El serio peligro de que el caos opositor termine en una hiperinflación

Para controlar el aumento de precios, no alcanzará con recitar una y otra vez los lugares comunes del antipopulismo. La sencillez conceptual que hoy ocupa un lugar central en la campaña permite preguntarse están preparados para gobernar

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Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y Javier Milei
Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y Javier Milei

En marzo de 2019, en medio del caos económico que marcó el último período de su gobierno, Mauricio Macri fue entrevistado por Mario Vargas Llosa. El talentoso escritor le preguntó qué haría en caso de ser reelecto. Macri fue muy claro:

-Iría en la misma dirección pero más rápido.

Esa frase, “lo mismo pero más rápido”, fue estremecedora para quienes, desde el principio de su mandato, advertían que el esquema económico macrista terminaría en una crisis. Pero, al mismo tiempo, fue también muy esperanzadora para muchas otras personas convencidas de que el problema no había sido de enfoque sino de falta de coraje, de falta de audacia. Como en un segundo mandato, Macri prometía ser más valiente, todo se resolvería.

Desde aquel lejano 2019, los slogans se multiplicaron en los referentes de la oposición. Macri tiene grandes momentos en esa saga. “La inflación es la demostración de la incapacidad de un gobierno”, había dicho antes de asumir, en 2015. El fracaso no logró afectar su autosuficiencia.

-¿Por qué hay inflación? -le preguntó hace unos meses Joaquín Morales Solá.

-Por una sola razón, Joaquín. Una sola. La emisión. Se acaba la emisión y se acaba la inflación.

“Shock”, “sablazo”, “hachazo”, “torniquete”, “conmigo esto se termina”, “terminar con setenta años de peronismo” son todos lugares comunes que pueden servir para ganar una elección o un debate en Twitter. Es un atajo habitual: dos o tres frases sencillitas, una gresca con un enemigo que mucha gente detesta y, tal vez, aparezcan los números. En general, esos golpes de efecto se apoyan en los supuestos de que vencer la inflación es algo sencillo y de que si no se terminó con ella es solo porque un grupo de populistas irresponsables y demagogos gobierna el país. Se los reemplaza y ya está.

Ese contexto de sencillez conceptual permite preguntarse si la oposición, tal como se la ve, está preparada para gobernar. Tal vez por eso, empiezan a aparecer, como antes del 2015, personalidades que advierten acerca de la posibilidad de que tanta simpleza termine produciendo otra tragedia, aún peor que la que pretende resolver. Ninguna de esas personalidades es de izquierda, ni marxista, ni kirchnerista ni pertenece a ninguna conspiración judeo marxista para destruir a la familia a través de la Educación Sexual en las escuelas o exterminar a la humanidad a través de la denuncia del cambio climático.

El ex ministro de economía Domingo Cavallo
El ex ministro de economía Domingo Cavallo

Esta semana hay un ejemplo que descolla. Las advertencias del ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, por ejemplo, suelen tener un eco importante en los medios de comunicación cuando se refieren a la marcha del actual gobierno. Ese fenómeno de rebote no se repitió, sin embargo, cuando hace unos días Cavallo difundió en su blog un planteo muy enérgico acerca de los riesgos que podrían provocar algunas ideas presentes entre los economistas de la oposición, especialmente las que imaginan modificaciones abruptas en las horas posteriores a la asunción.

Cavallo escribió un artículo con un título realmente largo, como si tuviera la intención de que no fuera necesario leer toda la nota para entender su conclusión: “La oposición tiene que ser cautelosa con sus promesas. En el mejor de los casos, un plan de estabilización podrá ponerse en marcha recién a principios del 2025″. ¿Cómo? ¿No era cuestión de dejar de emitir y todo se ordenaba?

En el final del artículo, Cavallo es tremendista acerca de los problemas que podría producir un enfoque equivocado: “Puede parecer paradojal, pero si para evitar la inercia inflacionaria que crea el cepo cambiario, el nuevo gobierno decide eliminarlo de inmediato para todo tipo de transacciones, sin que haya habido tiempo para implementar un ajuste fiscal y la economía haya digerido toda la excesiva emisión monetaria anterior, el resultado puede ser una explosión hiperinflacionaria, costosísima desde el punto de vista social y demoledora desde el punto de vista político”.

Entre el título y la conclusión, el ex ministro de Carlos Menem y Fernando de la Rúa sostiene que en su primer año el nuevo Gobierno deberá aplicar un régimen de desdoblamiento cambiario, como transición hacia un plan de estabilización. Cavallo aboga para que en esos meses se realice una profunda reforma fiscal, se privaticen empresas públicas y se ponga en marcha una audaz apertura de la economía. “Si en lugar de hacerlo con esa metodología decide eliminar de inmediato el cepo cambiario con la ilusión de producir el ajuste fiscal recurriendo a una fuerte devaluación que licue deudas, salarios y jubilaciones, al estilo del ajuste de enero de 2002, no encontrará régimen monetario alguno capaz de derrotar a la inflación en un mandato presidencial”.

Naturalmente, el nombre de Domingo Cavallo genera pasiones encontradas, dado su rol central en la creación de la fallida convertibilidad, y también en su estallido, que se produjo de la peor manera, cuando él mismo era ministro de Economía. Pero, si se prescinde del argumento ad hominem, el artículo de Cavallo es un aporte. En general, los dos hemisferios en los que se divide el pensamiento económico dominante en la Argentina están plagados de especialistas en criticar a los habitantes del hemisferio opuesto. En este caso, Cavallo advierte a los propios -que no pueden acusarlo de chavista, regulador, populista o kirchnerista- que las cosas no serán para nada sencillas y que conviene pensarlo mejor antes prometer que todo será cuestión de “hacer lo mismo pero más rápido”.

Fernando Navajas, economista de FIEL
Fernando Navajas, economista de FIEL

Hace unos días, Fernando Navajas, economista jefe de FIEL, realizó advertencias muy similares pero añadió preocupaciones de índole política:

-”La oposición, mientras tanto, navega su propio faccionalismo y pareciera mentalizarse para ganar la batalla de diciembre de 2015 más que la próxima, en la que no los debería unir el amor sino el espanto. Debería estar más unificada que nunca porque la batalla va a requerir no solo tener muy buen diseño sino flexibilidad en el sentido de anticipar eventos y saber de dónde van a venir las balas en materia de sostenibilidad del esquema económico”.

-”El resultado de esta fragmentación lamentable que observamos ha llevado a que se divague con blue prints de cosas repetidas entre varios futuros ex equipos económicos, que pareciera que se copian entre sí, cuando ni aun juntándolos a todos se va a alcanzar la escala de funcionarios y el poder de fuego que se va a requerir”.

-”La oposición debería darse cuenta que si no arma un poderoso frente unificado va a ser boleta rápido”.

-”Pretender que vamos a crear una nueva constitución económica de entrada choca con la enseñanza plasmada en trabajos de Acemoglu y otros, que muestra que las mismas surgen del trabajo coordinado de elites con objetivos muy claros sobre la organización económica y social. Y la Argentina, más allá de la voluntad de varios políticos inteligentes, adolece de un vacío tremendo en materia de liderazgo de elites amplias y coordinadas hacia una economía moderna”.

-”Ese vacío ha perdurado a través de décadas y romper el círculo vicioso de mala gobernabilidad y estancamiento económico va a ser trabajoso. No es creíble que se diga que ello está al alcance de la mano, por más slogans electorales que se agiten en campaña”.

En un caso, Cavallo advierte que un enfoque equivocado podría producir una hiper. En el otro, Navajas describe un panorama opositor bastante desolador tanto por la incapacidad de llegar a acuerdos como por la poca profundidad de su ideas económicas. Parece un revival del 2015. En ese entonces, muchos economistas del campo que, esquemáticamente, se podría definir como ortodoxo (Carlos Melconián, Orlando Ferreres, el propio Navajas, entre otros) advertían sobre los problemas que generarían las ideas del equipo de Macri, especialmente la liberación del cepo sin reformas previas. Macri hizo lo que le parecía y terminó como terminó. En este caso, la situación es más delicada, porque la inflación heredada será mucho más alta que en 2015 y un enfoque equivocado y/o caótico puede proyectarla a niveles estremecedores.

Javier Milei en el Foro Llao Llao
Javier Milei en el Foro Llao Llao

En estos últimos meses, los líderes opositores han dado muchas muestras de improvisación. Los megaempresarios que escucharon a Patricia Bullrich y a Javier Milei en el Llao Llao quedaron impactados por su poca preparación. La semana pasada, Mauricio Macri y Horacio Rodriguez Larreta concurrieron al Congreso del Maíz. Macri recurrió a su clásico discurso antipopulista sin precisiones sobre el sector al que le hablaba. Rodriguez Larreta se definió como “un fanático de los números”. Sin embargo tuvieron que corregirlo varias veces cuando se refirió al valor de la cosecha perdida este año y a las posibilidades de crecimiento de la exportación que podría producirse en los próximos años. Hace pocas semanas, Bullrich dijo en La Nación+ que la Argentina está “en deflación”. Cuando le preguntaron cómo iba a afectar a la gente el “torniquete” que proponía dijo: “Es que cuando el Estado se ajusta, la gente se desajusta”. Milei propone dolarizar una y otra vez. Uno de sus economistas, Carlos Rodriguez, aclaró: “Esas son solo cosas que se dicen en campaña”. ¿Qué propone entonces?

Hace pocas semanas, tres economistas muy respetados –Gabriel Palazzo, Martin Rapetti y Joaquín Waldman- difundieron un trabajo donde analizan los efectos de 50 planes de estabilización que se pusieron en marcha en el continente durante las últimas décadas. Solo once tuvieron éxito a largo plazo. Ninguno de ellos se aplicó en la Argentina. Más allá de cualquier relato, fracasaron todos: kirchneristas, antikirchneristas, militares, civiles, peronistas, radicales, ortodoxos, heterodoxos. Parece evidencia bastante contundente para percibir que no se trata de la incapacidad de uno o de la ceguera ideológica de otro.

Es algo muy difícil de verdad.

Para bajar la inflación, no alcanzará con recitar una y otra vez los lugares comunes del antipopulismo, ni con reproducir compulsivamente los tuits que envían los costosos community managers, o con denunciar de conspiraciones interespaciales.

El resultado de no hacerlo bien, advierte Cavallo, “puede ser una explosión hiperinflacionaria, costosísima desde el punto de vista social y demoledora desde el punto de vista político”.

El que avisa no es traidor.

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