondían con la realidad.
Hubo un momento en que nuestro peronismo, en los años 80, concentraba el mayor nivel de pensamiento y el radicalismo se acercaba al club socialista de donde convocaba a los mejores de sus cuadros. Grupos de pensamiento, publicaciones y charlas con debates de ideas que fueron surgiendo hasta estos días plantean una competencia ideológica con sostén filosófico, constituyen básicamente una batalla cultural. Hubo una concepción de la sociedad que en su tiempo, con el último Perón, llegó a ser de unidad y hoy pierde la riqueza propia de los diversos sectores existentes porque no son parte de un mosaico sino de un espacio de enemigos y sectarios. Aquel peronismo no era de confrontación en el sentido del resentimiento. Quizá el Santo Padre esté planteando algo semejante cuando se aleja de los curas del Tercer Mundo, muy influenciados por la idea del marxismo, y avanza hacia a los “curas villeros” donde lo que importa es la relación con el necesitado, con el humilde y desde ahí se traza un pensamiento. No es la minoría lúcida que va a enseñar o evangelizar sino es aquel que va a ofrecerse para acompañar, es absolutamente diferente la concepción.
Toda esta historia en nuestra juventud la vivimos con la lectura y el ejemplo del famoso libro Los condenados de la Tierra de Frantz Fanon, con prólogo y análisis de Jean Paul Sartre. De ese estudio realizado sobre la sociedad de Argelia y su proceso de liberación, provenía la idea de definir si éramos la minoría lúcida o si éramos el compañero, si se tenía una actitud pasiva frente al necesitado o se ayudaba a salir de esa situación de debilidad o crisis sin creerse superior. La idea que Fanon propone no es ocupar el lugar del colono imaginando al otro como un colonizado sino el de ser un par, sentirse en igualdad y acompañar a través de la energía que tiene la voluntad de ayudar.
El nombramiento de Jorge García Cuerva, trajo como consecuencia el mostrar el modo de relacionarnos entre nosotros, alguien salió en contra y terminamos discutiendo un tema profundo con liviandad y desconocimiento. La intervención de un periodismo serio demostró que si quien fue elegido tiene una trayectoria hay que respetar esa posición no desde limitación de la grieta que nos abarca. Esos bullicios de frivolidad suelen forjar imágenes excesivamente distantes de la realidad. Se vio en este caso y sucede cotidianamente porque las consignas grupales no dejan pensar libremente desde la propia opinión sino desde el espacio común de los amores y de los odios más allá de los contenidos y el resultado es una matriz cultural cerrada y dogmática.
El peronismo fue contenedor de todos los pensamientos, de izquierda, centro y derecha, así era la política vista como parte de lo que el General llamaba " Movimiento”, en rigor se trataba de la vigencia del concepto “patria” y expresaba la manera en que un pueblo ajustaba las ideas universales a sus intereses particulares. Un viejo profesor solía decirnos, “los conservadores son buena gente, solo que a veces son conservadores ingleses, y eso es otra cosa”. El frente de la “antipatria” también suele recorrer las ideas universales, dejándolas casi siempre al servicio del inventor, normalmente opuesto a las nuestras. Queda claro que el proletario y el consumidor son las dos caras de un nuevo individuo sin patria ni bandera.
Desde el punto de vista de la Iglesia, viví la etapa de los curas del Tercer Mundo, podría recordar sus debates y también el crecimiento que significaron para la institución en esa sociedad. Aquella fue una fractura, algunos se casaron y otros entregaron su vida a la Iglesia. Para ellos el hecho innovador era romper la barrera entre lo sagrado y lo profano, salir al mundo y eso fracasa porque hay objetivamente un enamoramiento del marxismo que no fue exitoso en el mundo y que naufragó frente al liberalismo. Fue Estados Unidos más trascendental que los comunistas rusos o cubanos.
Su Santidad busca otra relación de la Iglesia con la sociedad, va hacia los necesitados, se une con los humildes desde la profundidad de la fe y esto no está relacionado al marxismo sino a mirar de cerca a su pueblo. El Papa Francisco habla del “pastor con olor a ovejas” simbolizando su cercanía con los fieles llenos de humanidad vulnerable y carencias. Esto trae conflicto con algunos sectores ligados a las iglesias de los que les va bien, las de los barrios privados, las de los ricos. Insisto con que si la vida tuviera un más allá, no sería la continuidad de un barrio privado.
El conflicto esencial es que en la grieta uno adhiere a un pensamiento colectivo y no necesita cuestionarse nada, lo tiene todo interpretado. Llama la atención que ser libre moleste simétricamente en los diversos espacios políticos y es que dentro del fanatismo no hay lugar para la duda que es una manera de cuestionar la estructura total.
Hay miedo a salir de la opinión dogmática, como el soldado que teme salir de la trinchera, aquí el riesgo no es la muerte sino la duda y ese miedo a la duda suele ser la puerta de ingreso a aceptar la propia esclavitud. La paradoja es que vivir dentro de la grieta es la peor manera de vivir. Es bueno saber que ser libre es estar afuera de ambas trincheras. Y en ese espacio nace la posibilidad de encontrarnos y recuperar un rumbo entre todos. Eso si no es poca cosa.
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