La visita del Ministro de Economía y otros funcionarios a China ha puesto, por las peores razones, el tema de las relaciones económicas internacionales del país en el centro de la escena informativa.
Digo “por las peores razones”, porque este capítulo debería estar inserto en el contexto de una plataforma estructural de la Argentina, que contemple el rediseño del Mercosur, los acuerdos comerciales, la política de desarrollo de largo plazo, los intereses geopolíticos, etc.
En cambio, la cuestión de las relaciones económicas con China surge como parte del capítulo “mangazo”, dentro de las urgencias de una crisis de sector externo que, como la vengo contando, la Argentina se “compró” solita, por una mala praxis de política económica, agravada por la mala suerte de la sequía.
Pero sea por malas o buenas razones, resulta oportuno revisar, someramente, nuestra relación económica con el gigante asiático en general, y en particular nuestros vínculos financieros, dado que en algunos estratos del oficialismo se ha planteado que el financiamiento chino a nuestras penurias económicas, resulta relativamente más conveniente que nuestro acuerdo con el FMI, sometido, siempre, a condiciones y metas de política económica que limitan, según estos funcionarios, nuestros grados de libertad y “soberanía”.
Primero, una aclaración no menor. El financiamiento chino no puede verse como sustituto del préstamo del FMI, dado que, al menos hasta ahora, una de las cláusulas del contrato de swap de monedas (vuelvo sobre esto más adelante) con el Banco de la República Popular de China (el Banco Central) específica, para su vigencia, la necesidad de mantener “viva” la relación con el FMI. Dicho de otra manera, la primera condicionalidad de China es…el FMI.
Dicho sea de paso, mi amigo Yi Gang, actual Gobernador del referido Banco Central, fue representante de China ante el Fondo y, como no podía ser de otra manera, completó su formación de economista en universidades norteamericanas, en Hamline, en Saint Paul, Minnesota y en la Universidad de Illinois, en Urbana Champaign (confesó que le gustan los inviernos fríos).
Traigo estas dos referencias a colación para que se entienda que, en materia de política monetaria y financiera, el Banco Central de China se maneja con las reglas y normas prudenciales de los Bancos Centrales más importantes.
La segunda aclaración que me parece pertinente es que China no otorga préstamos financieros de libre disponibilidad. Lo que hace China es, en rigor de verdad, financiar inversión o comercio de sus propias empresas.
Es decir, China no presta plata, “vende” su tecnología, maquinaria, o productos, y financia esa venta a ciertos plazos y con ciertas condiciones.
El gobierno chino utiliza su capacidad financiera como punta de lanza de su política exterior y favoreciendo a sus empresas en su expansión internacional.
Lo anterior, por supuesto, no está mal, pero corresponde esta precisión porque, como era de esperar, detrás del financiamiento chino hay intereses chinos que no necesariamente coinciden con los intereses del país contraparte, más allá de la conveniencia derivada de las condiciones financieras que se ofrecen.
Que se entienda bien, no estoy diciendo que no es conveniente recibir inversiones y/o productos chinos. Lo que estoy resaltando es que la idea de que los fondos chinos son producto de la ayuda de un “amigo” resulta ingenua, ignorante o deliberadamente falsa.
Pero avancemos un poco más, antes de llegar a la coyuntura.
En un país como la Argentina, sin acceso al crédito internacional privado voluntario, insisto, por la mala praxis de la política económica, que alguien ofrezca su tecnología o sus productos atados a financiamiento de largo plazo es, como diría el Padrino, “una oferta imposible de rechazar”.
Y es así como varias obras de infraestructura, que se están haciendo ya, o que están proyectadas, no se deciden con un orden de prioridades nacionales, sino porque las empresas chinas tienen la tecnología y ofrecen financiamiento específico para esas obras.
Pasando al costado estrictamente comercial, China nos vende mucho más de lo que nosotros le exportamos.
Nos compra principalmente soja (no industrializada), carne vacuna, sorgo y cebada, y algo de carne aviar (casi el 75% de las exportaciones). Y nos vende un conjunto muy amplio de productos e insumos para la electrónica, maquinaria, motores, motocicletas, fertilizantes, instrumental médico, etc.
Ignoro cuántos de estos productos o insumos se importarían de otros países si no existiera el financiamiento que ofrecen desde China, o si, en un mercado con riesgo argentino “normal”, empresas y entidades financieras de otros países podrían ofrecer productos de igual o mejor calidad en condiciones de pago ventajosas.
Y también ignoro si se podría ampliar el mercado chino para nuestros productos de exportación en una negociación más “agresiva” individualmente o dentro del Mercosur.
Pero lo cierto es que nuestro déficit comercial con China es creciente y, encima, según los trascendidos periodísticos, ¡Los que se quejan de que no pueden entrar con más bienes a la Argentina por denuncias antidumping de nuestras empresas ante la Organización Mundial de Comercio, son ellos!
Paso, entonces, a la coyuntura.
Como mencionara, la gira del Ministro Massa se inscribe en el capítulo mangazo derivado de la falta de dólares en las reservas del Banco Central para atender la demanda de importadores y pagadores de deuda y otros compromisos con el exterior.
En la negociación con las autoridades chinas, el ministro ha logrado renovar el swap y ampliar la suma de yuanes que se pueden utilizar para pagar importaciones de dicho país. En la práctica, el préstamo chino de yuanes que se puede “sacar de la vidriera” de las reservas brutas del Banco Central y usar para pagar importaciones desde China pasó del equivalente de los 5000 millones de dólares actuales a 10 mil millones.
Con estos fondos, el Gobierno puede financiar más importaciones desde ese país, sin usar los dólares que no tiene, y evitar así empeorar las restricciones a las importaciones, afectando menos el nivel de actividad de las empresas que utilizan dichos insumos para producir en el país.
Simultáneamente, está estimulando algo la demanda de estos productos, con el pedido al sistema financiero para que amplíe los cupos de crédito de las tarjetas y con la rebaja de la tasa del programa de cuotas.
Dicho de otra manera, aumenta las importaciones de insumos y productos chinos con financiamiento chino, y trata de incentivar la demanda de dichos productos en el país con crédito bancario.
Por supuesto que, en el desastre macro en el que estamos, estas medidas son un “poroteo”, en particular porque el exceso de emisión de pesos que genera el exceso de demanda de dólares continúa y continuará. Pero bueno, peor es nada.
Sin embargo, mal que le pese a cierto sector del oficialismo, la coyuntura de los próximos meses no se juega en Pekín, se juega en Washington D.C. con un nuevo acuerdo con el FMI que permita “pasar el invierno”.
Pero superada esta coyuntura, un nuevo gobierno tendrá que revisar en serio las alianzas estratégicas, comerciales y financieras de nuestro país y encarar una política exterior en sentido amplio, consistente con nuestros objetivos e intereses políticos, de derechos humanos y económicos, y con una macro ordenada que baje el riesgo país, logre crédito voluntario a tasas razonables y nos permita, entonces, rechazar las ofertas que no nos convienen.
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