¿Un “Plan Marshall” europeo para América Latina?

Debería tener bases sólidas, no centrarse solo en lo comercial para disputarle a China su hegemonía en la región

REUTERS/Yves Herman/

A menos de dos meses de que se celebre la III Cumbre CELAC-UE de jefes de Estado y de Gobierno en Bruselas, llegan noticias de una mega ofensiva diplomática y financiera de la Comisión Europea en Latinoamérica, que se propone recuperar para la Unión el terreno perdido en la última década en una relación birregional que fuera calificada hace casi un cuarto de siglo como una “asociación estratégica”, en la primera cumbre celebrada en 1999 en Río de Janeiro.

A primera vista, sin dejar de valorar la enorme importancia y la envergadura que tendría esta propuesta, parece una reacción tardía en lo estratégico, se ve muy apresurada en su implementación táctica y poco afinada en lo político. Nadie dejará de pensar en el por qué se anuncia en estos momentos. Hay pronósticos que apuntan a que la III Cumbre CELAC-UE podría no tener los resultados esperados por Europa, pese al empeño puesto por la Comisión, por el incansable Alto Representante de la Política Exterior, Josep Borrell, y especialmente por España, que la ha fijado como una de las primeras prioridades de su gestión en la presidencia del Consejo de la UE el segundo semestre de este año.

Un importante gesto diplomático acompaña el inicio de este intento de reposicionamiento europeo en Latinoamérica, con las visitas anteriores de Josep Borrell y en junio próximo los viajes de la presidenta de la Comisión Europea Úrsula Von Der Leyen a Brasil, México, Argentina y Chile.

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Hay algunos componentes concretos del plan, como el reciente lanzamiento en Colombia de la Alianza Digital UE-ALC y dos centros de datos del programa Copérnico, y anuncios de grandes inversiones en infraestructura, con un aporte de 9.500 millones de euros (10.200 millones de dólares) comprometidos por España, principal promotor de la iniciativa, al que seguirían otros equivalentes de otros países miembros, más una parte, aún no precisada, del programa “Global Gateway” dotado con 300.000 millones de euros (320.000 millones de dólares). Mucho dinero, sin duda. Y se supone que en el marco del plan se reunirían y potenciarían sinérgicamente también los múltiples programas de cooperación ya existentes.

FOTO DE ARCHIVO. Banderas de la Unión Europea frente a la sede de la Comisión Europea en Bruselas, Bélgica. 1 de febrero de 2023. REUTERS/Yves Herman

Y como nunca es tarde si la dicha es buena, la propuesta puede ser tan importante como una suerte de “Plan Marshall” europeo para apoyar la reconstrucción del tejido productivo, social e institucional, y la autonomía estratégica de una de las regiones que más ha sufrido el impacto de la pandemia y que se ve afectada además por las consecuencias globales de la guerra de Rusia. Debería tener bases sólidas, de largo plazo, no responder solo a una coyuntura, ni centrarse solo en lo comercial para disputarle a China su hegemonía en este ámbito, sino que apuntar a la clave de la desconexión política y hasta valórica que se ha ido observando entre ambas regiones. Se debe considerar que, ante esta crisis multidimensional, las instituciones públicas y la democracia se han resentido a tal punto, que la inestabilidad política y social son un factor adicional de impotencia para enfrentarla, y una pérdida de claridad estratégica latinoamericana ante las disputas por la hegemonía global de diferentes modelos de sociedad.

Entendemos que todo lo que se anuncia de manera gruesa, deberíamos conocerlo con más detalle en los próximos días de parte de la propia presidenta de la Comisión, cuando se reúna con los líderes de los países que visitará, para llegar a la III Cumbre CELAC-UE con una propuesta a evaluar entre todos. Su implementación necesitará de una articulación multi actores de los Estados, la sociedad civil, la comunidad académica y científica, a través de la anunciada plataforma UE-ALC permanente.

Si se concibe y aplica como un plan prospectivo, mediante un consenso político entre las dos regiones, coherente y consistente, de largo plazo, orientado a enfrentar esta crisis y los desafíos comunes actuales y futuros, no cabe duda de que habrá beneficios mutuos.

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De otro modo, sin restarle importancia a la voluntad y al esfuerzo presupuestario de la UE, de dar un salto cualitativo mediante “solidaridades concretas” en su relación con América Latina, es probable que los principales líderes de la región reciban esta estrategia con un cierto escepticismo político de fondo. Podría ser vista como un intento de último minuto para tratar de resolver y revertir las principales diferencias que hay en la evaluación política de la guerra de Rusia y la nueva posición global de China, tratando de lograr un difícil, sino imposible, cambio de posición de países como Brasil, México o Argentina.

La UE también tiene mucho que ganar potenciando sus vínculos con una región de importancia geopolítica, clave para sostener su autonomía estratégica y para la transición ecológica, digital y energética. América Latina tiene la llave de muchos de los recursos necesarios para ello, y si bien su peso económico global no supera el 7% del PGB, su peso en el sistema multilateral, su importancia medioambiental y las reservas que tiene de productos estratégicos, la sitúan en el centro de la geopolítica y la economía del Siglo XXI.

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