El 2 de abril de 1951, Juan Domingo Perón inauguró, a través de una conferencia radial que llegó a todo el país, el ciclo lectivo y 401 escuelas. En ese momento, pronunció una frase que quedaría grabada en la historia: “En la nueva Argentina, los únicos privilegiados son los niños”. Sin embargo, esta frase hoy carece de significado pues no la hemos cumplido.
En el Día Internacional de la Infancia, la deuda con nuestros niños, especialmente después de 16 años de kirchnerismo, hace que esta frase suene más como una utopía que como una realidad. La deuda con la infancia está en su peor momento histórico: la pobreza galopante arrasa con los primeros años de vida, sumándose a la baja calidad educativa. Construyendo así, una combinación explosiva: un triste y pobre futuro intelectual y anímico para nuestros niños.
Los datos publicados por el INDEC en el segundo semestre de 2021 revelan que 5 millones y medio de niños menores de 14 años no cubren sus necesidades básicas. Es decir, el 51,4% son pobres y el 12,6% viven en situación de indigencia. Luego de 4 meses donde la inflación nos cacheteó con un 32%, estos datos sin dudas han aumentado cruda y cruelmente.
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Estas cifras alarmantes en nuestro país no son meramente números; hablamos de niños que no tienen suficiente comida, y las consecuencias son y serán aun más graves. Estos “trabajadores del mañana”, recordando la doctrina peronista, estarán condenados a que no se cumpla esa célebre frase de Perón.
Este modelo populista hizo trizas la bandera de la “justicia social”. Por esta razón y porque “sobre el dolor y la miseria nada se construye”, debemos revertir rápidamente la pobreza infantil. A este flagelo se lo combate con medidas políticas y sociales acertadas, con el único objetivo de velar por los principios humanos del desarrollo infantil.
Aquellas personas que gobernaron y siguen gobernando la provincia de Entre Ríos, y especialmente la ciudad de Concordia, cuna de la mayoría de los gobernadores, merecen el reconocimiento de haber mantenido a su ciudad como una de las más pobres del país durante más de una década. Esto no es magia, es kirchnerismo.
Similar sucede en Formosa, aunque el gobernador Insfrán sin pudor remarca “somos pobres, pero dignos”, insultando a los porteños solo por destilar odio en vez de soluciones para su provincia, dónde la indigencia infantil es del 23,2%, o sea uno de cada cuatro niños no tiene para comer. Tampoco es magia, es populismo.
Otra de las ciudades más afectadas es Gran Resistencia en Chaco, donde el 64,3% de los niños viven en la “capital nacional de la pobreza”. Sin embargo, el gobernador Capitanich se pregunta “qué riqueza genera la Capital Federal”.
Entonces, ¿qué tan lejos estamos de los derechos humanos de los niños, de la falta de alimentación y educación? La pregunta es: ¿cómo se pretende construir una sociedad justa e igualitaria cuando las generaciones futuras están hambrientas, desoladas y empobrecidas en su máxima expresión?
Por eso, recuperar el país es tarea de todos los gobernantes y dirigentes en general, sin importar cuál sea su rol. Es importante revisar la labor que cada gobierno, tanto a nivel nacional como subnacional, ha llevado a cabo. No debemos ni podemos seguir cometiendo errores. Debemos pedir perdón a todos nuestros ciudadanos y trabajar juntos por una infancia real, donde los niños puedan tener acceso a alimentación, educación y puedan ser verdaderamente felices, y no una frase que hoy parece más hecha para la tribuna que una verdad que se cumple.
Continuar adoctrinando la pobreza es ruin y nefasto. La pobreza infantil es un llamado urgente, un “nunca más” a aquellos desalmados que miran hacia otro lado.
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